¿Quieres ser el más grande?

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Juan 13:12-20 (BDLA)

“Entonces, cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. En verdad, en verdad os digo: un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis. No hablo de todos vosotros; yo conozco a los que he escogido; pero es para que se cumpla la Escritura: “EL QUE COME MI PAN HA LEVANTADO CONTRA MI SU CALCAÑAR.” Os lo digo desde ahora, antes de que pase, para que cuando suceda, creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe al que yo envíe, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.”

Hace algún tiempo mi hijo el mayor me hacia una entrevista para su escuela.  Evidentemente sus preguntas fluctuaban alrededor de mi profesión como abogado.  Sin embargo, hubo una de ellas que me llamó la atención en gran manera, no precisamente por lo profundo de ella, por el contrario, por lo simple, porque fue precisamente su sencillez la que pudo retumbar dentro de mi mente pero sobre todo mi corazón.

Papi ¿Cuál ha sido tu mayor logro?

Pude quedar bien con mi hijo y contestar el “llegar a ser padre”; o bien pude quedar bien con mi esposa (quien nos escuchaba) y decir “el haberme casado con tu mami”.  En fin, cualquier respuesta que me reafirmara como buen padre de familia hubiera sido por de más la adecuada.  Sin embargo, no fue así. Y vaya que ambas respuestas están en mis labios, mente y corazón para gritarlas a los cuatro vientos, porque ellos, mi familia, después de Dios, es lo más grande que tengo en la vida

Me vinieron fugazmente a la mente grandes aciertos profesionales a lo largo de estos casi 30 años como abogado, pero también grandes equivocaciones, obvio, con su consecuente aprendizaje.  Años de esfuerzos, de ausencias, de soledades, de dudas, de búsquedas, con el propósito de  salir adelante y tratar de sobresalir de entre muchos.  Todo hubiera estado bien, si el precio no hubiera sido un matrimonio deteriorado y un padre ausente.

Es impresionante lo que como seres humanos podemos lograr si así nos lo proponemos.  Vaya que sí.  En el mundo existen grandes ejemplos que realmente no vale la pena recordar.

Sin embargo, lo que salió de mis labios ante la pregunta de mi hijo fue algo que jamás esperé consciente y firmemente contestar: “SERVIRLE A DIOS NUESTRO SEÑOR”.

Es impresionante y, por qué no, temerario, servirle a alguien que no vemos, es arriesgado ir por el mundo tratando de ser un inútil siervo para ser o intentar ser utilizado como instrumento de un Dios perfecto y poderoso en Gloria, máxime cuando quienes nos conocen se convierten en detractores intachables y sin errores, quienes saben de nuestros errores, de nuestros defectos, de nuestras áreas de oportunidad, de nuestras “valientes” cualidades que inclusive usan y murmuran contra nosotros, sorprendiéndose de cómo es posible que personas como “nosotros” podamos estar hablando del perdón,  la bondad, la humildad, etc., etc.

Es importantísimo precisar que contra tales argumentos y ataques no es necesario defenderse o contraatacar, de ninguna manera, porque realmente no es por nuestra capacidad ni por nuestras cualidades, pues bien lo dice la Palabra:

“Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte. Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie  se jacte delante de Dios. Por él estáis vosotros en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1 Corintios 1:26-31 RVA)

Pues si, servir al Rabí de Galilea es el logro más grande que he tenido en mi vida.  No hay oficio más honorable sobre la faz de la tierra que el servirle a Dios nuestro Señor.  Desde la trinchera que gusten, con el uniforme que quieran, con la etiqueta que gusten sobre la frente, mientras lo que hagamos sea para la gloria y reconocimiento del Único Camino y la Única Verdad para llegar a Dios Padre: Jesucristo.  Porque ÉL es el único que trae Vida a nosotros.

Nos han llamado locos, fanáticos, hipócritas, inclusive a mi me han tachado de un hombre peligroso, háganme favor, y solo porque me gusta llamarle a las cosas por su nombre y porque en mi corazón existe el firme propósito de que el nombre de Jesucristo sea exaltado con honra y excelencia, y no el de los hombres o las visiones de los hombres.

Lo peculiar es que quienes nos tachan, critican y señalan son aquellos que se han servido del Evangelio para manipular, para ultrajar, para engañar.  Pequeño detalle.

Es necesario que seamos transformados, realmente transformados, pero para ello se necesita valor, mucho valor y un corazón dispuesto.

Efesios 4:20-24 (BDLA)

“Pero vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, si en verdad lo oísteis y habéis sido enseñados en El, conforme a la verdad que hay en Jesús, que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.”

Permitámonos ser transformados, no es fácil, pero tampoco imposible, si permitimos que la gracia de Dios haga su obra sobre nosotros. Recordemos que todos los días empezamos de cero, pues nunca terminaremos por alcanzar la estatura perfecta de Jesucristo, hasta llegar a su presencia.

Dios les bendiga grandemente.

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