Cerrando puertas

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Salmos 119:57-60 (NTV)

¡SEÑOR, eres mío! ¡Prometo obedecer tus palabras!

Deseo tus bendiciones con todo el corazón; ten misericordia, como lo prometiste. Consideré el rumbo de mi vida y decidí volver a tus leyes. Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos.”

Cada domingo desayunamos en determinado lugar antes de acudir a la iglesia. En ese lugar, mientras desayunamos, hay una persona que regularmente nos lava la camioneta (nombrémosle “Juan”). En una ocasión le pedí a Juan que limpiara la camioneta también por dentro, ya que regularmente lo hacía únicamente por fuera. Por ello, le comenté a Juan que la dejaba abierta la camioneta. Durante el desayuno me vino a la mente que a Juan le iba a tomar un poco más tiempo lavar la camioneta, por lo que al pagar la cuenta del desayuno separé el costo de la lavada más otra cantidad igual, es decir, el doble del costo.

Al llegar con Juan (Yo con el dinero en la mano) me lo encontré lavando otro automóvil, incluso ya estaba por terminarlo, y al verme me dice nervioso que no pudo lavar el interior de la camioneta porque “estaban cerradas las puertas”. Fue tan evidente su mentira que de inmediato separé del dinero la cantidad exacta por la lavada y le pagué. Sin lugar a dudas no quiso invertirle más tiempo a la camioneta lavándola por dentro y por el mismo precio, y decidió “ganarse” unos pesos más lavando otros coches.

Tal circunstancia me llamó mucho la atención, porque nosotros como hijos de Dios muchas veces actuamos como Juan.

La Biblia está llena de promesas de Dios para todos nosotros, promesas de abundancia y multiplicación de parte de nuestro Papá Dios. ÉL tiene en su mano la bendición y un tanto más sobreabundante para entregárnosla en nuestras manos; sin embargo, somos nosotros quienes “cerramos las puertas” y lo dejamos con nuestra bendición en la mano, simple y sencillamente porque no cumplimos el acuerdo de ser obedientes a sus mandamientos, porque no fuimos dignos de ÉL.

Pero no solo nuestra desobediencia a los mandamientos de Dios hace que “cerremos las puertas” a nuestras bendiciones, no.   Nuestra irresponsable manera de ser como cónyuges, como papá o mamá, como hijos, o nuestra negligente manera para hacer nuestro trabajo o para administrar nuestra empresa o negocio, sin duda alguna también detienen toda provisión por parte de Dios.

La razón? Que al igual que Juan, en ocasiones buscamos el lado fácil para hacer las cosas y beneficiarnos de inmediato. Así es. Muchas veces como cónyuges, como padres o como hijos buscamos el lado fácil y permanecemos en nuestra zona de confort y no damos ese extra que nos haga merecer esa doble porción de bendición que Dios tiene para nosotros. No buscamos esa intimidad con Dios que nos transforme en el esposo amoroso, la esposa virtuosa, el papá y mamá tolerantes o el hijo e hija de honra que ÉL quiere que seamos. En el trabajo, la empresa o ministerio optamos por lo fácil y buscamos no hacer las cosas como Dios nos manda: en integridad, con diligencia y en excelencia.

 Salgamos de nuestra zona de confort y busquemos la forma correcta de vida.

No busquemos el lado fácil para hacer las cosas, no, mejor busquemos el lado correcto para hacerlas.

Acudamos al trono inagotable de gracia que es nuestro Señor Jesucristo y que sea ÉL quien nos ayude a hacer lo correcto. Recordemos que Jesucristo no es el camino fácil, es el camino correcto.

No podemos dejar que Dios nuestro Señor detenga o separé nuestras bendiciones y derrame únicamente su misericordia sobre nosotros, no. Tenemos que buscar día con día el Reino de Dios siendo obedientes a ÉL y diligentes en lo que hacemos, para poder honrar a Dios como hijos y recibir lo que ÉL tiene para nosotros.

Pidamos a Papá Dios que nos hagas diligentes en nuestros oficios y profesiones, y que nos de sabiduría y dominio propio para poder hacer Su bendita y absoluta voluntad y no detener las bendiciones que ÉL tiene para nosotros.

Dios les bendiga abundantemente.

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