Juan 8:31-38 (NTV)
“Jesús les dijo a los que creyeron en él:
—Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
—Nosotros somos descendientes de Abraham —le respondieron—, nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué quieres decir con “los hará libres”?
Jesús contestó:
—Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado. Un esclavo no es un miembro permanente de la familia, pero un hijo sí forma parte de la familia para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres. Claro que me doy cuenta de que son descendientes de Abraham. Aun así, algunos de ustedes procuran matarme porque no tienen lugar para mi mensaje en su corazón. Yo les cuento lo que vi cuando estaba con mi Padre, pero ustedes siguen el consejo de su padre.”
Una persona se considera libre cuando tiene la capacidad para hacer o no determinada cosa y para hacerla ya sea de una manera u otra. Una persona se considera libre cuando no está sujeta, presa o sometida a otra persona o cosa. Digamos que la libertad nos da la facultad para determinar nuestros propios actos. La Libertad nos permite hacer o no hacer determinados actos en nuestra vida.
Es un hecho que la libertad ha sido todo un tema a lo largo de la historia del hombre, pues todo ser humano ha querido liberarse siempre de quien le oprime, de quien lo esclaviza.
Hoy en día aún sigue existiendo ese afán por buscar nuestra libertad, sin embargo, nosotros no nos hemos percatado que nuestra falta de libertad no es necesariamente física, sino que se trata de una falta de libertad en nuestro interior, pues desafortunadamente la mayoría de las veces nos encontramos sujetos a una esclavitud interna impuesta por nosotros mismos, donde “el oprimido resulta ser a la vez el opresor”.
Si nosotros queremos ser verdaderamente libres, debemos buscar primero nuestra libertad interna: debemos buscar la libertad de nuestras pasiones, debemos buscar la libertad de nuestra carne, debemos buscar la libertad de nuestro pasado, y esa libertad solamente la podemos encontrar en Jesucristo y Su Palabra.
“El Espíritu del SEÑOR Soberano está sobre mí, porque el SEÑOR me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado y a proclamar que los cautivos serán liberados y que los prisioneros serán puestos en libertad.» (Isaías 61:1 NTV)
Nuestro Señor Jesucristo vino a dar libertad a los cautivos. Dios creo al hombre libre del dolor y del sufrimiento; sin embargo, el hombre fue quedando cautivo de si mismo por sus propios pensamientos, decisiones y deseos:
“Jesús contestó:
—Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado.” (Juan 8:34 NTV)
Como hijos de Dios nosotros tenemos dos caminos a escoger: Ser libres o ser esclavos. Jesucristo es el único que conoce nuestra naturaleza y el origen de los problemas de cada uno de nosotros. Jesucristo es el único capaz de guiarnos a la autentica libertad. La libertad que Jesucristo nos ofrece es una libertad mas profunda y verdadera:
“Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres.” (Juan 8:36 NTV)
La libertad que trae Jesucristo a nuestra vida es interna, porque la condición interna de cada uno de nosotros es mas importante que nuestra condición externa, ya que las cadenas de la esclavitud solamente atan nuestras manos. Así es. Tengamos siempre presente que realmente es la condición de nuestra mente y nuestro corazón lo que nos hace libres o esclavos. Es indudable que una vez que nuestro interior es libre, esa libertad repercute en nuestro exterior:
“Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte.” (Romanos 8:1-2 NTV).
La libertad que trae Jesucristo a nuestra vida es eterna, pues Su yugo proporciona todos los elementos necesarios par no volver atrás:
“Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana».” (Mateo 11:29-30 NTV)
La libertad que trae Jesucristo a nuestra vida es completa, pues la libertad que ÉL nos ofrece abarca todos los ámbitos de nuestra vida: nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros familiares, nuestra salud, etc. Quienes vivimos en la libertad de Cristo, reflejamos nuestras convicciones y nuestra fe en todas las áreas de nuestra vida, bendiciendo a quienes nos rodean:
“Pues el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.” (2 Corintios 3:17-18 NTV)
No olvidemos que si tratamos de seguir haciendo nuestra propia voluntad, en realidad continuamos viviendo en la esclavitud del mundo y bajo la autoridad del enemigo. Por el contrario, si nos rendimos a Cristo alcanzaremos el más grande beneficio para nuestra alma: la salvación.
Sujetémonos a Cristo y Su Palabra, ya que solamente así seremos verdaderamente libres.
Dios les bendiga grandemente.
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