¡Sana mis ojos!

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Juan 9:19-25 (NTV)
“—¿Es éste su hijo? —les preguntaron—. ¿Es verdad que nació ciego? Si es cierto, ¿cómo es que ahora ve?
Sus padres contestaron:
—Sabemos que él es nuestro hijo y que nació ciego, pero no sabemos cómo es que ahora puede ver ni quién lo sanó. Pregúntenselo a él; ya tiene edad para hablar por sí mismo.
Los padres dijeron eso por miedo a los líderes judíos, quienes habían anunciado que cualquiera que dijera que Jesús era el Mesías sería expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron: «Ya tiene edad suficiente, entonces pregúntenle a él».
Por segunda vez llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron:
—Dios debería recibir la gloria por lo que ha pasado, porque sabemos que ese hombre, Jesús, es un pecador.
—Yo no sé si es un pecador —respondió el hombre—, pero lo que sé es que yo antes era ciego, ¡y ahora puedo ver!”

Es impresionante lo que nos enseña la Palabra de hoy. Los lideres judíos a como diera lugar buscaban la manera de cómo condenar a Jesús. Se sentían amenazados por el hijo de un carpintero al que seguían las multitudes.

Vaya que hoy en día muchos se sienten así cuando se trata de reconocer que Jesucristo es el único que realiza milagros en la vida de las personas y no el envanecedor y religioso conocimiento de la Palabra que hay en algunos.

Los líderes judíos solo se empecinaban en desacreditar a Jesús, más sin embargo lo que les contestó este hombre que era ciego de nacimiento fue contundente, porque de manera radical contestó lo que representa Jesucristo para la humanidad: la Verdad.

“—Yo no sé si es un pecador —respondió el hombre—, pero lo que sé es que yo antes era ciego, ¡y ahora puedo ver!”

Eso si que era convicción. Lo que este hombre les manifestó es lo que Jesucristo de manera sobrenatural había hecho en su vista, porque lo que a ese hombre le bastaba y que para él era suficiente, es que antes no veía y ahora, por medio de Jesús, podía ver. Una verdad que nadie podía negar. Simple y sencillamente este hombre no dio crédito alguno a lo que los líderes judíos dolosamente acusaban de Jesús, porque fue infinitamente más grande y verdadero lo que Jesús había hecho en sus ojos, en su vida.

Hoy en día pasamos mucho de nuestro tiempo siendo como esos “líderes judíos” de la época de Jesús. Le damos tanta importancia a nuestra religión y ha como de lugar pretendemos imponérsela a los demás, que perdemos el verdadero significado de Jesucristo en nuestras vidas.

Hay quienes nos acusan de intolerantes o débiles mentales por vivir nuestra fe en Jesús. Nos tachan de fanáticos, de locos, pero lo que realmente hacen es atacar a Aquél a quien no conocen, a Aquél a quien les causa temor conocer por miedo a dejar la vida cómoda que llevan o por miedo a traicionar o faltar a sus tradiciones.

¿Cuántos de nosotros estábamos ciegos, cuántos? Si, ciegos de nacimiento. ¿Cuántos de nosotros tuvimos que reconocer nuestra ceguera espiritual durante muchos años de nuestra vida? ¿Cuántos de nosotros vivíamos equivocados en nuestra forma de “ver” las cosas? ¿Cuántos de nosotros, sin ser malas personas, vivíamos en un mundo de fragilidad y superficialidad, donde los valores y parámetros de medición eran otros, menos el amor y la preeminencia de Jesucristo? ¿Cuántos de nosotros nos movíamos por prioridades diversas en las que Jesucristo no figuraba?

Pasamos demasiado tiempo pretendiendo imponer nuestra verdad de acuerdo a nuestra religión, cuando realmente lo que es un hecho es que Verdad solo hay una y lleva por nombre Jesucristo.

Regularmente cuando hablamos de religión siempre anteponemos aquello que nos separa o divide, cuando, por el contrario, deberíamos de anteponer aquello que nos une: Jesucristo.

No perdamos el tiempo en nimiedades o pequeñeces pretendiendo anteponer nuestro envanecido y religioso conocimiento de la Palabra según la religión que profesamos. En vez de ello –al igual que ese hombre que era ciego de nacimiento- ignoremos todo religioso comentario sin valor que llegue a nuestros oídos y declaremos con convicción que antes éramos ciegos de nacimiento, pero ahora, lo único que importa y lo único que sabemos es que podemos ver, porque es infinitamente más grande y verdadero lo que Jesús ha hecho en nuestros ojos, en nuestra vida.

Dios les bendiga abundantemente.

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