“Pero Moisés protestó:
—¿Quién soy yo para presentarme ante el faraón? ¿Quién soy yo para sacar de Egipto al pueblo de Israel?
Dios contestó:
—Yo estaré contigo. Y esta es la señal para ti de que yo soy quien te envía: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, adorarán a Dios en este mismo monte.”
La Palabra de hoy nos muestra cómo Moisés puso como objeción su insuficiencia personal para el servicio al que Dios le había llamado. Moisés se cuestionó: ¿Quién soy yo?.
Moisés se creyó indigno de tal honor. Moisés inmediatamente consideró su falta de coraje y talento para tal encomienda, por tanto, él no se sentía capacitado para sacar de Egipto a los hijos de Israel; Moisés sabía del estado en que ellos se encontraban: desarmados, indisciplinados y desanimados completamente.
Moisés era con mucho el hombre más adecuado de su tiempo para esta tarea, porque Dios vio en él sabiduría, experiencia, valor, fe y santidad, además de que Moisés conocía el movimiento interno del Palacio del faraón. Sin embargo, repito, él se dijo: ¿Quién soy yo?
Regularmente, cuanto más aptos nos consideramos para un servicio, tanto más baja es la opinión que tenemos de nosotros mismos, porque desconocemos cuál será el resultado de nuestro esfuerzo: éxito o fracaso.
Las dificultades de la obra eran ciertamente muy grandes. Pero al final la elección de Dios fue la correcta y Moisés cumplió su cometido. Aquí se confirmó que Dios da su gracia a los humildes.
“porque el SEÑOR se deleita en su pueblo; él corona al humilde con victoria.” (Sal 149:4)
Así es. Dios se agrado con la objeción de Moisés, y vio en él un corazón humilde; por ello Dios le prometió su presencia: “Yo estaré contigo”. Con tal afirmación de nuestro Dios supremo por supuesto que le aseguraba el éxito.
Lo sorprendente de todo esto, es que la promesa de Dios de “Yo estaré contigo” hoy en día está disponible para quienes le busquen y crean en su divina gracia. ÉL lo dijo y ÉL no miente; de hecho, su precioso Hijo Jesucristo así lo prometió: “…Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos».” (Mateo 28:20 NTV).
En toda la Biblia existen infinidad de momentos y personas, en los cuales la presencia de Dios se manifestó de una manera maravillosa y asombrosa, solo basta leerla y confirmar tales proezas.
“No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa.” (Isaías 41:10 NTV)
“David le respondió al filisteo:
—Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy el SEÑOR te conquistará, y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Y luego daré los cadáveres de tus hombres a las aves y a los animales salvajes, ¡y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel! Todos los que están aquí reunidos sabrán que el SEÑOR rescata a su pueblo, pero no con espada ni con lanza. ¡Esta es la batalla del SEÑOR, y los entregará a ustedes en nuestras manos!” (1 Samuel 17:45-47)
¡El Dios de los ejércitos estaba con ellos, y con nosotros también!
Demos gloria a Dios por sabernos incapaces e insuficientes para llevar al cabo sus honrosas encomiendas de servirle a ÉL, porque sin duda alguna es una clara señal de que Dios estará con nosotros, pero lo más importante, que el éxito que ya tenemos asegurado se lo deberemos a ÉL para su gloria y honra.
“Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2 Corintios 4:7 RVA)
Dios les bendiga grandemente.
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