El perfecto amor.

>
1 Reyes 19:3-5( NVI)

“Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados.» Luego se acostó debajo del arbusto y se quedó dormido. De repente, un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate y come.»”

Elías –el profeta de Dios, a quien Dios había usado para que cayera fuego del cielo– no estuvo exento de sentir temor.  Al saber que le buscaban para matarlo, huyó y se metió en una cueva.

Muchas veces nuestra carne se debilita ante los problemas, cuando enfermamos y estamos sintiendo ese dolor que no nos deja pensar en nada, cuando vemos menguar la economía, cuando vemos a nuestros hijos perecer, realmente es difícil, y entonces llegan esos invitados no deseados  llamados temor, desesperación, angustia, dando  lugar al desánimo y a la tristeza.

El único objetivo del enemigo es destruir lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, primeramente en nuestro corazón, y después destruir lo que está a nuestro alrededor.

EL rey David también sabía lo que es vivir con temor, y por ello él clamaba a Dios.

“Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; protégeme del temor al enemigo.”  Salmos 64:1( NVI)

Cuando el temor invade nuestro corazón, empieza un sentimiento de soledad, después de enojo y de desánimo; entonces, llenos de todo esto, así como Elías, hablamos cosas que primeramente no son agradables a Dios y con las cuales lastimamos a las personas que amamos.

¿Y después que pasa?

Nos metemos en nuestra cueva de desilusión y, lejos de provocar de parte de Dios una pronta respuesta, retrasamos toda bendición, hasta en tanto no reconozcamos que tenemos una actitud equivocada.

“Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»”  Romanos 8:15 (NVI)

Dios siempre tiene puestos sus ojos y oídos atentos a nosotros, a nuestro clamor.  Dice la Palabra que todo, todo acontece para bien.  Dios sabe el tiempo y el momento en que recibiremos las bendiciones, entonces: ¿Nos sirve de algo el temor? ¡Claro que no!

Recordemos que así como la fe hace accionar el poder de Dios, el temor hace accionar más el poder del enemigo en nosotros.

Estamos  en la carne, Jesucristo mismo nos entiende, por eso se hizo hombre. Debemos estar atentos para que en cuanto nuestro corazón trate de sentir temor lo rechacemos en el nombre de Jesús.  Debemos apresurarnos a poner ese blindaje del Espíritu Santo en nuestras vidas, recordando que Jesucristo ya venció toda adversidad por nosotros.

“Elías miró a su alrededor, y vio a su cabecera un panecillo cocido sobre carbones calientes, y un jarro de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. El ángel del Señor regresó y, tocándolo, le dijo: «Levántate y come, porque te espera un largo viaje.»”

La Palabra de Dios es el principal alimento para nuestra alma y espíritu.  Tenemos que comer y beber cada día de su Palabra para si estar fuertes.  Recordemos que el Señor Jesucristo nos entregó a nuestro consolador que es el Espíritu Santo, y así como a Elías, ÉL nos alimenta del pan de vida que es la hermosa Palabra de Dios; nosotros ya tenemos el pan de vida que hace que todo temor se vaya en el nombre de Jesús.

En el momento que sintamos un brote de temor corramos a la Palabra de Dios y llenémonos de ella, que nos traerá bienestar pero sobre todo nos traerá fe ante cualquier adversidad.

“Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús. En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor.” 1 Juan 4:16-18(NVI)

¡Nuestro Dios de amor nos libera de todo temor!

Erika

Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.