“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”
Como seguidores de Cristo debemos de entender que ya morimos al viejo hombre y que ya hemos crucificado nuestra carne con sus pasiones y deseos, y que también ya somos libres de todo pecado y de toda condenación. En fe, debemos de creer en ello y trabajar día con día para lograrlo.
La Palabra de Dios nos dice que Cristo ya nos hizo nuevas criaturas y, por lo tanto, ya no debemos de vivir de acuerdo a nuestra vieja y pasada forma de vivir, porque todo es nuevo en nosotros y no debemos andar como el mundo anda: en odio, en amarguras, en pleitos, en contiendas, en infidelidades, en chismes, en codicia, etc.; sino más bien, debemos aprender a vivir bajo los estatutos de Dios. Si en el padre nuestro oramos “…venga a nosotros tu reino…”, entonces tenemos que aprender a vivir bajo las leyes de reino ¿O no?
Ayer recordaba precisamente mí pasada forma de vivir, la cual era una vida de excesos y prioridades por encima de Dios, en la cual Él no figuraba porque según yo tenía el control en todos los aspectos de mi vida: trabajo, familia, dinero, vicios, etc., jactándome que todo se debía al gran “carácter” que yo tenía, al “gran temple” que yo tenía como “líder” o “alto funcionario bancario”. Hoy me acuerdo y la verdad me da pena la vida de banalidad y la vida tan vacía que llevaba.
Cuando conocí a Cristo y empecé a cambiar mi equivocada forma de vivir, recibí burlas y críticas, sin embargo no me importó, porque cuando recibí a Cristo en mi corazón y empecé a conocerle me di cuenta que mi “carácter” realmente parecía una caricatura frente al carácter del Maestro, frente al carácter de un hombre de verdad, si, un hombre, pero no un hombre cualquiera, el Hijo de Dios. Cómo sería de maravilloso e impactante mi encuentro con Jesús, que hoy estoy aquí sirviéndole!!!
Dios nuestro Señor me ha enseñado que el concepto de carácter que prevalece en el mundo es muy diferente al carácter de Dios, pues el carácter del seguidor de Cristo no se demuestra con actitudes prepotentes y soberbias, ni aguantando o soportando presiones o situaciones innecesarias, ni asumiendo o copiando actitudes de otros a quienes “admiramos”; en resumen, no podemos ir por la vida viviendo propósitos de otros. No. De ninguna manera.
El carácter que viene a nosotros por parte de Dios nuestro Señor es aquél que viene precisamente a través de Jesucristo, carácter el cual nos lleva a la victoria total en Cristo, y nos permite llegar a ser humildes, mansos, espirituales, justos, misericordiosos, perdonadores, llenos del amor de Dios y con una paz que sobrepasa todo entendimiento. El carácter de Cristo nos lleva a la obediencia absoluta de los mandatos de Dios.
Yo los invito a que nos armemos de valor, si, mucho valor, y decidamos seguir a Cristo, a fin de llegar a conocerle y amarle, porque no podemos amar lo que no conocemos. Y ya en ello, entonces buscar esa intimidad con Él, a fin de poder tomar día con día un poco de Su carácter, de Su gracia.
Dios les bendiga abundantemente.
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