Salmos 26:1-12 (NVI)
“Hazme justicia, Señor, pues he llevado una vida intachable; ¡en el Señor confío sin titubear! Examíname, Señor; ¡ponme a prueba! purifica mis entrañas y mi corazón. Tu gran amor lo tengo presente, y siempre ando en tu verdad. Yo no convivo con los mentirosos, ni me junto con los hipócritas; aborrezco la compañía de los malvados; no cultivo la amistad de los perversos. Con manos limpias e inocentes camino, Señor, en torno a tu altar, proclamando en voz alta tu alabanza y contando todas tus maravillas. Señor, yo amo la casa donde vives, el lugar donde reside tu gloria. En la muerte, no me incluyas entre pecadores y asesinos, entre gente que tiene las manos llenas de artimañas y sobornos. Yo, en cambio, llevo una vida intachable; líbrame y compadécete de mí. Tengo los pies en terreno firme, y en la gran asamblea bendeciré al Señor.»
Revisaba la redacción de una carta de servicios para un cliente potencial y me daba cuenta de que, al igual que cuando buscamos trabajo, siempre hablamos de nuestras bondades y ventajas personales y profesionales. Y eso, lo que realmente estamos haciendo, es mercadotecnia pura, es publicidad sobre nosotros, es vender nuestros servicios, es vender nuestras habilidades y cualidades para buscar nuestro sustento de vida.
Es legítimo hacer eso pues debemos procurar para los de nuestra casa. La Palabra dice “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” (1 Timoteo 5:8 RV60)
Mercadotecnia pura les mencionaba. Eso hacemos cuando hablamos de nuestras cualidades frente a los demás. Sin embargo, creo yo que dicha mercadotecnia o publicidad personal o profesional no tiene nada que hacer delante de Dios nuestro Señor, porque si hay alguien que nos conoce es ÉL.
¡Que impresionante! Dios es el único que conoce nuestros corazones. Dios es al único que no podemos mentirle!!!
Dios es experto en corazones, ÉL solo ve corazones, Dios es especialista en corazones porque en nuestro corazón está nuestra riqueza o nuestra pobreza, porque en nuestro corazón hay luz o tinieblas, porque en nuestro corazón hay pureza o inmundicia, porque en nuestro corazón está Dios o nuestros dioses.
Dios vio que David tenía un corazón conforme al de Él, y por ello hubo un derramamiento inmenso de misericordia y amor en nuestro Dios cuando llegó a David ese arrepentimiento, después de hacer cosas verdaderamente detestables.
Leía de madrugada el Salmo que nos ocupa hoy y precisamente venía a mi mente esa mercadotecnia pura que nada tiene que hacer delante de Dios, porque nuestro Dios ya todo lo sabe de nosotros. Pero también venía a mi mente al leer dicho Salmo, que en esencia lo que buscamos es algún día hacer nuestras todas esas cualidades y virtudes de las que habla cada versículo del mismo. Que algún día esas cualidades y virtudes al expresarlas con nuestros actos y actitudes lleguen a los ojos de nuestro Dios, y sea Él quien confirme que estamos revestidos de la verdad, que nuestras actitudes y que nuestro carácter están sustentados en Jesucristo su Hijo, pues indudablemente es la Gracia de Jesús la única que nos puede llevar a esa integridad, es la única que nos puede llevar a esa vida intachable.
Cuántas de esas cualidades y virtudes realmente habrá en nosotros?
Cuántas de esas cualidades y virtudes podrá confirmar Dios en nosotros?
Empecemos el día buscando a Dios nuestro Señor, pero hagámoslo con un corazón dispuesto, con un corazón arrepentido y humillado, para que venga ese perdón de Dios a nuestras vidas, para que en la adoración y comunión con ÉL seamos llenos de la gracia de Su precioso Hijo Jesucristo, para que en la adoración y comunión con Dios seamos aprobados por ÉL como seguidores fieles y verdaderos imitadores de Su maravilloso Hijo Jesucristo, para que en la adoración y comunión con Dios, Dios mismo compruebe que tenemos un corazón conforme al de ÉL.
Dios les bendiga grandemente.
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