¡Como el búfalo!

>

Salmos 92:10-11 (BDLA)

“Pero tú has exaltado mi poder como el del búfalo; he sido ungido con aceite fresco. Mis ojos satisfechos han mirado a los que me acechaban, y oyen mis oídos de los malhechores que se levantan contra mí.”

El 22 de septiembre del 2014 empezamos ininterrumpidamente con este hermosos proyecto de Dios.  Ya casi un año.  Suena fácil.  No lo ha sido.

Se pudiera llegar a pensar que quienes nos dedicamos todos los días a publicar y hablar de la Palabra de Dios en EL PRINCIPIO, somos totalmente infalibles a las enfermedades, a las carencias, al cansancio, a la apatía, al aburrimiento, a la ira, a las tentaciones, a los ataques, a las envidias, a las difamaciones, etc.  Temo decirles que no es así.

Precisamente el día que Dios nos permitió iniciar con este proyecto pasábamos por una situación familiar difícil que desencadenó en mi persona un problema de diabetes.  Fueron días demasiado difíciles física y emocionalmente.  Sin embargo, como dice la Palabra en 2 Corintios 4:7, siempre fuimos sabedores que somos simples vasos de barro y SIN DUDA hemos confirmado que la excelencia del poder de Dios se ha manifestado durante todo este tiempo y se seguirá manifestando mientras Dios nos permita servirle a ÉL.

Ayer precisamente fue uno de esos días donde, SEGÚN YO, todo parecía ir hacia atrás, un día donde todo parecía ir en contra de lo que nos proponemos hacer, un día en donde por ningún lado uno le encuentra la cuadratura a las cosas y a las personas, un día en donde de plano no vemos por ningún lado a Dios. ¿Se han sentido así?

Resalté con mayúsculas SEGÚN YO, porque efectivamente así es.  Es uno mismo el que va hacia atrás, es uno mismo a quien le parece que nada nos sale bien, es uno mismo quien no encaja en las cosas o en las personas, es uno mismo quien no se encuentra en la misma sintonía que Dios nuestro Señor.  Aquí Dios no tiene la culpa ni tiene nada que ver.

Ayer fue uno de esos días donde las circunstancias fueron verdaderamente difíciles como para ir a la Palabra y buscar la presencia de Dios. Y ahí estaba yo, solo y apartado tratando de poner mi mente en orden, intentando buscar a Dios en oración.

Que difícil momento, de verdad.  Pero fue precisamente Dios quien uso a mi hijo Miguel.  Sin darme cuenta, mi hijo ya estaba a mi lado y me dijo:

–¿Papi, me dejas orar por ti?– Solo asentí con mi cabeza.  Solo pude hacer eso.

Y en entre las muchas palabras de honra y autoridad que mi hijo clamaba a Dios, escuche que él decía:

– “…Señor te pido en el nombre de Jesús que exaltes a mi papi con poder,  como el del búfalo, úngelo con aceite fresco, que no dude en hacer lo bueno, que no deje de servirte como tu quieres que te sirva, que no se aleje de ti…”–

Con temor y temblor les digo que ahí estaba Dios, en medio de los dos, rompiendo toda oposición, porque no hay nada por encima de ÉL.  Esas palabras quedaron selladas en mi corazón cuando mi hijo dejó de orar.  Dice la Palabra que mejores son dos que uno, porque si uno cae, el otro levantará a su compañero.  Y así fue.  Mi compañero de apenas 14 años había llegado a levantarme.

Es impresionante como ante la fragilidad e inestabilidad de nosotros, se contrapone la estabilidad y la fortaleza que proviene de Dios; es impactante  como nuestra fe nos hace recibir nuevas fuerzas para presenciar y ser testigos de lo que la gracia de Jesucristo hace en nosotros.

La figura del búfalo y el aceite sin duda es el poder, la fuerza, el reconocimiento, la valentía y la autoridad que Dios nos da como hijos de ÉL. Esa vitalidad y virtud nos permite superar los ataques de los enemigos del cansancio, ira, apatía y lo que se le parezca, pues Dios nos ayuda a caminar con seguridad y fortaleza.

Sin duda alguna, la Palabra de hoy nos confirma que el poder y la autoridad para superar las adversidades de la vida siempre provienen de Dios; y esa actitud de triunfo, vitalidad y unción se presentan siempre al estar plantados delante y ante los pies de Dios nuestro Señor.

Nunca olvidemos que el Señor es nuestra roca, nuestra fortaleza, nuestra fuente de justicia y nuestra rectitud. Nunca olvidemos que la fuente de seguridad y esperanza es de Dios. No de nosotros.

Dios les bendiga grandemente.

Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.