“David ya estaba próximo a morir, así que le dio estas instrucciones a su hijo Salomón: «Según el destino que a todos nos espera, pronto partiré de este mundo. ¡Cobra ánimo y pórtate bien como hombre! Cumple los mandatos del Señor tu Dios; sigue sus sendas y obedece sus decretos, mandamientos, leyes y preceptos, los cuales están escritos en la ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas, y el Señor cumplirá esta promesa que me hizo: «Si tus descendientes cuidan su conducta y me son fieles con toda el alma y de todo corazón, nunca faltará un sucesor tuyo en el trono de Israel.»
Si hubo alguien que sin lugar a dudas supo de prosperidad fue el rey Salomón, hijo de David. Vaya que si. La Palabra habla de las grandes riquezas de que gozó Salomón durante toda su vida y ello no es más que la consecuencia de las correctas decisiones que tomó Salomón desde su juventud.
Y quienes hemos leído un poco de su vida nos hemos dado cuenta que esa prosperidad en la que vivió Salomón no fue producto de la casualidad o de sus estrategias personales, no. Su inmensa riqueza simplemente fue consecuencia de su obediencia. Así es.
Salomón fue primeramente obediente con su padre David, al escuchar sus consejos respecto de ser obediente a Dios y Sus estatutos, Sus mandamientos. Salomón honró y obedeció en vida a David su padre, tal y como Dios lo mandaba.
Al morir David, Salomón asumió su posición de Rey del pueblo de Israel y lo primero que hizo fue buscar a Dios, lo primero que hizo fue buscar el consejo de Dios, y ya delante de ÉL, entonces tomó la decisión, la mejor y más significativa decisión que ningún otro hombre en la historia de los tiempos pudo tomar: le pidió a Dios de su sabiduría. Nada más. (2 Crónicas 1:11)
Es importante insistir en estas dos decisiones tomadas por parte de Salomón al asumir su reinado, al asumir su responsabilidad como rey de Israel:
Primero, buscó a Dios. Primero buscó al que todo lo sabe, primero buscó al creador de todo, primero buscó al dueño de todo, primero buscó al mejor consejero. Para que batallar si podía ir con el autor y consumador de todo lo que existe en el universo. David no busco ni a sus familiares, ni a sus amigos, ni a otra gente; no.
Segundo, pidió sabiduría a Dios. Pudo pedir cualquier cosa, Dios mismo le dijo: ¡pídeme lo que quieras¡ Wow!!! Pudo pedir cualquier cosa, sin embargo pidió sabiduría. No perdamos de vista que Salomón al haberle pedido sabiduría a Dios, lo que realmente hizo fue honrar a Dios, fue darle a Dios un lugar de privilegio en su vida, porque la Palabra nos dice que “El principio de la sabiduría es el temor a Dios…” (Salmos 111:10).
Pero qué pasa con nosotros hoy en día?
Pasamos todos los días insistentemente buscando las grandes maneras y formas para prosperar. Somos profesionistas o expertos en un oficio o tenemos un negocio en marcha o somos empleados en una empresa, más sin embargo, nunca estamos satisfechos con lo que tenemos o con lo que ganamos como salario.
Siempre estamos buscando nuevas formas de «hacer dinero», siempre estamos buscando «diversificar» nuestros ingresos. Siempre estamos buscando cómo prosperar.
Válido o no, si Dios nos dio la oportunidad de crecer haciendo determinada profesión u oficio, hagamos lo que sabemos hacer. Diferente es cuando Dios, sin buscarlo, abre puertas donde no las hay.
No busquemos ni inventemos negocios mágicos para hacernos ricos.
Mejor, como Salomón, busquemos primero a Dios nuestro Señor. No batallemos. ÉL es nuestro mejor socio, ÉL es nuestro mejor jefe, ÉL es el más grande inversionista que podamos imaginar, pues al final ÉL es el dueño del negocio, empresa o trabajo donde estamos hoy en día.
Y ya que estamos en esa entrevista personal y en intimidad con Dios nuestro Señor en oración, entonces pidámosle de su sabiduría. Dios todo lo sabe. Seguramente ÉL nos dará el mejor consejo, la mejor solución.
Dios les bendiga grandemente.
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