“Y en seguida Jesús obligó a sus discípulos a entrar en la barca e ir delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. Una vez despedida la gente, subió al monte para orar a solas; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. La barca ya quedaba a gran distancia de la tierra, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos caminando sobre el mar. Pero cuando los discípulos le vieron caminando sobre el mar, se turbaron diciendo:
—¡Un fantasma!
Y gritaron de miedo. En seguida Jesús les habló diciendo:
—¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!
Entonces le respondió Pedro y dijo:
—Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
Y él dijo:
—Ven.
Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero al ver el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo:
—¡Señor, sálvame! De inmediato Jesús extendió la mano, le sostuvo y le dijo:
—¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca le adoraron diciendo:
—¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!”
Este es un pasaje de la Biblia conocido por muchos de nosotros y predicado por muchos también. Dios nos da impresionantes revelaciones a través de estos versículos y hoy no va a ser la excepción.
Es un hecho y lo hemos platicado mucho aquí en EL PRINCIPIO, que es siempre necesario en la vida pasar tiempo con Dios, ya que las soluciones a los problemas que existan o los que vengan, sólo serán enfrentados en paz por nosotros en la medida que pasemos tiempos a solas con Dios.
El Señor Jesucristo, siendo el Unigénito del Padre, aún siendo santo, santo, santo, mantenía una vida de oración constante, pasaba a solas con el Padre, apartado de la gente, para buscar más de Su Presencia y poder saber cómo enfrentar cada situación que padecía.
Es importante resaltar que sería un error de nuestra parte pensar que si oramos y pasamos momentos con Dios, nunca vamos a tener problemas, ni momentos de dificultad o momentos de tristeza; claro que no.
Es importante entender que aunque Dios no nos conceda todo lo que le hemos pedido, o no nos sane de la enfermedad, etc., es menester mantener nuestra mirada fijamente en Jesús, con la confianza de que ÉL llegará en el momento correcto.
Dios se mueve con cada persona de diferente manera, por eso la religiosidad de muchos nos lleva paradójicamente a la incredulidad. Pedro, por orden de Jesús, empezó a caminar también sobre las aguas, pero cuando permitió el temor en él empezó a hundirse y el Señor tuvo que extender su mano y levantarlo, por eso le dijo “hombre de poca fe, por qué dudaste”; pero luego, cuando suben a la barca, la tempestad se calma, lo que nos lleva a deducir que Pedro pudo caminar al lado de Jesús sobre las aguas para llegar a la barca.
Entonces, dice la Escritura, que los demás se postraron y reconocieron que estaban ante el Hijo de Dios; y aceptar que Jesús verdaderamente es el Hijo de Dios, es la manifestación de fe más grande que puede haber en nosotros; así es como, confiando en ÉL, podremos caminar en poder por encima de las aguas de los problemas, de las dificultades, etc., por ello, es importante que aprendamos a caminar en obediencia a Dios.
De esta enseñanza podemos aprender que para poder caminar sobre las aguas debemos ser valientes para decidir que por encima de la circunstancia o dificultad que se nos presente, siempre saldremos adelante con Dios, porque nos determinamos ser fieles al Señor con todas nuestras fuerzas.
Otra enseñanza es que quienes decidimos radicalmente agradar al Señor, y quienes nos decidimos a ser obedientes delante de Dios, seremos personas que siempre estaremos listas a perdonar (pedir perdón y perdonar).
Nunca olvidemos esto: la fe se mueve y fortalece cuando hay perdón, y la fe se vulnera y muere cuando hay rencor en nosotros.
Nunca olvidemos que si el propio Jesús se preparó antes de comenzar su ministerio, para enfrentar cada tormenta o la incredulidad de la gente e, inclusive de sus mismos discípulos, nosotros también debemos prepararnos para cualquier viento en contra, porque es un hecho que vendrán “vientos en contra”, igual tendremos que superar la tormenta por la que estamos pasando o que se presente en algún momento. No tengamos miedo, que Cristo el Hijo del Dios viviente va a nuestro lado caminado sobre las aguas.
Dios les bendiga grandemente.
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