Seamos humildes y amables.

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Efesios 4:1-6 (NTV)

“Por lo tanto, yo, prisionero por servir al Señor, les suplico que lleven una vida digna del llamado que han recibido de Dios, porque en verdad han sido llamados. Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Hagan todo lo posible por mantenerse unidos en el Espíritu y enlazados mediante la paz. Pues hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a una misma esperanza gloriosa para el futuro. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, y un solo Dios y Padre de todos, quien está sobre todos y en todos, y vive por medio de todos.”

Sin duda alguna la convivencia diaria con otras personas trae lecciones y aprendizaje a nuestra vida, ya que precisamente dicha convivencia  conlleva tener diferencias de opinión o fricciones.  De ahí la importancia que en toda diferencia de opinión o fricción diaria siempre exista el aceite del amor de Dios.

Es precisamente el amor de Dios el que actúa como un lubricante o un bálsamo que nos ayuda a pasar por alto los ataques de los demás hacia nosotros; el amor de Dios es un lubricante o un bálsamo que nos ayuda a suavizar una respuesta áspera de nuestra parte hacia otra persona. La Palabra de Dios habla de la preeminencia del amor por sobre los demás frutos del Espíritu Santo:

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” (1 Corintios 13:13 RV60).

Dios nuestro Señor nos habla en Su Palabra que el amor es sufrido y benigno y ello es precisamente lo que nos permite que se desarrolle en nuestra vida la humildad y la mansedumbre, tan necesarias en nuestra convivencia con los demás.  Una persona que no ha vivido o experimentado ningún sufrimiento de ninguna manera puede ser humilde y mucho menos mansa.

Recordemos la vida de Moisés: Él sintió muy fuerte el llamado de Dios y se decidió finalmente aceptarlo, aunque no fue fácil, pues él no se creía digno, ni con la capacidad para hacerlo; sin embargo, Dios, a través de tanto desierto, pruebas y angustias, le dio ese carácter que finalmente lo llevo a cumplir la divina encomienda.

La humildad nos ayuda a desarrollar ese carácter de sumisión, la humildad nos ayuda a enfrentar dificultades y pruebas sin tensionarnos, en tanto la mansedumbre nos ayuda a reconocer que en nuestra vida necesitaremos de los demás, lo que nos hace dóciles delante de los demás ya sea para ayudar, o bien, para permitir ser ayudados.

La convivencia con los demás siempre nos lleva a guardar la unidad, si.  Vaya que es importante la unidad en el pueblo de Dios.

Dios nos enseña en Su Palabra que no debemos permitir la división. Todos sabemos que la fortaleza no la da un grupo dividido, un hogar dividido, una empresa dividida.  Donde hay división no hay bendición.

Debemos conservar la unidad con los demás.  La unidad es la que nos da la fortaleza. La Palabra de hoy nos llama a ser uno en el Espíritu de Dios; el Señor dice que así fuimos llamados, en una misma esperanza de nuestra vocación; esto quiere decir que así como tenemos un solo Dios, una sola fe y un solo bautismo, entonces debemos conservar la unidad basados en el amor, la compasión y la tolerancia unos con otros.

Oremos y busquemos la comunión con Dios, para que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos ayude en ese propósito y de esa manera seamos obedientes a su exigencia de crecer en el carácter de Jesucristo Su Hijo.

Oremos y busquemos la comunión con Dios, para que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos permita crecer en unidad en nuestra familia, en nuestra empresa o negocio, en nuestra iglesia.

Oremos y busquemos la comunión con Dios, para que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos revista de ese amor, mansedumbre y humildad, indispensables en nuestra relación con los demás.

Oremos y busquemos la comunión con Dios, para que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos de la paciencia necesaria para soportar toda adversidad.

Oremos y busquemos la comunión con Dios, para que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos de la fortaleza necesaria para erradicar de nuestras vidas cualquier intento de división, o bien, nos de la sabiduría para saber cómo corregir a los que malamente tratan de dividir.

Dios les bendiga grandemente.

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