¡Poderoso!

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Salmos 33:13-15 (NVI)

«El Señor observa desde el cielo y ve a toda la humanidad; Él contempla desde su trono a todos los habitantes de la tierra. Él es quien formó el corazón de todos, y quien conoce a fondo todas sus acciones.»

¿Habrá algo oculto para nuestro Dios?

Desafortunadamente para nosotros no.

Recuerdo a un bebe que según él se escondía cubriéndose la carita con sus manitas mientras su mami le preguntaba ¿dónde está el bebe? Era muy gracioso. Sin embargo, no creo que sea así de gracioso con nosotros los adultos, cuando en ocasiones somos así, o cuando pretendemos escondernos como los avestruces ocultando la cabeza.

Nada está oculto para Dios.  Hay quienes opinan o critican a quienes tratamos de servirle a Dios.  Sin duda no somos perfectos, y nunca lo seremos.  Sin duda hemos cometido errores, y seguro e involuntariamente los seguiremos cometiendo. No se necesita ser perfecto ni inmaculado para servirle a Dios.  Nadie podría servirle.  Lo importante es que Dios conoce nuestro corazón y quién mejor que ÉL conoce la verdad de todo.  Debemos luchar todos los días por ser congruentes entre lo que dice la Palabra y lo que dicen nuestros actos.  No es fácil. Cristo lo dijo.

Por ello es importante reconocer que resulta fácil portarse bien cuando estamos delante de la gente. Lo complicado es hacerlo cuando nadie nos ve. Se nos olvida que nuestra relación con Dios es individual y que, por ello, a ÉL le interesa en sobremanera nuestra obediencia individual.  Ya lo hemos dicho: lo más impresionante de todo es que hasta para ser obedientes necesitamos de Dios. Si. Para obedecer a Dios necesitamos de Dios. Que tremendo.

Para poder obedecer a Dios necesitamos de un ADN denominado gracia, y sólo podemos encontrarla en la fuente donde está brotando interminablemente: Jesucristo.

De verdad que esto es algo que golpea grandemente mi mente y mis pensamientos:

¡Para obedecer la Palabra de Dios necesitamos de Dios mismo, específicamente de su Hijo! No hay por donde hacerle. Reconozcamos que sin JESUCRISTO nada podemos hacer.

Lo único que sí depende de nosotros, es invitar a Jesús a nuestra vida, sin religiosidades, sin denominaciones, sin estrellitas en la frente o gafetes que nos digan somos de aquí o somos de allá, sin religiones de los hombres. Necesitamos ir a la Palabra de Dios constantemente, día con día, pues a través de ella Jesucristo nos es revelado y es entonces cuando podemos tomar de su poderosa gracia, de ese ADN divino que transforma, que cambia, que sana, que libera, que trae paz y que prospera.

No juguemos a las escondidas con Dios, porque ÉL siempre termina ganando.

 

Dios les bendiga abundantemente.

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