“El SEÑOR le dio el siguiente mensaje a Jonás, hijo de Amitai: 2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive. Pronuncia mi juicio contra ella, porque he visto qué perversa es su gente». Entonces Jonás se levantó y se fue en dirección contraria para huir del SEÑOR. Descendió al puerto de Jope donde encontró un barco que partía para Tarsis. Compró un boleto, subió a bordo y se embarcó rumbo a Tarsis con la esperanza de escapar del SEÑOR. Ahora bien, el SEÑOR mandó un poderoso viento sobre el mar el cual desató una violenta tempestad que amenazaba con despedazar el barco. Temiendo por sus vidas, los desesperados marineros pedían ayuda a sus dioses y lanzaban la carga por la borda para aligerar el barco. Todo esto sucedía mientras Jonás dormía profundamente en la bodega del barco, así que el capitán bajó a buscarlo. «¿Cómo puedes dormir en medio de esta situación? —le gritó—. ¡Levántate y ora a tu dios! Quizá nos preste atención y nos perdone la vida». Entonces la tripulación echó suertes para ver quién había ofendido a los dioses y causado tan terrible tempestad. Cuando lo hicieron, la suerte señaló a Jonás como el culpable. Así que los marineros le reclamaron: —¿Por qué nos ha venido esta espantosa tormenta? ¿Quién eres? ¿En qué trabajas? ¿De qué país eres? ¿Cuál es tu nacionalidad? —Soy hebreo —contestó Jonás— y temo al SEÑOR, Dios del cielo, quien hizo el mar y la tierra. Los marineros se aterraron al escuchar esto, porque Jonás ya les había contado que huía del SEÑOR.”
Dios le había dado unas instrucciones específicas, pero Jonás en lugar de hacer lo que Dios le ordenó, tomó un rumbo contrario y se embarcó para irse supuestamente lejos de ÉL.
Hoy en día no es muy diferente. Suena a locura pero Dios se manifiesta y nos habla absolutamente a todos, el problema es que no sabemos identificar Su voz, porque posiblemente esperamos escuchar una voz en el cielo o algo por el estilo. Dios se vale de infinidad de situaciones o personas para comunicarse con nosotros.
Dios nos llama a ser responsables con todo lo que ÉL ha puesto en nuestras manos. Dios no nos llamó a ser únicamente espectadores, de ninguna manera. Por el contrario, Dios nos llamó a ser actores principales de Su soberana y perfecta voluntad, pero regularmente cuando debemos atender ese llamado de Dios ponemos obstáculos o absurdos pretextos para no cumplir nuestra encomienda.
Nuestros propios conceptos y prejuicios son el mayor obstáculo en nuestra vida para atender el llamado de Dios, pues en ocasiones creemos que sabemos más de Dios que cualquiera otro, cayendo en una arrogante religiosidad. Ya hemos estudiado como la religión nos divide y separa de las demás personas.
El Temor es otro tremendo obstáculo que nos impide hacer lo que Dios quiere que hagamos. Cuando Dios llamó a Jonás, le dijo específicamente qué era lo que quería que hiciera, que fuera a Nínive y reprendiera el pecado en la gente, porque si seguían así sobrevendrían graves consecuencias sobre ellos; sin embargo Jonás se atemorizó de que la gente de Nínive fuera hacer daño y pensó que si huía de su pueblo, Dios entonces no lo encontraría. Los temores hacen que huyamos cuando Dios nos llama, por el temor al qué dirán o a lo qué pensarán los demás de nosotros.
Es impresionante y sumamente paradójico que cuando uno se acerca a Dios, las personas que nos conocen se alejan de nosotros, pero cuando andábamos en la “buena vida” entonces éramos aceptados y bien “buena onda” ante todos.
No huyamos de lo que Dios nos ha mandado a hacer, porque ello hará que nos metamos en problemas. Así es, cuando huimos lo que estamos haciendo es huir de nuestras responsabilidades. Huir no es negocio, huir es retroceder, y cuando nosotros después de haber conocido de Dios empezamos a retroceder, entonces caemos en errores y pecados y ello no nos permitirá disfrutar nuestra vida como Dios quiere que lo hagamos, porque lo incorrecto no se disfruta. Nosotros podremos perseverar en cosas incorrectas, pero siempre en nuestra conciencia estará que “eso no le agrada a Dios”.
Dios quiere que vivamos una buena vida, por esa razón nos ha llamado a la salvación, y ÉL siempre nos muestra cuando no andamos correctamente. Nunca olvidemos que lo bueno o malo que hagamos siempre va a afectar a positiva o negativamente a los demás.
Podemos insistir en huir de Dios, pero el Señor siempre se saldrá con la suya (Génesis 28: 15), Dios no nos dejará hasta que haya hecho en nosotros lo que ÉL ha dicho. Dios nos dio vida con un propósito, y no nos dejará en paz hasta que hayamos hecho lo que ÉL ha mandado; en otras palabras, será nuestra decisión cómo querer hacer las cosas: “por las buenas o por las malas”; no se nos olvide que a Dios no se le escapa nadie, por eso cada uno de nosotros como hijos de Dios, decidimos cómo queremos ser tratados.
Atendamos el llamado de Dios, porque ÉL quiere lo mejor para nosotros. No dejemos a Dios con la mano extendida, porque ÉL siempre está listo para socorrernos como lo hizo con Jonás. Quizás hemos pasado por algo parecido, pero nunca olvidemos que Dios está interesado en sacarnos de toda situación difícil, y nos dice de nuevo: ¡Vé y hazlo! Todo, porque Dios confía en nosotros.
Dios les bendiga grandemente.
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