El buen pastor

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Juan 10:25-30 (NTV)

—Ya se lo he dicho a ustedes, y no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que me acreditan, pero ustedes no creen porque no son de mi rebaño. Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. El Padre y yo somos uno.”

La ocasión de la parábola fue para cerrar la boca de los que murmuraban contra Jesús viéndole entre publicanos y pecadores. Su ceguera espiritual les hacía mirar con desprecio el amor de Jesús, que no es un mero sentimiento de condolencia o de amistad, sino un amor diligente y activo que despliega toda su energía para conducir al alma extraviada al redil celestial. Si leemos completo este capítulo podremos aprender los siguiente:

El pastor se preocupa al faltar una oveja; otro cualquiera no se hubiera apercibido teniendo un número tan elevado, pero Jesús cita este número como un ejemplo de que todo su afecto estaba puesto en su rebaño y lo que para otros habría sido una pérdida sin importancia, para él era muy grave.

El pastor va en busca de la oveja perdida; las 99 que le quedan no calman su ansiedad por la perdida. Es preciso recobrarla antes que perezca; ella por sí sola jamás volverá. Es necesario arrostrarlo todo para ir en su auxilio:

a) Va personalmente: No envía criados o asalariados a recobrarla evitándose él duras molestias. Nadie como él la buscará con el mismo interés. Así el eterno Verbo de Dios no delegó su misión a los ángeles; prefirió tomar ÉL mismo la encomienda.

b) Va a pesar de las dificultades. Éstas, en la parábola, eran la noche, las asperezas del camino, los lobos o los peligros de caer en un precipicio. Jesús llora, sufre, pero sigue adelante pensando en la triste suerte del extraviado.

c) Va lleno de compasión. No lleva un garrote en su mano para castigarla, a pesar de que las aberraciones y extravíos de la oveja le cuestan muy caros, pero no cambian el tierno afecto que por ella siente. El pecado y la obstinación que Jesús nota en los pecadores no cambien su amor en odio. ÉL dijo: “No he venido a condenar, sino a salvar al mundo”.

d) Busca la oveja hasta encontrarla. Aunque ésta se aleje más y más de él, el Buen Pastor no cesará en su empeño hasta tenerla en sus brazos. Ésta es más o menos la experiencia de todos al pensar en el tiempo anterior a nuestra conversión. ¡Ojalá fuese nuestro empeño buscar a otras almas con la misma perseverancia con que Cristo nos buscó!

Los esfuerzos del pastor no han sido en vano, la encuentra, pero, pues la oveja se encuentra en una triste condición.

– Enredada en la maleza del bosque, sin posibilidad de librarse. Tal es la situación del hombre alejado de Dios, enredado en el vicio que le sujeta fuertemente. No existe ningún vicio que no haga esclavo al que lo posee.

– Extenuada por su constante vagar. Muchos millonarios y artistas famosos han confesado al final el desengaño de la vida.

– Al borde del precipicio. ¿No lo está toda alma no reconciliada con Dios? Inesperadamente la muerte puede poner fin a su extravío, sumiéndole en la perdición eterna.

Le faltó tiempo al pastor para acudir en su socorro cuando la oveja respondió a su voz con un triste balido. Fue lo único que la oveja podía hacer. ¿No es éste también el caso de cada pecador? Lo entendamos o no, necesitamos clamar a Cristo por nuestra salvación. Los esfuerzos para librarse sólo empeoraban la situación de la extraviada metida en los zarzales; pero el pastor sabe librarla, separando las espinas que la tenían sujeta. Así hace Cristo con el perdido. Lo ha hecho con millares y puede hacerlo para ti.

La amorosa conducción al redil: éste es el detalle más tierno de la parábola. El pastor no obliga a la descarriada a caminar arrastrándola con una cuerda atada al cuello, pues los sufrimientos que le ha costado al pastor el hallarla, la hacen tanto más estimable. Cristo no nos ata con fuertes preceptos legales después de nuestra conversión, sino con preceptos de amor y gracia. ÉL no quiere que nos ensuciemos otra vez con el pecado, quiere libramos del mismo, y su gracia misericordiosa dice: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Siempre está dispuesto a llevamos y sobrellevamos si nos acogemos y unimos a ÉL. El apóstol Pedro dice: “Somos guardados para una herencia también guardada en los Cielos para nosotros” (1 Pedro 1:5). De otro modo, sabemos por lo que dice Pablo que él anda como león rugiente buscando a quien devorar. Procurará hacer caer de la gracia incluso si pudiera aun a los escogidos. Jesús advierte: “Mis ovejas nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28).

La victoria del Buen Pastor. El pastor anuncia a sus amigos el hallazgo de su oveja. Jesús expresa esta verdad en Lucas 15:1-7. Jesús, que sufrió por nosotros haciéndose hombre y redimiéndonos con su muerte de cruz, se ha adelantado a dar la buena nueva en los Cielos donde está preparando lugar para nosotros. Aún a los que estamos todavía sobre la Tierra, nos considera, por nuestra fe, ya entrados en el Reino (Hebreos 8:25).

Algún día, que ya no tarda, millones de almas que se habían descarriado alabarán al Buen Pastor en la casa de Dios. ¿No quisieras estar tú también allí? ¿No quieres ser hallado por Cristo? ÉL te busca, te llama y se acerca a ti por la palabra de sus siervos, quizá por este mismo mensaje. Confíate en sus brazos y serás salvo por la eternidad.

Dios te bendiga grandemente.

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