¿Soy yo o el Dios? (segunda parte)

>

Proverbios 3:5-8 (NTV)
«Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al SEÑOR y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos.”

Continuando con nuestra reflexión del día de ayer:

¿CÓMO EMPEZAR A VIVIR EN LAS FUERZAS DE DIOS?

Recuperando aquello que nos permitía vivir ante la presencia de Dios, que nos permitía vivir bajo su Gloria, que nos permitía vivir en su Reino: la comunión con Dios por medio de Jesús.

Y cómo logramos esto: APARTÁNDONOS DE LO MALO:

– Para que Dios pueda hacer su obra en nosotros y devolvernos al mundo y ganar almas para ÉL, es decir, para que Dios haga lo mismo con otros a través de nosotros.

– Para enfrentar el mundo con la grandeza de dios, no con la nuestra.

Lo anterior no es un camino fácil; es por ello que debemos recordar que Dios mismo nos prometió que:

– ÉL siempre nos esforzaría. (Isaías 40:29)

– ÉL siempre estaría con nosotros, que siempre nos ayudaría y que siempre nos sustentaría con la diestra de su justicia: Jesucristo. (Isaías 41:10)

Olvídate de pensar o preguntarte dónde terminan tus fuerzas y dónde empiezan las de Dios, empecemos mejor a buscar el reino de Dios primeramente, empecemos a actuar en obediencia, empecemos a amar en el amor de Dios a nuestra esposa o esposo, a nuestros hijos, hermanos, a nuestro prójimo.

Revistámonos de la gloria de Dios como en el principio de los tiempos lo estaban Adán y Eva.

Yo siempre he comentado que seguir a Cristo es una gran responsabilidad, no tanto por lo que pueda esperar el mundo de nosotros, sino porque bajo nuestra responsabilidad está el poner en alto el nombre de Jesús. Nosotros somos, con nuestros actos, quienes le damos el lugar a Jesús frente a los demás.

¿CÓMO PONER EN ALTO EL NOMBRE DE JESÚS?

Precisamente siendo testimonio de que somos parte de las fuerzas celestiales de Dios y que, con nuestro actuar, en santidad, NO RELIGIOSIDAD, somos capaces de traer el Reino de Dios y la Gloria de Dios, primero a nosotros y nuestras familias, y después a quienes nos rodean.

Conocer a Jesús fue un parte aguas en mi vida, fue literalmente volver a nacer. Yo vivía en mis fuerzas antes de conocerlo. Había un matrimonio deteriorado, había unos hijos que no conocía, había alcohol en exceso, había ira, había problemas y muchos.

Pero Dios nuestro Señor en Su perfecta voluntad y en Su perfecto propósito quitó todo aquello que impedía voltear a mirarlo y que me hacía estar distanciado de ÉL, me perdonó, me aceptó como su hijo, me está transformando día a día.

En nuestra propias fuerzas podemos lograr grandes cosas, sin duda alguna, pero invariablemente siempre será a costa de algo o de alguien.

PERO, CUANDO LO HACEMOS EN LAS FUERZAS Y TIEMPOS DE DIOS, los LOGROS son más grandes y permanentes, los LOGROS tienen un JUSTO, ARMONIOSO Y PERFECTO EQUILIBRIO con todo lo que nos rodea, solo que a esos LOGROS a los que me refiero, LOS HIJOS DE DIOS LOS CONOCEMOS COMO BENDICIONES.

Por eso hoy para concluir, quisiera hacer mías las palabras que dio Pablo a la Iglesia de Filipos, cuando dijo:

“Antes creía que esas cosas eran valiosas, pero ahora considero que no tienen ningún valor debido a lo que Cristo ha hecho. Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo,…” (Filipenses 3:7 y 8 NTV)

Dios los bendiga abundantemente.

Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.