¿Somos ejemplo para nuestros hijos?

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2 Timoteo 10-17
“Pero tú has seguido de cerca mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, persecuciones y aflicciones, como las que me sobrevinieron en Antioquía, Iconio y Listra. Todas estas persecuciones he sufrido, y de todas me libró el Señor. También todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos. Pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra.”

Desde joven siempre tuve la creencia de que nunca iba a tener hijos. ¿Por qué? Realmente no lo se. Y recuerdo que muchas veces se lo decía yo a mi madre. Posiblemente obedecía a la pérdida de mi padre a mis 16 años y la serie de situaciones tan difíciles que vivimos, situaciones que inconscientemente me llevaban a pensar que, en un futuro, mis hijos pudieran llegar a pasar por similares situaciones a las que yo viví. Sinceramente no lo se.

Realmente me hizo mucha falta mi padre, sobre todo a esa edad; edad en la cual surgen infinidad de dudas, edad en la cual uno escoge, bien o mal, a sus amistades, una edad donde es necesaria la figura paterna, vaya que si.

En fin, pasaron los años, de la Ciudad de México por cuestiones de trabajo tuve que moverme a la Ciudad de Monterrey, en donde conocí a Erika, mi esposa.

Un año después de casados nació Miguel Angel. Fue un momento donde sentí por primera vez la plenitud de Dios, misma que sentí dos años después cuando nació mi segundo hijo Emiliano.

Pero todo quedó en eso. En dos eventos momentáneos, temporales, fugaces, diría yo, porque después continué con la vorágine de mi vida de trabajo para asegurar el futuro de mis hijos. Según yo: “era la ley del mundo, era lo que el mundo me exigía y lo que necesitaban mi esposa y mis hijos.” Repito, según yo.

Hasta que hace 12 años conocí el verdadero significado de Juan 3:16

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”

Nunca podría imaginar qué han sentido quienes desafortunadamente han perdido un hijo (hijo o hija), nunca, y oro a Dios porque todos los días mis hijos sean cubiertos por la sangre de Cristo. Imaginemos el infinito amor que Dios nos tiene como para haber dado en sacrificio Único y Eterno a Jesús su Hijo, es realmente incomprensible. Por ello para la mayoría del mundo pasa desapercibido. Porque no saben el significado del acto de amor más grande del universo.

Oro a Dios porque me siga transformando día con día y ser un ejemplo vivo para mis hijos de lo que Dios puede hacer en las personas. Es duro, no es fácil. Nadie dijo que lo correcto fuera fácil. Soy humano y me equivoco, y trato ha como de lugar aprender de mis errores, y cuando dentro de éstos han estado de por medio mis hijos, sin duda, les he pedido perdón a ellos.

Ojalá algún día Dios me permita decirle a mi hijo, lo que el Apóstol Pablo dijo a Timoteo en la Palabra de hoy escrita al inicio. Ojalá algún día pueda ser ese padre irreprensible que todo hijo necesita.

Dios bendiga a nuestros hijos todos los días de su vida, Dios bendiga su salir como su regresar, Dios ilumine Su rostro sobre su vida todos los días, hasta que se encuentren frente a frente con ÉL.

Dios guarde y bendiga abundantemente a nuestras hijas e hijos.

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