Filipenses 2:12-13 (RV60)
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
Sin temor a equivocarme el mejor de los padres es Dios nuestro Señor. Hay mucha gente que acepta que hay un Dios supremo de la creación, un Dios todo poderoso y es así, pero el simple hecho de aceptar o reconocer Su existencia no es suficiente para cambiar la vida de una persona, porque lo que realmente nos transforma es nuestra determinación a establecer una relación de Padre a hijo con Dios y con ello entonces dejarnos moldear a voluntad de ÉL.
Es un hecho que la falta de la figura paterna es un grave problema para una familia, ya sea porque nunca está por el trabajo, o porque ha sido mal ejemplo, o porque murió, o porque abandonó a su familia, etc..
El corazón del ser humano necesita un padre para ser formado en todas las áreas de su vida. Cuando falta la relación entre padre e hijo, como hijos nos equivocamos frecuentemente, razón por la cual caemos en vicios como drogas, alcoholismo, promiscuidad, etc.
¿Qué hijo no necesita de su padre? Claro, cuando se ha tenido a un verdadero padre. Yo en unos meses cumplo 50 años y me atrevo a decirles que hoy en día me hace mucha falta mi padre. Reconozco que Dios ha venido a suplirlo y que con ÉL y mi esposa e hijos estoy completo, pero aún así extraño a mi papá Miguel y lo hecho mucho de menos.
Dios nos conoce tanto que por ello antes que cualquier cosa, ÉL quiere que lo conozcamos como Padre. ¿Crees en Dios? Que bueno, pero lo importante no es creer en Dios, sino llegar a conocerlo de tal manera que ÉL sea quien controle nuestra vida, y para ello necesitamos establecer una intima relación con Dios. Muchos han creído en Dios pero no como Padre, sino como algo lejano, como una deidad o ídolo intangible y, por consiguiente, inalcanzable. No es suficiente con que creamos en Dios. Repito.
La Palabra de hoy habla acerca del querer y del hacer. Precisamente es Dios quien nos da tanto el querer como el hacer. ¿Pero que es el querer? El querer es tener ideas, sueños, metas, proyectos, anhelos, etc. Muchas veces nosotros no soñamos o no nos fijamos metas en grande por la carencia de carácter a causa de la falta del padre. Frases como “eso no es para mi”, “eso es para gente rica”, “nosotros nunca hemos tenido tal o cual cosa”, etc., se vienen arraigando en nuestra vida cuando no tuvimos una figura paterna que haya contribuido a formar nuestro carácter con su presencia y ejemplo. Claro está que hay muchos que tuvieron todo eso y no precisamente de su padre biológico sino de otro buen hombre. Gracias a Dios por la vida de estos hombres.
Sin embargo y volviendo a nuestro tema de la falta de padre, debemos de tener en cuenta que ese tipo de frases de ninguna manera tienen razón de ser porque nuestra vida no esta en función de lo que hace o tiene la demás gente o lo que la gente dice que somos. Nosotros somos lo que Dios dice que somos. Dios nos conoce aun más que nosotros mismos y ÉL es el único capaz de guiar nuestra vida hacia lo mejor, hacia lo excelente. Pero ojo, no solo el querer es necesario.
Dios también nos da el hacer. Cuando aceptamos la autoridad de Dios como Padre, Dios no solo nos da ideas, sueños, anhelos, metas, etc., sino también nos da la capacidad, el talento y los dones para hacerlo. Si no vemos a Dios como autoridad, como Padre, no vamos a lograr nada. El Señor no impone su autoridad, ÉL es un caballero y ÉL solo toma la autoridad en nuestra vida cuando nosotros se lo permitimos. Si queremos avanzar en la vida debemos reconocer que no sabemos o no conocemos de algo, lo que sea, y pedirle a Dios que nos aconseje. La vida es complicada y si nos apartamos de Dios se vuelve mucho más complicada.
“¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Dichoso el que teme al SEÑOR, el que halla gran deleite en sus mandamientos.” Salmos 112:1 (NVI)
Solo podemos temer a Dios cuando ÉL es nuestra autoridad y solo puede ser nuestra autoridad cuando nosotros se lo permitimos.
¡Decidamos ahora!
Permitamos que Dios haga en nosotros tanto el querer como el hacer, a fin de conseguir el favor de ÉL, pero eso solo sucede teniendo una relación de Padre e hijo con ÉL. Entonces, Dios permitirá, sin importar como estén nuestros hijos actualmente, que lleguen a ser grandes hombres de Dios, pero para que nuestros hijos lo logren y sobre todo nos obedezcan, debemos primero obedecer a Papá Dios.
Dios les bendiga abundantemente.
Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.