Diligencia indispensable.

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Proverbios 8: 17-19 (BDLA)

“Amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me hallarán.
Conmigo están las riquezas y el honor, la fortuna duradera y la justicia.
Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro, y mi ganancia es mejor que la plata escogida.”

Dios nos ha dotado de la capacidad y la sabiduría necesarias para saber escoger lo mejor; por ello es nuestra responsabilidad como hijos de Dios crecer y madurar en este aspecto. El problema en el pueblo de Dios muchas veces radica en no hacer nada y pensar que Dios es quien debe hacerlo todo.  Oramos y oramos y oramos, pero no actuamos.

Lo peor es que nos ponemos más espirituales que el mismo Dios nuestro Señor.  Incluso, si algo nos sale mal, hasta le echamos la culpa a Dios cuestionándole por qué lo permitió y, además, reprochándole que será Su responsabilidad el enmendarlo.

Ah, pero qué pasa cuando todo sale bien, entonces nuestra natural soberbia nos impide adoptar siquiera un gesto de gratitud a Dios. Lo curioso es que la gran mayoría de las veces somos nosotros mismos quienes atraemos las pruebas y tribulaciones por no consultar con Dios antes de tomar decisiones.

El deseo de Dios es que alcancemos un verdadero crecimiento en Su sabiduría, y que podamos dar buenos frutos de acuerdo a nuestro grado de madurez. Nuestras mejores palabras, pensamientos, reacciones y decisiones, deberán ser el reflejo de un crecimiento pleno en el que no se vive una vida de cualquier manera, sino basados en Su absoluta dirección, bajo una absoluta comunión con Dios.

Nuestra relación con Dios deberá comenzar a ser honorable; una relación de respeto donde se dé valor a todas las capacidades que ÉL nos ha dado para saber escoger; donde nos comprometamos con un estilo de vida que genere cambios y que impacte a los demás. Debemos desafiarnos como hijos de Dios a vivir sin temores, sin complejos, sin amarguras ni angustias; nuestro llamado es a una libertad en victoria y con gozo perpetuo donde Su presencia se haga manifiesta; donde podamos asegurar grandes bendiciones de restauración familiar, económica y de sanidad.

“Míos  son el consejo y la eficiente sabiduría; mía  es la inteligencia, y mía la valentía.” (Proverbios 8.14 BDLA)

En Dios está cada plan y su realización, pero además de ÉL proviene el juicio y la fuerza; esto nos indica que nuestro plan de vida solo debe estar fundamentado en ÉL y para ÉL, y no en personas que se sienten más santas e inmaculadas que Dios; por tanto, no olvidemos que la realización de nuestro propósito de vida depende absolutamente de nuestra relación con Dios.

Nuestros planes no se van a realizar si todo el mundo nos aplaude o las circunstancias están a nuestro favor; estos se realizarán solo si mantenemos una relación íntima con el Señor. Necesitamos consultar con Dios invariablemente, no podemos aceptar en nuestras mentes pensamientos ajenos a la sabiduría de Dios. Solo lo bueno, lo puro, lo amable y lo honorable deberá ser lo único que permitamos en nuestros pensamientos y que cada palabra que emitamos sea solo para edificación.

Para lograr que nuestros planes sean verdaderamente diferentes y alineados con los planes de Dios, necesitamos determinantemente establecer lazos fuertes e irrompibles con ÉL. Frente a cada responsabilidad que nos haya confiado, deberemos someter a ÉL nuestras fuerzas y clamar por Su dirección y respaldo.

Cada mañana debemos postrarnos delante de Dios, entregándole a cada familiar que nos haya ofendido, entregándole a aquellos colaboradores que no avanzan y no se comprometen, invitando a Dios a nuestro trabajo o empresa, dándole honra frente a toda persona, brindándole ese lugar de honor que solo ÉL se merece.

Si determinamos escoger solo lo mejor de la mano de Dios, aún cuando se quiera levantar todo tipo de oposición en nuestra vida, el solo aliento de nuestro Padre destruirá todo aquello que quiera ser piedra de tropiezo en nuestras vidas. Ello, se los aseguro y firmo.

Dios les bendiga grandemente.

 

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