“El SEÑOR dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.”
Dice la Palabra que donde hay dos o tres reunidos en el nombre del Señor Jesucristo, allí se encuentra ÉL, y cuando una familia decide trabajar y vivir en el nombre del Señor, allí estará Dios con esa familia.
La gente quiere escuchar toda clase de consejos y a veces creen que son reales, pero él único consejo verdadero es el de Dios nuestro Señor. El núcleo fundamental de la sociedad es la familia, y si las familias no escuchan el consejo de Dios, entonces a dónde llegaremos como sociedad.
Nunca hubo de por medio el consejo de Dios cuando un hombre le pega a una mujer, o cuando un hijo le falta el respeto a sus padres, o cuando un hombre llega embriagado a su casa y golpea a sus hijos. Si queremos prosperar como familia, necesitamos atender el consejo de Dios.
Los principios de Dios son universales. La vida no tiene sentido cuando creemos en Dios, sino cuando obedecemos a Dios. Determinemos desde hoy a ser personas que obedezcamos al Señor.
Cuando en un hogar hay ayuda, el hogar es exitoso. Los esposos debemos darnos ayuda mutua en los respectivos sueños que tengamos cada uno. Al interior del hogar hay grandes proyectos por nacer, lo único que necesitamos es ayuda mutua; no perdamos los sueños como familia, despojémonos del egoísmo, pensemos en el bienestar de cada uno de los miembros de nuestro hogar y trabajemos en equipo.
Declaremos en nuestra casa las promesas de Dios, que de nuestra boca salgan palabras de bendición.
Sirvámosle a Dios nuestro Señor, y eso significa tener un corazón dispuesto para hacer Su voluntad.
Josué conquistó la tierra prometida porque él tenía una disposición de servir junto con su casa en la obra de Dios. De nuestra boca solo deben salir palabras honorables y no palabras sucias. ¿Hacia dónde estamos llevando a nuestra familia? ¿Realmente estamos escuchando los consejos de Dios?
Dios les guarde siempre.
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