¿Nos llevamos bien con Dios?

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Job 22:21-23(RVA)

“»Trata, pues, de llevarte bien con Dios;
reconcíliate, y por ello te vendrá prosperidad.
Toma, pues, de su boca la instrucción
y pon sus dichos en tu corazón.
Si te vuelves al Todopoderoso, serás edificado.”

Cuando nos referimos a la amistad, realmente caemos en un concepto por demás subjetivo.  ¿Qué es? Un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

Si nos apoyamos en esta definición creo que estamos muy lejos de generar una cercanía con Dios.  Es por ello que si queremos tener una amistad con Dios, ello nos va a demandar de parte nuestra una compenetración y un compromiso tal, que debemos considerar varios aspectos importantes para alcanzar esa buena relación con el Señor.  A saber.

Si vamos a pretender tener esa buena amistad con Dios nuestro Señor, es necesario saber lo que no nos identifica con el Señor, lo que no le agrada, porque Dios es Santo, Santo, Santo. Así que, todo aquello que vaya en contra de la dignidad, la pureza, la verdad, la confianza y de una vida de fe, es pecado. Es necesario que saquemos de nosotros toda raíz de pecado porque no podemos convivir con eso. De ahí la importancia de madurar, para poder establecer el alimento sólido que es Cristo y de esa forma agradarle siempre a ÉL.  Para ello es necesario ARREPENTIRNOS, porque todo lo que sembramos es lo que cosecharemos, por eso no debemos sembrar en avaricia ni en amargura, porque es hacerlo para corrupción; pero si sembramos cosas buenas, amables y puras, entonces vamos a cosechar para la vida eterna.

Debemos volver a tener en común todas las cosas y los mismos conceptos, y para lograrlo, debemos lograr la pureza y aprender a depender de Dios y no hay nada más perverso y engañoso que el corazón del hombre; y es que separados de Dios nada podemos hacer (Juan 15: 58), de ahí la necesidad de RECONCILIARNOS con Dios.  ¿Cómo? Alimentándonos de Dios; buscarlo con un corazón sincero; permitir que la Palabra de Dios penetre en lo profundo de  nuestro corazón, de tal manera que esa Palabra se convierta en nuestra forma de hablar;  cuando sus pensamientos están en los nuestros; cuando aprendemos a depender solamente de Dios y de su amor, no de las personas y menos de sus actitudes, y por esa razón, tratamos a la gente con el amor que ÉL nos ha dado.

Otro aspecto importante es volver a su estado original las cosas que se han dañado. Sólo Dios puede hacerlo. Solo Dios puede RESTAURAR todas las cosas a su estado original. Toda palabra negativa o actitudes que dañaron nuestro hogar, empresa, matrimonio, etc. Para ello es importante y necesario confesar, arrepentirnos y apartarnos, para luego pedirle a Dios que nos restaure.

Así como todo lo que sale de la boca de Dios produce vida, nuestra boca debe dar palabras buenas, que produzcan vida eterna; no matemos la fe de otros. Debemos reconocer que necesitamos la restauración, sin embargo, es necesario confesar nuestro pecado, debemos confesar nuestra falta a quien hayamos ofendido, pero debemos hacerlo directamente sin buscar intermediarios, porque hasta en tanto no se confiesa o se pide perdón a la otra persona, no viene la restauración a nuestra alma y por supuesto a quien hayamos ofendido. La restauración no se da sin arrepentimiento; pero para dejarte restaurar, tiene que ser a la manera del Señor, no a nuestra manera, porque debemos permitir que la disciplina sea ejercida en nuestra vida, debemos permitir pasar por el desierto que trae el dolor de la disciplina, porque es ahí donde se quema toda nuestra inmundicia.

Si somos sabios y obedientes para pasar por el arrepentimiento, reconciliación y restauración, sin duda alguna vendrá la RESTITUCIÓN. Esta es sumamente importante y se trata de devolver en lo posible todo lo que se nos quitó un día, y esa restitución puede ser en lo espiritual, emocional y financiero. Restitución significa restablecer todo en el estado que antes tenía. Volver al lugar de donde nos habíamos salido

Nunca disfrutaremos de la gloria y la unción de Dios si no hay restitución. No es posible decir “amo a Dios” y no ganar un alma para Cristo; de qué fe estamos hablando, eso es pura religión, puro fariseísmo, puras palabras vacías.

Hagamos lo que tengamos que hacer y con quienes tengamos que restituir, si es a Dios, a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos, en fin, es importante hacerlo con quien le hayamos fallado. Esa es la vida de restitución para quienes nos llamamos hijos de Dios.

La amistad con Dios es imprescindible, invaluable y exige todo de nosotros. La amistad con Dios no da espacio para compromiso con personas, escenarios o situaciones que no tengan identidad con la persona de Jesús. La amistad con Dios no es simplemente un asunto de simpatías, es un asunto de compromiso y entrega absoluta. Es cosa de valientes.  ¿Tú lo eres?

¿Quieres ser amigo de Dios?

Dios les bendiga abundantemente.

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