Naturaleza divina (tercera parte)

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2 Pedro 1: 3-8 (RV60)

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.”

En la segunda parte de nuestro estudio hablábamos de que la Palabra nos pide poner toda diligencia, esto es, poner cuidado, prontitud, agilidad y eficiencia en todo lo que hagamos, pero particularmente nos pide diligencia para añadir a nuestra fe una serie de atributos.  Ya añadimos a nuestra fe virtud, a la virtud añadimos conocimiento, y al conocimiento añadimos dominio propio.  Continuemos entonces.

AÑADIR A LA PACIENCIA, PIEDAD. Hasta aquí todo tenía que ver con nosotros, es decir, la fe, el conocimiento, el dominio propio y la paciencia, tiene que ver con nosotros, con la parte interna de nuestra persona.

Ahora, lo que tenemos que añadir, tiene que ver con los demás, con quienes están a nuestro alrededor. Entramos en una dimensión de madurez y carácter que empieza bendecir a otros, si no tenemos lo primero, será muy difícil ser de bendición a los demás. Ahora, la firmeza nos hace pensar en los demás, a tener misericordia.

Dios nos permite ver la miseria de la vida y tenemos piedad de la condición del hermano. Tenemos un carácter capaz de bendecir a los demás. Y ese es el carácter de Cristo.  Hay un versículo en el que Jesús se refirió al pueblo como ovejas sin pastor:

“Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. (Mateo 9: 36 RV60)

Ahora tenemos un sello inconfundible, tenemos todo ello, desde la fe hasta la paciencia, ahora podemos tener compasión. Aquello que nos impulsa a actuar en favor de los demás, pensar en las necesidades de otros, empezamos a tener un carácter que se refleja en nuestro accionar con otros.

AÑADIR A LA PIEDAD, AFECTO FRATERNAL. El afecto fraternal nos habla del amor de hermanos, este afecto disuelve la contienda personal y las desatenciones de unos con otros. Nos permite ocuparnos de nuestro enemigo real: Satanás. Ese afecto fraternal es el que nos asemeja a Cristo, ese don providencial, rebosante de benevolencia, que provee una fiesta de amor a todos los que ministramos en el nombre de Jesús.

A veces, es mucho más fácil demostrar afecto por aquellos que acabamos de conocer que con alguien que ya conocemos desde hace tiempo. Casi nunca pensamos en honrar con quien convivimos diariamente. El afecto fraternal nos lleva a hacernos cargo de la vida de los hermanos que tenemos cerca, muchas veces menospreciamos a quien ya conocemos, eso nos muestra que nuestro afecto fraternal debe ser ejercitado, es alguien que puede ver a su hermano como superior a sí mismo.

AÑADIR AL AFECTO FRATERNAL, AMOR. El amor todo lo puede, todo lo soporta, el amor cubre multitud de pecados.  Si analizamos la palabra dice que cubre, no los encubre. Quiere decir que el amor de Dios no se desanima con la gente cuando comete errores, sino que permanece creyendo en ellos aun y cuando fallen. Si tenemos amor, hemos de ver a los hermanos. Ama a Dios y a tu prójimo, el amor o acción de amar nace de una decisión, es capaz de perdonar aunque no lo sintamos. Cuando decidimos perdonar, Dios pone el sentimiento de perdón en nuestras vidas.

Al final de la Palabra que hoy nos ocupa, en el versículo 8, nos dice:

“Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejarán ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento del Señor Jesucristo”.

Precisamente este es el nivel del fruto del Espíritu que quiere Dios en cada uno de nosotros, ya que entonces no habrá nada que pueda contra nosotros. Es aquí cuando se confirma que tenemos un carácter probado y aprobado.

Si esto abunda, no nos dejará estar ociosos, no aguantaremos sin trabajar en la obra del Señor, no estaremos ociosos a hacer lo malo. Tendremos el fruto del Espíritu.

Tenemos que ir mas allá de nuestra fe, dice la Palabra: PORQUE TENIENDO ESTAS COSAS NO CAERÉIS JAMÁS, y seremos más que vencedores.

Si sentimos que necesitamos que Dios nos levante, porque hemos caído, entonces digámosle Señor creo en ti, perdóname, quiero ser más que vencedor. Tengo esperanza de levantarme y seguir caminando. Ayúdame Señor a caminar este camino, ayúdame y dame la fuerza para añadir a mi fe todas estos atributos, para poder caminar en tu carácter Señor Jesucristo.

 

Dios les bendiga grandemente.

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