“Y el que estaba sentado en el trono dijo: «¡Miren, hago nuevas todas las cosas!». Entonces me dijo: «Escribe esto, porque lo que te digo es verdadero y digno de confianza».”
Jesucristo es el único que tiene el poder para hacer nuevas todas las cosas, porque el clavó todo lo malo en la cruz del calvario. Cuando nosotros somos fieles a Dios, permitimos, espiritualmente hablando, que la cruz absorba todo lo malo que ha perseguido nuestra vida, todo lo malo que nos ha robado oportunidades, que nos ha quitado la paz.
No es la religión, ni la religiosidad, ni la tradición, ni los rituales, lo que hace nuevas todas las cosas, por supuesto que no. Eso solo le corresponde a nuestro Señor Jesucristo.
Pocas veces hemos sido sensibles con lo que Dios hace por nosotros; ÉL no está en nuestra contra, Dios está a favor de nosotros. Necesitamos saber que Dios cada día quiere abrazarnos, llenarnos de su sabiduría y alegrarnos con Sus bendiciones, pues somos Sus hijos.
“En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!” (Eclesiastés 2:26 NVI)
Cuando queremos comenzar algo y deseamos en lo profundo de nuestro corazón que esos nuevos comienzos se hagan una realidad, es indispensable agradar primero a Dios nuestro Señor. Cada día Dios anhela nuestra felicidad, ÉL es el más interesado en que nos vaya bien en la vida. Nosotros no estamos solos, tenemos a nuestro Papá Dios acompañándonos.
Tenemos que aprender a amarnos. Nosotros somos lo más valioso para Dios. Mientras no aprendamos a querernos, amarnos y aceptarnos como somos, no vamos a poder disfrutar nuestra vida con los demás. Solamente vamos a tener buenas relaciones con los demás cuando tengamos una buena relación con Dios y nos aceptemos a nosotros mismos como somos.
Dios quiere que vivamos en gozo por causa de ÉL y no de lo que el mundo nos ofrece.
“»Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial.” (Mateo 5:14-16 NTV)
Nosotros somos luz por causa de Cristo y cuando ÉL no habita en nosotros corremos el riesgo de que la amargura haga nido en nuestro corazón. Un matrimonio no se restaura o una empresa no se levanta cuando hay amargura en nuestro corazón. La amargura aleja la gente, si nos pasamos todo el día peleando, nadie va a querer estar cerca de nosotros. Hay gente que lejos de reflejar luz, lo que muestra son tinieblas en su vida. Dios no quiere eso para nosotros.
Todos cometemos errores, todos nos equivocamos, pero Dios es justo y ÉL sabe que somos imperfectos y que cada día podremos ir mejorando. Si hemos caído o nos hemos equivocado, pidámosle perdón a Dios y sigamos adelante, porque el Señor no se acuerda de los pecados porque ya nos ha perdonado.
“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” (Isaías 43:18-19 RV60)
Debemos de concentrarnos en hacer lo que le agrada a Dios. ¿Quitemos de nuestra cabeza que la vida es sufrida? Para tener nuevos comienzos hay que tener una mentalidad nueva. Dios no nos trajo al mundo a sufrir, sino para que fuéramos felices y nos preparáramos para la vida eterna.
“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón.
Cada mañana tenemos que salir de nuestra casa pensando que Dios tiene lo mejor para nosotros; gocemos la vida, Jesús no fue a la cruz para que sigamos sufriendo. En la medida que levantemos los muros de nuestra autoestima y de nuestra fe, el diablo no tiene como hacernos caer.
¿Por qué en muchas ocasiones como cristianos pedimos perdón por un pecado pero volvemos a caer? Porque Satanás trae acusación y condenación sobre nosotros, haciéndonos indignos del amor de Dios, cayendo hasta el suelo nuestra autoestima, debilitándonos y haciendo que la siguiente prueba nos haga caer en pecado otra vez.
Si queremos acabar con la acusación y condenación que el enemigo trae a nuestras vidas por nuestros errores y equivocaciones, debemos acudir a nuestro poderoso Dios arrepentidos, buscando en oración que ÉL nos perdone y nos limpie de todo ello. ÉL es bueno y misericordioso para perdonarnos, ÉL es nuestro Papá a quien podemos acudir y pedirle su perdón y protección. Dios quiere lo mejor para nosotros, porque Su Hijo Jesucristo nos hizo nuevas criaturas.
Dios les bendiga grandemente.
Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.