Salmos 63:1-4 (NTV)
“Oh Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua. Te he visto en tu santuario y he contemplado tu poder y tu gloria. Tu amor inagotable es mejor que la vida misma, ¡cuánto te alabo! Te alabaré mientras viva, a ti levantaré mis manos en oración.”
En publicaciones anteriores aprendíamos como en medio de la alabanza de Pablo y Silas se rompían las cadenas que los apresaban (Hechos 16:25-26).
En el versículo de hoy leemos que alabar a Dios también es proclamar palabras de amor, bendición, honor y gloria a Dios, pero también vemos una actitud de total rendición a ÉL parte de David.
Cabe mencionar que David en ese tiempo se encontraba en el desierto, solo y siendo perseguido por su propio hijo que lo quería matar. Tremenda su situación y todavía tenía el ánimo para alabar a Dios. Que gran enseñanza.
Cuántos de nosotros estamos o hemos estado en el desierto de una tribulación, sentimos que nuestra alma desfallece y nuestras fuerzas son nulas.
Primeramente David empieza por reconocer a Dios como su Dios, él estaba afirmando una relación e intimidad con ÉL; David estaba afirmando el lugar de preeminencia Dios en su vida y rindiendo su corazón a ÉL. Cuanto más débil y perseguido se sentía, David acudió a Quien todo lo puede.
“Pues el SEÑOR es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; él cuidará de nosotros y nos salvará.” (Isaías 33:22 NTV)
David habla de la prioridad de Dios en su vida, y entonces viene la pregunta: ¿En qué lugar de nuestra vida está Dios? ¿Cuándo despertamos nuestro primer pensamiento es Dios?
“Sácianos cada mañana con tu amor inagotable, para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra vida.” (Salmos 90:14 NTV)
Declaraba David : “…Mi Alma tiene sed de ti, mi cuerpo te anhela en tierra seca y agotada donde no hay agua…”
David estaba en un desierto, pero antes de sus necesidades físicas, él reconoce su necesidad espiritual, él reconoce que necesita de Dios; recordemos que si buscamos primeramente el reino de Dios todo lo de más nos será añadido.
“Como el ciervo anhela las corrientes de las aguas, así te anhelo a ti, oh Dios.” (Salmos 42:1 NTV)
Después David dice “…te he visto en tu santuario, he contemplado tu poder y tu gloria…” David sabe bien cuan grande es el amor de Dios y entonces declara que le va a alabar por siempre.
Cada parte del cuerpo y alma de David estaba en total rendición a Dios, su alma, su cuerpo, sus ojos, su corazón; así es como el Señor desea que estemos todos nosotros, que aún en los momento más difíciles no desistamos en buscarle, que nuestra boca no solo cante sino que también declare: “Padre hermoso, solo te tengo a ti y fuera de ti nada hay, te anhelo, te necesito, eres maravilloso.”
“¡Grande es el SEÑOR, el más digno de alabanza! Nadie puede medir su grandeza.” (Salmos 145:3 NTV)
Cuando pasamos por una situación difícil lo que determina que salgamos de ella, sin lugar a dudas, es el lugar que ocupa Dios en nuestra vida. La situación que estaba viviendo David no era precisamente para estar alabando a Dios; sin embargo, el lugar de preeminencia que Dios tenía en su vida lo llevó a disponer su corazón para alabarle y glorificarle en medio del desierto.
Dios les bendiga grandemente.
Erika.
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