Un evangelio sin palabras

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1 Tesalonicenses (1:8–9 NTV)
“Y ahora, la palabra del Señor está siendo anunciada, partiendo de ustedes a gente de todas partes, aun más allá de Macedonia y Acaya, pues adondequiera que vamos, encontramos personas que nos hablan de la fe que ustedes tienen en Dios. No hace falta que se la mencionemos, pues no dejan de hablar de la maravillosa bienvenida que ustedes nos dieron y de cómo se apartaron de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero.”

Es impresionante en esta Palabra como el apóstol Pablo expresa su gratitud a Dios por los fieles creyentes de Tesalónica.

Esto es tremendo porque a ninguna otra iglesia el apóstol Pablo la puso como modelo, y no solo para los no creyentes, si no también para los cristianos. El impacto del ejemplo de los tesalonicenses como seguidores fieles de Cristo, había divulgado la Palabra de Dios no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en otros lugares de la Grecia de esa época.

Pero lo más impresionante es que la divulgación de la Palabra más allá de Macedonia y Acaya no obedeció propiamente a la predicación del Evangelio de Cristo, sino que fue el resultado de la fe que vieron los habitantes de esas localidades en los creyentes de Tesalónica.

Y así fue. Grecia entera no necesitó ninguna predicación verbal del Evangelio, pues la conducta cristiana de los fieles de Tesalónica era impresionantemente apegada a la Palabra de Dios, ya que fue un tremendo reflejo del gran ejemplo que el apóstol Pablo mostró como siervo de Cristo.

Simple y sencillamente en este pasaje se confirma una vez más que el carácter de Cristo se multiplica en cada uno de nosotros, como consecuencia del liderazgo espiritual que tenemos enfrente, cuando ese liderazgo predica con el ejemplo, cuando el actuar o proceder de ese liderazgo es congruente con la Palabra.

Esto una vez más confirma que la fe se ve, por supuesto que la fe se puede ver.

La conducta cristiana de aquellos fieles de Tesalónica no fue más que el resultado de la semilla del ejemplo que el apóstol Pablo sembró en cada uno de los creyentes.

¿Y qué reflejaban estos creyentes?

“Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes y continuamente los tenemos presentes en nuestras oraciones. Al orar a nuestro Dios y Padre por ustedes, pensamos en el fiel trabajo que hacen, las acciones de amor que realizan y la constante esperanza que tienen a causa de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 1:2-3 NTV).

Simplemente reflejaban las tres más grandes virtudes al estar llenos del Espíritu Santo: fe, esperanza y amor.

Así es. El carácter de Cristo era evidente en ellos.

“…pensamos en el fiel trabajo que hacen,…” El apóstol Pablo aquí habla de la obra de la fe de los creyentes. Es impresionante como nos enseña que nuestra fe no solo nos hace salvos, sino que también nos hace actuar en fidelidad a Dios.

“…las acciones de amor que realizan…” Cuando hay en nosotros el verdadero amor de Dios, estamos dispuesto a hacer el bien a nuestro prójimo y mayormente a nuestra familia.

“…y la constante esperanza que tienen…” Se refiere a soportar el peso de tribulaciones y adversidades, pero no desde un punto de vista de resignación a sufrir pasivamente, sino más bien de cómo saber esperar con la fortaleza que solo Dios nos puede dar.

Pensemos detenidamente en esto: ¿Realmente se ha reflejado en nosotros el carácter de Cristo, ya sea en nuestro diario servir a Dios, o ya sea en los actos y acciones que realizamos para los demás (no solo nuestra familia), o ya sea en nuestra fortaleza para saber esperar en cualquier tipo de circunstancia?

Si bien es cierto es la gracia de Jesucristo lo único que necesitamos, también es cierto que tiene mucho que ver el ejemplo de nuestros líderes espirituales, porque como ya aprendimos hoy:

El Evangelio más poderoso no es el que se predica verbalmente, sino el que se predica con el ejemplo, el que se refleja en una conducta congruente con la Palabra de Dios. Recordemos que el cuerpo es el reflejo de la cabeza.

Dios les bendiga grandemente.

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