El mejor guía.

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Salmos 143:10 (RV60)

“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.”

Nunca falta en toda oración que hagamos, ya sea a solas o en grupo, el pedir que Dios haga su voluntad en nuestras vidas. De hecho, la oración del Padre Nuestro nos lo enseña al pedir a nuestro Padre Dios que haga Su voluntad en la tierra como en el cielo.

Sin embargo, una cosa es pedir que Dios haga su voluntad en nuestra vida, y otra cosa muy diferente es que nosotros hagamos la voluntad de Dios.  Analizándolo detenidamente nos podremos percatar que no es lo mismo.

Sin duda alguna para Dios es muy fácil hacer Su voluntad en nuestra vida, porque simplemente ÉL todo lo puede, porque para Dios no hay imposibles. Realmente lo difícil es que nosotros hagamos la voluntad de Dios. Vaya que si.

La Palabra de hoy es bastante poderosa, porque a pesar de la sencillez en su escritura conlleva dos grandes verdades.  Por un lado, nos muestra la magnificencia de Dios delante de nosotros, como simples mortales, y la enorme necesidad que tenemos del Espíritu Santo para poder hacer la voluntad de Dios. Como lo hemos dicho anteriormente, para obedecer a Dios (hacer Su voluntad), necesitamos de Dios.

Es un hecho innegable que para pedir a Dios que nos ENSEÑE a hacer Su voluntad es necesaria la humildad y sumisión a Dios de parte nuestra. Es necesario reconocer su maravillosa majestad y poder. También es un hecho innegable que la desobediencia en que incurrimos todos nosotros es el resultado  de nuestra grande ignorancia en la Palabra de Dios, pues ésta sin duda es la que nos da la verdadera sabiduría:

“Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla.” (Santiago 1:5 NTV).

No basta con pedir que Dios haga Su voluntad, pues para ÉL nada es imposible.  No basta el “querer hacer” la voluntad de Dios, porque solos no podemos hacerlo. Es necesario que Dios mismo nos enseñe a HACER Su Santa voluntad y la única manera es teniendo una constante relación personal con Dios nuestro Señor.

¿Por qué es difícil hacer la voluntad de Dios?

Porque somos propensos a hacer siempre nuestra “santa” voluntad o lo que nos da en gana. O porque somos propensos a obedecer a los hombres creyendo obedecer a Dios.

No basta tampoco conocer la voluntad de Dios, ni tampoco es necesario hacer un recuento de nuestros atributos y virtudes para poder determinar que tan difícil será hacer la voluntad de Dios, repito, porque solos en nuestras fuerzas y capacidades es imposible hacerlo. Para ello resulta necesaria la constante dirección del Espíritu Santo, la constante comunión con el Espíritu Santo.

Es imprescindible el consejo y dirección del Espíritu de Dios para llegar seguros a esa “tierra de rectitud”, y es aquí donde se confirma que el único y verdadero camino para poder lograrlo es precisamente Jesucristo.

“Jesús le contestó:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí.” (Juan 14:6 NTV)

Es por ello que cuando se habla de hacer la voluntad de Dios nuestro mayor y único modelo a seguir es precisamente Jesucristo.  ¿Por qué Jesucristo? Porque Jesucristo nos enseñó lo que realmente significa hacer la voluntad del Padre; porque Jesucristo siempre obedeció a Dios Padre; porque todos los milagros, prodigios y enseñanzas de Jesucristo provenían de Dios Padre.

“Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo según Dios me indica. Por lo tanto, mi juicio es justo, porque llevo a cabo la voluntad del que me envió y no la mía.” (Juan 5:30 NTV).

“Todo el que quiera hacer la voluntad de Dios sabrá si lo que enseño proviene de Dios o sólo hablo por mi propia cuenta.” (Juan 7:17)

No nos resignemos a pedir que Dios haga su voluntad aquí en la tierra como en el cielo. No. Es más importante y de mayor mérito que también busquemos hacer la voluntad de Dios, siempre bajo la comunión con el Espíritu Santo, a fin de ser guiados por el único y verdadero camino que es Jesucristo, el único y verdadero camino que nos lleva con Papá Dios.

Dios les bendiga abundantemente.

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