Tardos para hablar.

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Santiago 3.7-12 (NTV)
“El ser humano puede domar toda clase de animales, aves, reptiles y peces, pero nadie puede domar la lengua. Es maligna e incansable, llena de veneno mortal. A veces alaba a nuestro Señor y Padre, y otras veces maldice a quienes Dios creó a su propia imagen. Y así, la bendición y la maldición salen de la misma boca. Sin duda, hermanos míos, ¡eso no está bien! ¿Acaso puede brotar de un mismo manantial agua dulce y agua amarga? ¿Acaso una higuera puede dar aceitunas o una vid, higos? No, como tampoco puede uno sacar agua dulce de un manantial salado.”

Hay un arma letal que los seres humanos usamos con frecuencia, ya sea para defendernos, ya sea para lastimar a otros, o bien, para comunicar de más a otras personas respecto de algunas cosas.

Si leemos detenidamente cómo nos dice la Palabra que hasta peces podemos domar, realmente yo no me imagino domando un pez. Pero la Palabra de hoy nos dice que es más fácil domar a tal especie animal, que domar nuestra lengua. Vaya que Dios nos conoce verdaderamente.

Es muy común que justifiquemos la ofensa dada a otra persona en nuestro enojo, y no nos detenemos a pensar en el daño causado.

A muchos nos tocó crecer en un hogar violento, donde papá y mamá se dirigían a nosotros con palabras fuertes y ofensivas, palabras que lastimaron más que un golpe, palabras que dañaron nuestro corazón, palabras que durante años hicieron un eco hiriente en nuestras vidas.

Nuestra boca tiene poder y con ella bendecimos o maldecimos, aquí no hay término medio, así que pongamos atención en lo que decimos, o más bien si no tenemos nada bueno que decir, pues mejor NO lo digamos.

Es importante que los que somos padres (papá y mamá) cuidemos el corazón de nuestros hijos y sembremos en ellos palabras de bendición, para que su vida no sea contaminada; sembremos en ellos palabras de vida y no de muerte y con ello me refiero a que con una sola palabra, en un momento de enojo, podemos lastimar el alma de nuestros hijos de por vida y herirlos como algún día nosotros lo fuimos.

“Lo que entra por la boca no es lo que los contamina; ustedes se contaminan por las palabras que salen de la boca.” (Mateo 15:11 NTV)

“Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón.” (Lucas 6.45 NTV)

Al momento de abrir nuestra boca se evidencia nuestro corazón. Si tenemos un corazón con amargura, envidia y celos, pues ya sabemos todo lo que saldrá de nosotros, es por ello que en el versículo de hoy vemos que NO está bien alabar a Dios y maldecir al prójimo; por el contrario, la Palabra nos dice que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

“No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan.” (Efesios 4:29 NTV)

El Señor nos da la autoridad para cancelar toda palabra que hayamos recibido o que hayamos dado. Está en nosotros el rechazar toda palabra de maldición y condenación que sea levantada en contra nuestra, como también está en nosotros cancelar toda palabra de maldición y condenación que haya salido de nuestra boca, y empezar a proclamar todo lo bueno de Dios.

“Y te daré las llaves del reino del cielo. Todo lo que prohíbas en la tierra será prohibido en el cielo, y todo lo que permitas en la tierra será permitido en el cielo.” (Mateo 16:19 NTV)

“Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” (Santiago 1.21 NTV)

La única forma que nuestra lengua puede ser controlada es abrazando en nuestro corazón la Palabra de Dios, porque si nos llenamos de la Palabra hablaremos Palabra. No seamos personas negativas, pesimistas o mal pensadas al hablar, porque aun nosotros mismos nos perjudicamos con lo que decimos.

Hablemos palabra de vida y NO de muerte.

Hablemos palabras de salud y NO de enfermedad.

Hablemos palabra de riqueza y NO de pobreza.

Hablemos palabra de bendición y NO de maldición.

Dios les bendiga grandemente

Erika

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