Lucas 6:46-49 (NTV)
“»Así que, ¿por qué siguen llamándome “¡Señor, Señor!” cuando no hacen lo que digo? Les mostraré cómo es cuando una persona viene a mí, escucha mi enseñanza y después la sigue. Es como una persona que, para construir una casa, cava hondo y echa los cimientos sobre roca sólida. Cuando suben las aguas de la inundación y golpean contra esa casa, esta queda intacta porque está bien construida. Pero el que oye y no obedece es como una persona que construye una casa sin cimientos. Cuando las aguas de la inundación azoten esa casa, se derrumbará en un montón de escombros».”
Como seguidores de Jesús estamos conminados a hacer lo que ÉL quiere que hagamos, pues al ser obedientes a Jesús estamos realmente haciéndolo el Señor de nuestra vida. De nada sirve ir cada domingo a la iglesia y cargar con nuestra Biblia para todos lados si nuestra conducta no refleja al Señor Jesús.
En esta Palabra existen tres verdades importantes que nos ayudarán de manera clara y sencilla para hacer de Jesucristo el Señor de nuestras vidas:
En primer lugar, debemos buscar tener una relación con Dios. Como creyentes tenemos que vivir en constante contacto con Dios, debemos vivir en una constante comunión con ÉL. No basta con buscarle, tenemos que encontrarle.
Dios mismo nos asegura el encuentro con ÉL: “Amo a todos los que me aman. Los que me buscan, me encontrarán. (Proverbios 8:17 NTV)
En segundo lugar debemos oír la Palabra de Dios para fortalecer nuestra fe. Este punto esta íntimamente relacionado con el anterior. Ya hemos estudiado acerca de la importancia de nuestra fe para encontrarnos con Dios. La Palabra misma nos dice en Hebreos 11:6 que el que se acerca a Dios debe creer que le hay.
¿Pero cómo viene la fe a nosotros? ¿Cómo podemos hacer que nuestra fe crezca? ¿Cómo podemos hacer que nuestra fe se fortalezca poderosamente? Oyendo la Palabra. Romanos 10:17 (NVI) nos dice “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.”
Y en tercer lugar debemos testificar como hacedores de la Palabra de Dios.
Dice la Palabra en Santiago 1:22 “Pero sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”
Así es. No basta con solo oír la Palabra. No. Todos tenemos la libertad de acercarnos al Señor, a todos se nos ha dado la Palabra, pero lo que marca la gran diferencia es si realmente la estamos poniendo por obra, es si realmente se ha hecho carne en nosotros.
A lo largo de nuestra vida se nos ha enseñado que el ir cada domingo a la iglesia para oír la Palabra es suficiente. Bueno, eso dice el hombre común. Pero lo que realmente quiere Dios nuestro Señor es que la pongamos en práctica. Cuando nosotros estamos en intimidad con Dios y estamos atentos a Su voz, entonces ÉL obra en nuestro corazón viene la FE a nosotros y consecuentemente somos transformados para la gloria de Cristo Jesús.
Cuando somos transformados de esa manera, es cuando realmente estamos haciendo a Cristo como nuestro Señor y Salvador de nuestras vidas, quedando entonces Su Palabra hasta lo mas profundo de nuestro corazón, quedando nuestra vida bien cimentada sobre la Roca: Jesucristo.
Ninguno de nosotros estamos exentos de malas situaciones, problemas, pruebas, enfermedades, infidelidades, desempleo, etc., pero cuando nuestra vida tiene como fundamento a Jesucristo, seremos como esas palmeras que cuando vienen vientos y tempestades fuertes son sacudidas de un lado a otro, pero nunca podrán ser arrancadas de aquellas raíces de paz y amor en el cual estamos plantados.
Es una promesa: “Pues él me ocultará allí cuando vengan dificultades; me esconderá en su santuario. Me pondrá en una roca alta donde nadie me alcanzará.” (Salmos 27:5 NTV)
Los tiempos actuales son tiempos violentos, son tiempos de escases, son tiempos de crisis, son tiempos de guerras, son tiempos de epidemias, son tiempos verdaderamente adversos, y cada vez se ponen peor, pero si nosotros construimos nuestra vida, nuestro hogar, nuestra familia y nuestro trabajo sobre la roca firme, con toda seguridad saldremos ilesos, porque Jesucristo vino a que tengamos vida y que la tengamos en abundancia, porque tenemos Sus promesas:
“Espero en silencio delante de Dios, porque de ÉL proviene mi victoria. Solo ÉL es mi roca y mi salvación, mi fortaleza donde jamás seré sacudido. (Salmos 62:1-2 NTV)
Dios les bendiga grandemente.
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