¡Seamos instrumentos!

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Hechos 9:19-19 (NVI)
«Ahora bien, había un creyente en Damasco llamado Ananías. El Señor le habló en una visión, lo llamó: 
—¡Ananías! 
—¡Sí, Señor! —respondió. 
El Señor le dijo: 
—Ve a la calle llamada Derecha, a la casa de Judas. Cuando llegues, pregunta por un hombre de Tarso que se llama Saulo. En este momento, él está orando. Le he mostrado en visión a un hombre llamado Ananías que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. 
—¡Pero Señor! —exclamó Ananías—, ¡he oído a mucha gente hablar de las cosas terribles que ese hombre les ha hecho a los creyentes de Jerusalén! Además, tiene la autorización de los sacerdotes principales para arrestar a todos los que invocan tu nombre. 
El Señor le dijo: 
—Ve, porque él es mi INSTRUMENTO elegido para llevar mi mensaje a los gentiles y a reyes, como también al pueblo de Israel; y le voy a mostrar cuánto debe sufrir por mi nombre. 
Así que Ananías fue y encontró a Saulo, puso sus manos sobre él y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, quien se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». Al instante, algo como escamas cayó de los ojos de Saulo y recobró la vista. Luego se levantó y fue bautizado. Después comió algo y recuperó las fuerzas.»

Si hay un testimonio grandioso de Dios nuestro Señor en su Palabra, es sin duda alguna el Apóstol Pablo. Lo que la Palabra nos describe después de que él recobró la vista es conocido por todos los que creemos en Jesucristo el Hijo de Dios, es conocido por todos los cristianos. Todos conocemos y hemos leído las cartas que este tremendo siervo del Señor escribió a los Romanos, a los habitantes de la isla de Éfeso, a los Corintios y muchos más.

Fue un perseguidor incansable e implacable de los cristianos en los tiempos posteriores a la muerte y resurrección de Jesús, pero también fue el hombre más usado de manera impresionante por el Espíritu de Dios para llevar el evangelio de Jesucristo más allá de Jerusalén. El Apóstol Pablo es sin duda un ejemplo grandioso y sobrenatural de lo que la comunión con nuestro Señor Jesucristo puede hacer en nuestras vidas.

Así como el Apóstol Pablo fue instrumento de Jesucristo para hacer lo que hizo, todos hemos sido llamados a hacer lo mismo y no necesariamente predicando detrás de un púlpito. Tenemos que romper con el estereotipo de que únicamente la persona que está detrás del púlpito puede predicar la Palabra. No podemos conformarnos con ello.

Yo me atrevo a asegurarles que la congruencia de nuestros actos con lo que dice la Palabra de Dios, convence e impacta más a las personas, que cuando se está detrás de un púlpito.

Quienes creemos en el Hijo de Dios estamos conminados a ser instrumentos de bendición para con los demás, mayormente con quienes no creen o para quienes tienen otras prioridades en su vida.

Quienes creemos en el Hijo de Dios estamos conminados a ser instrumentos de bendición con nuestra boca, con nuestras palabras, con nuestros medios o recursos.

Quienes creemos en el Hijo de Dios estamos conminados a ser hacedores de la Palabra.

Quienes creemos en el Hijo de Dios estamos conminados a enseñar la Palabra de Dios, no cayendo en una religiosa obstinación e intransigencia. Siempre con respeto, siempre en amor.

Quienes creemos en el Hijo de Dios estamos conminados a predicar la Palabra siempre primero con nuestro ejemplo.

En este tema de la enseñanza de la Palabra y de ser instrumentos de Dios, yo soy de la idea que debemos primeramente llamar la atención de los demás de manera positiva, y que mejor que llevando una vida congruente con la propia Palabra. Ojo no hablo de una vida perfecta y sin problemas. Ello no existe. Me refiero a llevar una vida confiada y sustentada en el Señor Jesucristo. Sustentados en esa paz y sabiduría que solo ÉL nos da, a fin de solventar o soportar cualquier prueba que llegue a nuestra vida.

Llevar una vida sustentada en Jesucristo para ser poderosos instrumentos de bendición se ve. Llevar una vida sustentada en Jesucristo para ser poderosos instrumentos de bendición se siente.

Apelo al amor que nunca deja de ser, al amor que todo lo soporta y que seguramente obra en la vida de cada uno de Ustedes, a que hagamos precisamente de nuestras vidas instrumentos de bendición, instrumentos de exhortación, instrumentos de apoyo, instrumentos de consolación e instrumentos de todo aquello de «buen nombre», como dijo el Apóstol Pablo.

Dios les bendiga y les use tremendamente.

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