Santiago 1:5-8 (NTV)
“Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. Esas personas no deberían esperar nada del Señor; su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen.”
Ya hemos estudiado que la toma de decisiones es algo que hacemos todos los días, y sin duda tomar decisiones es la clave para el éxito o el fracaso. Las decisiones que tomamos afectan nuestra vida para siempre, tenemos que tomar decisiones desde que abrimos los ojos por la mañana al despertar hasta que los cerramos por la noche para dormir.
Cuando somos indecisos e inconstantes, no vamos a recibir nada de parte de Dios. Si queremos recibir las grandes bendiciones del Señor, debemos tomar grandes decisiones y ser constantes con nuestras decisiones. Es vital para la vida natural y para la vida espiritual, pues podemos pedirle mucho a Dios, pero si no cumplimos estos dos principios no vamos a recibir nada.
Necesitamos tener convicciones y determinaciones profundas. La razón principal por la que no tomamos decisiones es porque tenemos temores. El temor nos esclaviza y paraliza, por eso debemos recordar que Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de Poder, Amor y Dominio Propio (2 Timoteo 1:7).
Hay muchos factores que nos impiden tomar decisiones, y uno de ellos es cuando pensamos mucho las cosas para hacerlas. Habemos gente que pensamos más de la cuenta y perdemos grandes oportunidades por causa de ello. Tenemos el poder de parte de Dios para pensar, pero no podemos usar el pensar como un pretexto u obstáculo para no tomar decisiones.
Otro factor que nos impide tomar decisiones es que para todo queremos orar. Ojo, ES NECESARIO ORAR, POR SUPUESTO QUE SÍ, no estoy diciendo lo contrario. Pero tenemos que actuar y accionar también.
Yo conocí a un siervo de Dios que se la pasaba orando siempre y nunca tomaba decisiones. La situaciones y circunstancias de descontrol y desorden alrededor de su ministerio, así como la indiferencia por las almas y servilismo por parte de su grupo de lideres, seguían y seguían, pero él seguía orando y orando, y el tiempo pasaba y pasaba y nada de nada. Y Dios, esperando a que se pusiera a trabajar y a que tomara decisiones.
Cuidado, porque si nuestra falta de capacidad para tomar decisiones la justificamos para todo en la oración, lejos de mostrarnos muy espirituales lo que estaremos mostrando hacia los demás es una falta de carácter impresionante.
Es un hecho innegable que debemos orar y buscar el consejo y favor de Dios, pero lo que está mal es que usemos la oración como pretexto para dejar de tomar decisiones; hay gente que dice “voy a orar por esto o aquello” pero realmente no lo hace. La gente usa la frase “voy a orar” como una evasiva y para no hacer nada.
Otro factor es lo que muchos llaman “falta de paz”. Como lo leen. Hay personas que no toman decisiones porque “no sienten paz”. ¿Qué es eso? ¿De quién o de cuál clase de paz? No lo se, pero siempre la escusa es esa.
Si queremos tomar decisiones correctas debemos buscar la sabiduría de Dios y ello solamente llega teniendo una relación personal y de amistad con ÉL. Cuando estamos bajo su Espíritu toda duda se va y nos llenamos de esa convicción y esa fe para tomar las decisiones correctas, y no en la carne o en nuestras fuerzas.
Pidamos sabiduría, pero pidámosla con fe y convicción, que Dios nuestro Señor vea en nosotros unos hijos radicales que amamos por sobre todas las cosas a Su precioso Hijo Jesucristo, que no dudamos de que Dios hay y para la eternidad. La gente tibia no tiene nada que hacer en las cosas de Dios. No le gustan a Dios. Alejémonos de ellas, porque solo nos harán perder el tiempo.
Dios les bendiga grandemente.
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