Hebreos 12:1-2 (RVR)
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe; quien por el gozo que tenía por delante sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.»
Si hay algo con lo que los hijos de Dios batallamos todos los días es con el tema de la paciencia. ¡Bendita palabra!
No me negarán que es precisamente con la paciencia con la que Dios nuestro Señor prueba nuestra fe. Y tampoco me negarán que cuando todo nos sale a nuestra manera, es mucho más fácil mostrar paciencia.
Pero la verdadera prueba de paciencia viene cuando se presentan en nuestra vida circunstancias totalmente opuestas o adversas a lo que realmente esperamos de la vida. Así es, cuando esperamos salud pero lo que llega es la enfermedad, cuando esperamos prosperidad pero lo que llega es la escases, cuando esperamos trabajo pero lo que llega es el desempleo, cuando esperamos una pareja pero lo que llega es soledad, etc., etc., y es en esas circunstancias cuando nuestra fe es probada.
Y es precisamente en esta etapa de prueba en nuestra vida cuando algunos pensamos que tenemos el derecho a enojarnos. La impaciencia parece como un “enojo santo”. Sin embargo, debemos recordar que la Palabra de Dios alaba la paciencia como un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22), el cual debe ser producido por todos los hombres (1 Tesalonicenses 5:14). La paciencia revela nuestra fe en los planes, la omnipotencia y el amor de Dios.
Aunque la mayoría de la gente considera que la paciencia tiene que ver con una espera pasiva o una gentil tolerancia, casi todas las palabras griegas traducidas como “paciencia” en el Nuevo Testamento tienen que ver con una actitud dinámica y activa.
La Palabra que nos ocupa el día de hoy nos dice “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.”
¿Y qué es lo que esperamos que suceda en una carrera? Esperamos que todo sea color de rosa y con calma y pasividad esperar y tolerar como nos empujan y nos ponen traspiés para caer. ¡Por supuesto que no!
La palabra paciencia en esta parte del versículo traducida significa ¡Perseverancia!
Un seguidor de Cristo corre la carrera pacientemente, mediante la perseverancia a través de las dificultades, con la expectativa de la vida eterna. En la Palabra la paciencia es la perseverancia hacia una meta, perseverancia ante las pruebas, o una expectante espera por el cumplimiento de una promesa.
Claramente, la paciencia no se desarrolla de la noche a la mañana en la vida de un creyente. El poder de Dios y la bondad son cruciales para el desarrollo de la paciencia en Sus hijos.
Colosenses 1:11 nos dice que somos fortalecidos por ÉL para “toda paciencia y longanimidad,” mientras que Santiago 1:3-4 nos anima a saber que las pruebas son Su manera de perfeccionar nuestra paciencia.
Nuestra paciencia se desarrolla y fortalece más, resistiendo de acuerdo a los perfectos tiempos y voluntad de Dios, aún ante el hombre malvado que “prospera en su camino.” (Salmos 37:7).
En la Palabra de Dios hay muchos ejemplos de aquellos caracterizados por la paciencia en su caminar con Dios, Abraham, Job, etc.; más sin embargo, el modelo por excelencia de la paciencia es nuestro Señor Jesucristo, quien también demostró una perseverante paciencia. “…el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:2).
¿Cómo podemos demostrar en nosotros que la paciencia ha hecho nido en nuestras vidas?
En Primer lugar dando gracias a Dios. Normalmente nuestra primera reacción ante una prueba es “¿Por qué a mí?” Pero la Biblia dice que nos regocijemos en la voluntad de Dios (Filipenses 4:4; 1 Pedro 1:6). Debemos ser agradecidos con Dios en todo momento, no únicamente en lo bueno.
En segundo lugar debemos buscar los propósitos de Dios. Debemos orar para que Dios nos muestre cuál es el propósito de la situación que estamos viviendo. Solo Dios sabe el por qué de la prueba que estamos viviendo. Posiblemente ÉL quiere que testifiquemos de su grandeza y poder, o posiblemente Dios quiere tratar con nuestro carácter, qué se yo, pero lo que si les puedo afirmar es que sea cual sea la prueba que tengamos enfrente, al final el propósito de Dios en nosotros es para nuestro crecimiento y para que ÉL sea glorificado.
En tercer lugar, recordando las promesas de Dios, tales como la de Romanos 8:28 que nos dice que “…todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que conforme a su propósito son llamados.” Ese “todas las cosas” incluye las cosas que prueban nuestra paciencia.
La próxima vez que seamos traicionados por un amigo o ridiculizados por nuestro afán de seguir a Cristo, recordemos que la “respuesta natural” del mundo ya no vive en nosotros, no. Esa respuesta natural de impaciencia, la cual conduce al estrés, al enojo y la frustración ya no hace nido en nuestra vida, de ninguna manera.
Gracias a Dios, nosotros ya no estamos bajo el dominio de una respuesta natural, porque tenemos una nueva naturaleza, la naturaleza misma de nuestro Señor Jesucristo (2 Corintios 5:17).
Gracias a Dios, nosotros ya tenemos la fortaleza del Señor para responder con paciencia y en completa confianza del poder y los propósitos del Padre.
“Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad.” (Romanos 2:7).
Dice la Palabra que con fe y paciencia se heredan las promesas. La fe, no es suficiente. Nos falta es perseverar.
Dios les bendiga abundantemente.
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