¡Nuestro gran refugio!

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1 Samuel 1:12-18 (NTV)

“Mientras Ana oraba al SEÑOR, Elí la observaba y la veía mover los labios. Pero como no oía ningún sonido, pensó que estaba ebria. —¿Tienes que venir borracha? —le reclamó—. ¡Abandona el vino! —¡Oh no, señor! —respondió ella—. No he bebido vino ni nada más fuerte. Pero como estoy muy desanimada, derramaba ante el SEÑOR lo que hay en mi corazón. ¡No piense que soy una mujer perversa! Pues he estado orando debido a mi gran angustia y a mi profundo dolor. —En ese caso —le dijo Elí—, ¡ve en paz! Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. —¡Oh, muchas gracias! —exclamó ella. Así que se fue, comenzó a comer de nuevo y ya no estuvo triste.”

Que impresionante es este testimonio de Ana, realmente en lo particular me hubiera encantado conocer en persona a esta mujer de fe y oración.

Como Ana habemos muchos hombres y mujeres hoy en día, llenos de angustia, desesperación e inclusive sumergidos en un grado de depresión tal, que hace que la vida no tenga ningún sentido.

¿Cuántos nos hemos preguntado qué hacemos en este mundo?

Nos sentimos tan sumergidos en nuestras actividades diarias que sentimos que no servimos para nada más, que nadie valora lo que hacemos, de hecho no tenemos ánimo de nada.

Dice la Palabra que el Señor nos formó a su imagen y semejanza, al hombre lo formó del polvo de la tierra y a la mujer de la costilla de un hombre, pero tristemente nos hemos olvidado o nunca nos enseñaron que somos especial tesoro para Dios, hemos olvidado el valor que tenemos.

Siempre va haber una circunstancia o personas que sean como Penina, la otra mujer de Elcana, quien atormentaba y se burlaba de Ana por no poder darle hijos a este último. (1 Samuel 1:6)

Si leemos completo este pasaje nos percataremos de como Ana perdía el apetito a causa de su gran tristeza o depresión.  ¿Cuántos nos identificamos con esta mujer? ¿Cuántos hemos perdido el apetito a causa de el gran tormento en el que estamos inmersos? El enemigo se vale de tantas cosas, circunstancias y personas para atacar nuestra mente y nuestra salud.

Ana tenía su gran refugio. Ana oraba a Dios.  El único refugio que tenemos, al Único que debemos ir es a nuestro Dios y Señor.  ÉL sabe todas las cosas.  Solo Dios conoce nuestro dolor y tiene el poder para sanarlo.  Solo ÉL cambia nuestra tristeza en gozo.

Cuando Ana escuchó la voz de el sacerdote Eli y este último le dijo que se fuera en paz, que Dios le iba a conceder su petición, Ana creyó tal palabra en ese momento.  Yo haría una pregunta:  ¿Ana ya tenía a su hijo? Por supuesto que no!  Sin embargo, dice la Palabra, ella agradeció, se fue, comió y ya no estuvo más triste.

“Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:17-18 NTV)

Si continuamos leyendo 1 Samuel 1:19-20 podremos darnos cuenta que Ana nunca desistió de orar y adorar a Dios, y al tiempo de Dios Ana tuvo a su hijo.

Nosotros como seres humanos queremos todo para ya y para ayer, tenemos el gran defecto que no sabemos esperar a la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta (Romanos12:2).

¿Qué hubiera pasado si Ana se queda en su amargura, en su tristeza, se enoja, entra en rebeldía con Dios y desiste de orar? Lo mas seguro es que Dios no le hubiera concedido la petición de su corazón, porque ÉL dice que pidamos y nos dará los deseos de nuestro corazón, pero que pidamos con fe nunca dudando (Santiago1:5)

Esperar en silencio, qué difícil. Yo veo a una Ana sumergida en su dolor, aguantando la burlas de Penina y solamente yendo al Padre que todo lo puede, solo con ÉL se desahogaba y hablaba.

«Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido.» (Hebreos 10:36 NTV)

Si bien el Señor nos da lo mejor, también ÉL desea de nosotros lo mejor, démosle a Dios la más grande y hermosa adoración. No desistamos de orar. No desistamos de rogar y clamar. No desistamos de buscar a nuestro Hermoso Padre lleno de amor y misericordia.  Y cuando sintamos que nos cansamos pidamos fuerzas y fe, y ÉL nos dará esa medida de fe que necesitamos tener para que todo sea posible.

Dios les bendiga grandemente.

Erika

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