1 Crónicas 20:4-8 (NVI)
«Después de esto, hubo una batalla contra los filisteos en Guézer. Fue en esa ocasión cuando Sibecay el jusatita mató a Sipay, descendiente de los gigantes. Así sometieron a los filisteos. Luego, en otra batalla que hubo contra los filisteos, Eljanán hijo de Yaír mató a Lajmí, hermano de Goliat el guitita, cuya lanza tenía un asta tan grande como el rodillo de un telar. Hubo una batalla más en Gat. Allí había otro gigante, un hombre altísimo que tenía seis dedos en cada mano y seis en cada pie, es decir, tenía veinticuatro dedos en total. Éste se puso a desafiar a los israelitas, pero Jonatán hijo de Simá, que era hermano de David, lo mató. Éstos fueron los descendientes de Rafá el guitita que cayeron a manos de David y de sus oficiales.»
Todo mundo hemos leído o escuchado la historia de David y Goliat. Una historia que no habla de que vale más la maña que la fuerza, de ninguna manera. Es una historia que habla de lo que podemos hacer cuando lo hacemos confiados porque Dios, el Dios de los ejércitos, está con nosotros.
Pero lo sobresaliente de la derrota de David sobre Goliat, es que mostró a los demás que sea cual sea el gigante que esté enfrenté de nosotros, si Dios con nosotros, quién contra nosotros, nada ni nadie. Así es.
Si leemos detenidamente los versículos anteriores, nos daremos cuenta de lo que hizo la fe de David en otros compañeros de batalla, pues les mostró que todo se puede si Dios está con nosotros.
David venció a Goliat y ello fue suficiente para que dos de sus hombres y Jonatán su hermano, sin temores, tiempo después también lo hicieran. No cabe la menor duda de que la confianza en nuestro Dios puede verse, puede transmitirse, puede multiplicarse. Es otra clara confirmación de que el ejemplo arrastra, de que el ejemplo convence.
Qué importante es vencer los miedos, vencer a los gigantes de todos los días, pero sobre todo que importante es para los demás cuando hay en nosotros victoria de nuestro Dios sobre el enemigo, que importante es nuestro ejemplo y testimonio como hijos de Dios confiando en nuestro Padre celestial. Vaya que sí!!!
El pequeño gran detalle es creer y confiar en el Dios de David. Suena sencillo, pero es difícil de llevarlo a la práctica. Máxime cuando estamos acostumbrados a luchar con nuestras fuerzas, con nuestros métodos, con nuestras estrategias.
“Pues, ¿quién es Dios aparte del SEÑOR? ¿Quién más que nuestro Dios es una roca sólida? Dios es mi fortaleza firme, y hace perfecto mi camino. Me hace andar tan seguro como un ciervo, para que pueda pararme en las alturas de las montañas. Entrena mis manos para la batalla; fortalece mi brazo para tensar un arco de bronce. Me has dado tu escudo de victoria; tu ayuda me ha engrandecido. (2 Samuel 22:32-36)
Es un hecho inevitable, que si confiamos en Dios nuestro Señor, entonces nuestras batallas se convertirán en victorias, y nuestras victorias se convertirán en victorias para nuestros hijos y quienes nos rodean.
Entonces los miedos y frustraciones se irán y podremos darnos cuenta de que sí se puede vencer a los gigantes que tenemos en frente, pero solo con la ayuda de Dios.
Dios nos muestra sus milagros y maravillas para que creamos que hay un Dios de imposibles, un Dios sobrenatural, un Dios de los ejércitos.
Cuídense los filisteos de enfermedad, cuídense los filisteos de tribulación, cuídense los filisteos de soledad, cuídense los filisteos de infidelidades, cuídense los filisteos de ira, cuídense los filisteos de contienda, cuídense los filisteos de amargura, cuídense los filisteos de envidia. Pongamos el nombre de los filisteos o gigantes que tengamos enfrente en este momento, y a ellos reprendamos otra vez ¡CUÍDENSE! Porque nuestro DIOS ESTÁ CON NOSOTROS Y PORQUE NUESTRO DIOS NUNCA PIERDE!!!
Dios les bendiga grandemente.
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