Lucas 5:17-24

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«Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.»

Para poder entender este pasaje permítanme referirme a cómo aprender a ver las cosas que no se ven. Así es, las que no se ven.

Cómo podemos caminar bajo el poder de Dios si las cosas que ven nuestros ojos afectan nuestra manera de hablar, de sentir, de creer, cuando realmente lo que debería guiar nuestra vida son las cosas que NO vemos. Por ejemplo, cuando somos el blanco de ataques y difamaciones por parte de una persona centramos nuestra mirada en ella, y no en el demonio que está provocando la conducta de ella.

“Porque por fe andamos, no por vista.” (2 Corintios 5:7 RV60)

Para caminar en el poder de Dios debemos caminar por lo que no vemos a simple vista con nuestros ojos naturales. Tenemos que aprender a ver como Dios ve, tenemos que aprender a ver como Jesucristo ve.

Sin lugar a dudas nuestro actuar responde inmediatamente a lo que capta nuestra mirada. Por ejemplo, si somos personas llenas de prejuicios por lo que vemos, no vamos a poder caminar en el poder de Dios.

“Ustedes conocen el dicho: “Hay cuatro meses entre la siembra y la cosecha”, pero yo les digo: despierten y miren a su alrededor, los campos ya están listos para la cosecha.” (Juan 4.35)

Es un hecho que los discípulos de Jesús no veían igual que ÉL. La diferencia en lo que decimos está en lo que vemos; los discípulos decían una cosa de acuerdo a lo que ellos veían, sin embargo difería de lo que Jesús decía porque ÉL veía diferente a ellos. Lo que este versículo nos está diciendo es que Jesús quiso enseñar a sus discípulos a ver lo que ÉL veía, para en consecuencia CREER lo que Jesús decía y entonces poder hablar a otros de ÉL.

Jesús decía: “Yo veo a mi Padre hacer las cosas y hago lo que veo a mi Padre hacer. Si no aprendo a ver como ÉL hace, tampoco voy a hacer”. (Juan 5:19) En otras palabras: Voy aprender a ver como ÉL ve para poder decir lo que ÉL dice.

La Palabra dice que los que son guiados por el Espíritu Santo piensan en las cosas del Espíritu Santo, y se ocupan en las cosas del Espíritu. Hay que ocuparse en las cosas del Espíritu Santo para poder ver como Jesús.

Cuando el Jesucristo vio que aquellos no veían realmente lo importante, les enseñó que el problema que tenían era que no estaban viendo como ÉL.

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.” (Mateo 9:36 RV60)

Lo que Jesús vio produjo en ÉL compasión. Sin lugar a dudas lo que vemos afecta nuestros pensamientos, afecta nuestros sentimientos, afecta nuestra manera de hablar, afecta nuestra manera de actuar.

“Y les dio las siguientes instrucciones: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos.” (Lucas 10.2).

Si leemos bien, Jesús no dijo “tráiganlos los voy a sanar”. No. Jesús les dio una orden: oren. Cuando Jesús vio eso, ¿hizo algún milagro? No. Por el contrario, les dijo que oraran para que existieran obreros.

Ver como Jesús ve cambia nuestra visión. No es nuestra visión la que necesitamos, sino la de ÉL. Jesús Dijo: “Necesito gente” cuando vio los campos listos, y entonces les corrigió su manera de ver, porque sino la cosecha se pierde.

“Mientras Jesús estaba en el templo, observó a los ricos que depositaban sus ofrendas en la caja de las ofrendas. Luego pasó una viuda pobre y echó dos monedas pequeñas. «Les digo la verdad —dijo Jesús—, esta viuda pobre ha dado más que todos los demás. Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía».” (Lucas 21:1-4 NTV).

Tenemos que aprender a ver como Jesús ve. Jesús ve en nuestras ofrendas nuestro corazón, no lo que hay en la mano para entregarle a ÉL.

Cuantos de nosotros vemos rebeldía en nuestros hijos y nos ponemos a orar para que Dios los cambie, en lugar de orar por nosotros para que nos de la sabiduría y autoridad y hablarles en disciplina.

¿Qué vemos en la gente? ¿Cómo vemos a los demás?

Si la gente nos ofende, a quién vemos en ellos? Por ello es que hay rencor y amargura en nuestro corazón porque no vemos a ese tipo de gente como Cristo las ve.

Jesús vio de diferente forma la cruz del calvario, dijo: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Según ellos, estaban crucificando a un blasfemo que se decía ser Hijo de Dios, y lo crucificaron. Sin duda no vieron y se equivocaron, pero Jesús sí vio lo que en verdad estaba pasando.

En la Palabra de hoy claramente se lee que Jesús vio la fe de ellos después de hacer todo lo que hicieron, Jesús vio que tuvieron la fe para llegar, para subir al enfermo por el techo y después bajarlo.
Saben qué hubiéramos hecho nosotros al ver tanta gente? Nos hubiéramos regresado y hubiéramos vuelto otro día. Si estas personas hubieran pensado como nosotros, al llegar y ver la multitud, se regresan y se pierden el milagro.

Tenemos que aprender a ver como Dios ve, tenemos que aprender a ver como Jesucristo ve, porque la clave de lo que decimos está en lo que miramos. Pongamos nuestra mirada en las cosas de arriba, pongamos nuestra mirada en las cosas que no se ven, pongamos nuestra mirada en Jesús, nuestro Único Señor y Salvador.

Dios le bendiga abundantemente.

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