Romanos 12:9-18,20-21 (NVI)
«El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien. Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. No paguen a nadie mal por mal.”
Hay un refrán que una compañera de trabajo le repetía a otra hace muchos años y que decía: «obras son amores y no buenas razones». Hay otra frase que leí en un libro que decía: «los gritos de tus obras no me dejan escuchar tu voz»
Nos pasamos la vida hablando. Si, hablando. Es tan fácil hablar y hablar y hablar y hablar, que cuando queremos hacer las cosas ya estamos muy cansados para ello.
Queremos convencer con palabras, queremos enseñar con palabras, queremos cambiar a los demás con palabras, en fin, nos pasamos toda la vida articulando nuestros labios, ya sea para defendernos o bien para justificarnos delante de los demás.
Siempre nos cuesta trabajo el “hacer” o el “dar”, a menos que haya algo a cambio.
Cuando no conocemos a Dios desconocemos la Verdad de todas las cosas, desconocemos el origen de los conceptos y el verdadero lugar y sentido de todo lo que nos rodea, porque no conocemos al Creador de todo ello.
Muchos creemos conocer cuál es el verdadero significado de muchos conceptos que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, pero desgraciadamente no es así, mucho menos cuando se trata del verdadero significado del amor.
La Palabra de Dios sin duda alguna nos define el verdadero concepto del amor como un fruto del Espíritu Santo, y también nos lo muestra en el sentido más amplio y puro que pudiera el hombre imaginar, y es precisamente el amor de Dios hacia nosotros. Y la Palabra nos habla también de la preeminencia del amor en 1 Corintios 13:1-3.
El amor de Dios es infinitamente grande, por ello es imposible de comprenderlo en su totalidad, a menos que realmente reconozcamos y honremos, todos los días de nuestra vida, la muestra de amor más grande que existe en el universo: el sacrificio de Jesús, el Hijo de Dios.
El sacrificio, muerte y resurrección de Jesucristo fue, es y seguirá siendo el acto de amor más sublime que pudiera existir en toda la historia de la humanidad. Nuestro precioso y maravilloso Dios decidió sacrificar a Su Unigénito por amor a nosotros, como último recurso para reconciliar al mundo con ÉL.
El amor es una decisión. Nosotros decidimos amar o no. No hay medias tintas. No es una emoción, no es un sentimiento, simple y sencillamente amar es una decisión incondicional para dar y hacer sin esperar nada a cambio.
Es impresionante que hoy en día los hombres se la pasen defendiendo su religión, cuando desde los tiempos bíblicos se nos había definido cuál era la verdadera religión. Así es, como lo leen.
La Palabra de Dios en Santiago 1:27 nos dice cuál es la verdadera religión:
“…La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”. (NTV)
En otras palabras, la verdadera religión es dar y hacer por nuestro prójimo, es amar a los demás como a nosotros mismos, no únicamente hablar.
Si nosotros comparamos los versículos del día de hoy con Santiago 1:27 podemos entender que la verdadera religión sin duda alguna era ejercitar o llevar a la acción el amor de Dios, un amor activo, un amor que mueve, un amor que nos lleva a hacer y no a hablar, un amor que nos lleva a dar y no a hablar, un amor incondicionalmente mostrado con hechos.
Santiago 1:26 nos dice: “Si afirmas ser religioso pero no controlas tu lengua, te engañas a ti mismo y tu religión no vale nada.”(NTV)
Si leemos detenidamente la Palabra de hoy, nos percataremos que la enseñanza que nos muestra es totalmente contraria a lo que el mundo nos enseña, porque lo que resulta respetable e, inclusive, dignó de admiración para el mundo, es el éxito basado en el poder y el dinero alcanzado a lo largo de nuestra vida. Eso es lo que para el mundo vale.
El amor de Dios nos lleva a alegrarnos en la esperanza de nuestras promesas; el amor de Dios nos lleva a paciencia en medio de las tribulaciones; el amor de Dios nos lleva a perseverar en la oración; el amor de Dios nos lleva a ayudar a los necesitados; el amor de Dios nos lleva a dar cobijo a los enfermos y desamparados; el amor de Dios nos lleva a bendecir a nuestros enemigos; el amor de Dios nos lleva a vivir bendiciendo a los demás; el amor de Dios nos lleva a la compasión, a alegrarnos con los que están alegres y a llorar con los que lloran; el amor de Dios nos lleva a vivir en armonía los unos con los otros; el amor de Dios nos hace solidarios con los humildes; el amor de Dios nos hace vivir en humildad y agradecimiento a Dios por todas sus bendiciones.
Seamos sabios y vivamos la verdadera religión. Vivamos la religión del amor que Dios quiere que defendamos, vivamos la religión del amor de Dios que nos quiere llevar a DAR a los demás, vivamos la religión del amor de Dios que nos quiere llevar a HACER por los demás. Vivamos activamente nuestra religión, la del amor de Dios nuestro Señor.
Que el amor de Dios este con Ustedes.
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