Efesios 4:26 (NTV)
“Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados,…”
Hace unos días iba en el coche en compañía de mis hijos y tuve un pequeño accidente: se frenó repentinamente un taxi y le di un leve golpe. Al momento se bajó el conductor sumamente enojado, yo por supuesto no me baje. Este hombre empezó a insultarme fuertemente, mis hijos y yo solo lo mirábamos, y no dejaba de gritar y ofender tanto como pudo. Después de un rato se cansó de gritar y al ver que no le pasó nada a su coche se retiró.
Mis hijos se quedaron muy impactados y enojados de ver como este hombre me ofendía. Después de un tiempo mi hijo el mayor me preguntó que cómo estaba, que cómo me sentía después de esa vergonzosa situación. Sinceramente en un principio si me indigno que me gritara cosas tan feas y sobre todo enfrente de mis hijos, pero después lo que sentí por este hombre es una gran pena, porque creo yo que el golpe fue como un escape para él, ya que con ello pudo sacar toda la frustración que traía.
Mas tarde platicando con mis hijos les comentaba mi sentir, y les decía que tal vez este hombre estaba pasando por un mal momento, tal vez estaba cansado, se sentía enfermo, o bien, así era su carácter.
Quiero imaginar que este hombre no conocía de Dios, porque de ser así, no hubiera reaccionado como lo hizo, y se desahogó como él sabia hacerlo.
Los que conocemos a Jesucristo somos grandemente bendecidos. Los que tenemos el privilegio de ser hijos de Dios tenemos la plena certeza que estamos bajo su cuidado, tenemos problemas, nos enfermamos, pero creemos que tenemos a un Dios poderoso, que esta por encima de todo.
Pero también es cierto que los que tenemos el privilegio de ser llamados hijos de Dios, en ocasiones nos comportamos como este hombre, solo nos basta pasar por una mala situación para que salga nuestro carácter a relucir.
Si vemos el versículo de hoy, no nos dice que no debemos de enojarnos, nos dice que no pequemos cuando nos enojemos; debemos pensar antes de actuar o hablar en un momento de enojo, por ello la importancia de pedirle a Dios de Su sabiduría y de Su gracia.
Somos obras en construcción y debemos de reconocer en que áreas estamos fallando; ya sea en nuestro carácter intolerante que arremete en contra de todo; ya sea nuestra manera tan tosca de contestar cuando las personas se dirigen a nosotros; ya sea cuando vamos en el coche echándole pleito a todo el mundo; ya sea cuando nos sentimos mal físicamente y arremetemos con el que esta mas cerca; en fin, nada de ello justifica una actitud así y menos podemos tener justificación si decimos que conocemos de Dios y conocemos su Palabra, porque para cada circunstancia que mencioné arriba la Palabra tiene una solución.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna.” (Salmo 139:23-24 NTV)
Debemos cuidar nuestra forma de actuar, pidamos al Señor dominio propio, pidamos al Señor de su paz, pidamos al Señor de su sabiduría para saber como actuar, quitemos toda manera iracunda y áspera que solo nos lleva a lastimar a otras personas y nos hacen retroceder en nuestras vidas.
“Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo.” (Efesios 4:31-32 NTV)
Dios les bendiga grandemente.
Erika
Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.