Cuidemos nuestro espíritu. (primera parte)

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2 Samuel 22:33-34 (RVA)

“Dios es el que me ciñe de vigor, y hace perfecto mi camino. Hace que mis pies sean ágiles como los del venado, y me mantiene firme sobre mis alturas.”

Este texto es parte del testimonio del rey David, y en él expresa como Dios se ha manifestado en su vida de una manera extraordinaria y había superado muchos obstáculos que se presentaban en su vida, comenzando desde su propia familia.

¿Por qué David logra superar todo ello y convertirse en el rey más grande que ha tenido Israel? ¿Cómo logró tener el favor de Dios?

Dios ungió a David por tres ocasiones, recordemos que la Unción significa el respaldo de Dios en todo lo que haga quien recibe este regalo, lo cual garantiza que ensancha puertas y abre caminos. Dios fue tan provocado por David para tal fin, que lo ungió tres veces, entonces ¿Cómo David que tenía todo en contra pudo superar todos estos obstáculos y ganar el favor de Dios en tal dimensión?

David entendió que él había sido reservado para las cosas grandes que solo Dios tenía para él.  Si nosotros comprendemos que igualmente esto es así para nosotros, entonces a partir de ahora nuestro espíritu se va a descontaminar, porque Dios no nos ha dado un espíritu para estar derrotado, con las peores actitudes, peores palabras, peores pensamientos, porque somos como las águilas para estar en las alturas y poder verlo todo, mientras que el derrotado no puede ver desde las alturas.

David se dio cuenta entonces que no estaba para vivir derrotado en la amargura, en los resentimientos, en los malos recuerdos, en el negativismo, en la aflicción, y que aunque no podía controlar las circunstancias ni la gente a su alrededor, él sí podía escoger, controlar lo que iba a pensar, lo que iba a hablar y lo que él iba a hacer.

David decidió que a pesar de que las circunstancias fueran difíciles, él estaría feliz, que aunque la gente fuera injusta, el estaría feliz, porque entendió que si quería ver respuestas de Dios, su espíritu no podía estar contaminado, puesto que estaba en las manos de Dios.

Si nosotros estamos contaminados en nuestro espíritu, vamos a tener enojo, amargura, quejas, vamos a ser conflictivos, etc. Hebreos 12 nos enseña que una raíz de amargura tiene el poder de contaminar muchísima gente a nuestro alrededor, y si algo tenemos que cuidar nosotros es nuestro espíritu y el espíritu de la gente cercana a nosotros.  No podemos volar en las alturas de Dios si tenemos nuestro espíritu contaminado, o si nos dejamos contaminar por el enojo de alguien más, o por las noticias, o por la injusticia de otros, o por los rencores, porque lo bueno que viene de parte de Dios, demanda que tengamos visión para ver la bendición y las oportunidades.

Podemos llevar muchos años asistiendo a una iglesia y leer la Biblia al revés y al derecho, pero si tenemos un espíritu contaminado no podemos pisar los terrenos sagrados, por ello es necesario determinarse a sacar las raíces de amargura.

Muchos pecamos y, aunque sabemos que hemos ofendido a Dios y le pedimos perdón, de nuevo caemos en lo mismo, y mantenemos ese espíritu de culpa, porque aunque estamos cortando los frutos de amargura, mientras la raíz de amargura siga, los frutos se vuelven a generar.  Tenemos que sacar directamente la raíz de amargura, para que todos los vicios, adiciones, pecados etc., salgan de nuestra vida, y de esa manera tales frutos no tendrán forma de reproducirse.

David tomó la decisión de alimentarse de Dios y no de las palabras de una persona negativa o incorrecta, ni del resentimiento por la injusticia que le habían hecho en el pasado.  Él decidió estar feliz no importando ni la situación ni el problema. Igual nosotros debemos decidir que nuestra felicidad no la provocan los bienes materiales que adquiramos, ni el mejor empleo o empresa que tengamos; nuestro deseo de alegría no depende de nada terrenal, sino del Espíritu Santo de Dios, que es Eterno y que es nuestra Fortaleza.

Dios les bendiga grandemente.

Continuará…

 

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