“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”
Cuando decidimos tocar una puerta es porque estamos buscando entrar a un lugar. Todos los días Dios nos da la oportunidad siempre de decidir, y el tomar una decisión es como tocar una puerta. El tema es que cada mañana tenemos delante de nosotros dos puertas:
La primera puerta es muy amplia y quien vive detrás de ella no duda en decirnos y convencernos una y otra vez que podemos levantarnos o no de nuestra cama, estar con la mujer que queramos, que podemos vivir de fiesta en fiesta, que podemos tomar, que podemos drogarnos, en fin, que podemos hacer lo que queramos y que nosotros somos los amos y señores de todo. Es un hecho que nadie nos va a decir que todo esto es una falsedad y que en realidad lo que nos sucederá es que perderemos todo, incluida nuestra propia vida. Detrás de esa puerta hay muerte, violencia y excesos. Esta puerta, que por cierto es bien grande y bien amplia, se llama “perdición”.
La segunda puerta es muy angosta, y nos dice que somos bienvenidos. Quien habita detrás de esta puerta nos habla de frente y nos dice que si queremos pasar podremos disfrutar de las cosas que hay adentro siempre y cuando las respetemos y entendamos que no son propiedad nuestra, que debemos seguir instrucciones, que no podremos hacer lo que queramos sino lo que el dueño nos diga, y si hacemos esto podremos disfrutar de todo lo mejor y maravilloso que hay dentro. Esta segunda puerta se llama “Salvación”.
Las preguntas obligadas son: ¿Delante de qué puerta estamos? ¿En cual de ellas entramos? ¿Cómo se vive delante de ambas puertas como espectadores?
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.” (Juan 10:9 RV60)
Cuando decidimos entrar por la puerta que es tan estrecha, Dios nos dará pastos, lo cual simboliza bendición en todas las áreas de nuestra vida; sin embargo, ÉL, como dueño de la casa, “exige en amor” cumplamos con una serie de parámetros para poder habitar en ella, es decir, habitar en Su casa nos demandará esfuerzo por HACER LO CORRECTO.
Hay personas que decidieron entrar por la puerta amplia y ancha, y su vida desafortunadamente está en el camino que lleva a la perdición. Ellos están simplemente bajo el control del enemigo, pero nunca lo suficientemente perdidos para arrepentirse y buscar el oportuno socorro de Dios.
Hay personas que no han entrado por la puerta amplia, pero tampoco han decidido entrar por la puerta estrecha. Aquí todos son buenas personas, no le hacen mal a nadie, trabajan, conviven sanamente, pero nada más, porque ya se acostumbraron a quedarse fuera de la puerta estrecha, como simples observadores, nada más. Eso es como vivir haciendo lo bueno o lo malo que el mundo ofrece, dentro de lo «normal». Decidir entrar por la puerta estrecha no demanda vivir haciendo lo bueno o malo que el mundo ofrece, sino que demanda hacer lo correcto.
“Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. (Juan 10:7 RV1960)
Jesucristo es la puerta estrecha, decidamos hacer lo correcto, aunque nos cueste trabajo, aunque no nos haga populares, aunque nos señalen y se burlen de nosotros, decidamos entrar por la puerta estrecha que es Jesucristo, no nos conformemos con estar como simples espectadores delante de ÉL.
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 10.33 RV60)
Dios les bendiga grandemente.
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