“Luego utilizó la siguiente historia para enseñarles más acerca de la oración: «Supongan que uno de ustedes va a la casa de un amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. Le dices: “Acaba de llegar de visita un amigo mío y no tengo nada para darle de comer”. Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: “No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte”. Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia. »Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá. Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.»
Estamos viviendo en los tiempos de que todo lo queremos para ayer. Hoy en día todo lo queremos rápido, si vamos a un restaurant y no nos atienden en el momento que queremos, entonces nos vamos del lugar, si compramos algo y nos va a llegar vía mensajería y no va a llegar el día y la hora que queremos, simplemente no lo compramos, queremos todo a la voz de ¡YA! y a la perfección.
En el reino de Dios no es así. Jesucristo no actúa así.
Dice la Palabra que sus pensamientos no son los nuestros y sus caminos tampoco son nuestros caminos, porque son aun más altos.
También nos dice la Palabra que su voluntad es buena agradable y perfecta, lo que significa que todo se hará en las formas y en los tiempos de Dios.
En los versículos que nos ocupan el día de hoy podemos leer que sigamos pidiendo, pero nunca nos dice cuánto tiempo ni establece un plazo.
¿O sí? ¡Claro que no!
Entonces,
¿Cuánto tiempo debemos de pedirle a Dios? Hasta que recibamos lo que pedimos.
Nos dice que busquemos pero…
¿Hasta cuándo? Hasta que encontremos eso que deseamos.
En nuestros versículos de hoy podemos ver la insistencia de este hombre. Un hombre a quien no le importó la hora que era para pedir y así obtener lo que necesitaba. Así nosotros debemos de insistir, insistir, insistir al Padre y seguro llegará aquello que necesitamos, en ocasiones la bendición llegará pronto, pero en otras tal vez tarde un poco más.
No nos cansemos y no nos desanimemos si no llega en el momento que deseamos, porque tal vez en ese tiempo de espera el Señor quiere tratar con alguna área de nuestra vida, tratar con algo que está deteniendo aquello que tanto pedimos.
Pero ojo, aquí hay algo importante en que debemos reflexionar. Para pedir algo, necesariamente tenemos que buscar al proveedor de todo, y es por ello que la intimidad en oración con Papá Dios es indispensable. La Palabra de Dios es muy clara:
“Amo a todos los que me aman. Los que me buscan, me encontrarán.» (Proverbios 8:17 NTV)
“Pero cada vez que estaban en dificultades y se volvían al SEÑOR, Dios de Israel, y lo buscaban, lo encontraban.” (2 Crónicas 15:4 NTV)
Dios es nuestro proveedor. La Palabra es muy clara: si le buscamos a ÉL a través de Jesucristo Su Hijo, en comunión, en oración y alabanza, le encontraremos, y entonces, ÉL nos escuchará y nos responderá.
Pero dice claramente “…y se volvían…” Entendemos entonces que el pueblo de Dios se alejaba de ÉL, no le oraban, no le adoraban, hasta que para variar estaban en problemas. Así nosotros necesitamos volvernos a Dios.
¿A dónde nos ha llevado nuestra terquedad, nuestra necedad o nuestra autosuficiencia? ¿Qué tan hondo hemos caído por nuestro orgullo de no buscarle e insistir en aquella tan anhelada bendición?
¡Volvamos A Cristo! ¡Insistamos en todo tiempo!
No importa la hora, Jesucristo siempre está al pendiente de nuestras necesidades. ¡Jesucristo siempre está al pendiente para abrirnos la puerta!
Dios les bendiga grandemente.
Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.