¡Seamos felices!

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Eclesiastés 5:18-20 (RVA)

“He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo agradable es comer y beber, y tomar satisfacción en todo el duro trabajo con que se afana debajo del sol, durante los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque ésta es su porción. Asimismo, el que Dios le dé a un hombre riquezas y posesiones, permitiéndole también comer de ellas, tomar su porción y gozarse de su duro trabajo, esto es un don de Dios. Ciertamente no se acordará mucho de los días de su vida, ya que Dios lo mantiene ocupado con la alegría de su corazón.”

La naturaleza del ser humano es ser emocional. Existen en nosotros emociones negativas, tales como la ira, la envidia y el rencor. Sin duda alguna una vida así no es vida. Los vicios como la droga, el alcohol, el sexo desenfrenado, tampoco nos ayudan a vivir en la forma correcta que Dios quiere. La felicidad no es un sentimiento sino una decisión. Cuando decides ser feliz es mucho más fácil alcanzar el propósito para el cual Dios nos ha elegido. Nosotros tenemos la opción de ser amargados, vengativos, mentiroso, ladrones, adúlteros, o tenemos la opción de ser felices.

El éxito es producto del esfuerzo y de una serie de decisiones que nos aportan felicidad. Si decidimos ser felices no permitiremos negativismo, no expondremos nuestra vida a cosas incorrectas. La decisión de ser feliz debe ser defendida a cualquier precio.

Cuando no defendemos lo que es importante en nuestra vida, estamos siendo emocionales. El emocionalismo es el responsable de matrimonios mediocres, de estudiantes con cuatro o cinco carreras iniciadas pero no terminadas, de empresas que a los pocos meses están quebradas, en fin, el emocionalismo acarrea un sin número de derrotas. Nosotros no somos victimas de las circunstancias, Dios nos hizo para ser productivos y prósperos, todo lo que tenemos es útil, fuimos creados para influenciar a otras personas, tenemos la capacidad de pensar, de crear, de innovar, todo esto se activa como consecuencia de nuestra decisión a ser felices.

Para ser felices tenemos que considerar algo de suma importancia: conocer el propósito de Dios en nuestra vida y para ello necesitamos relacionarnos más con el Espíritu Santo. ÉL nos va a dar conocimiento acerca de lo que tiene preparado para nosotros, por ejemplo, cuando leemos la Palabra de Dios, empiezan a llegar imágenes a nuestra cabeza acerca de lo que Dios quiere para ti.

Cuando empezamos a alimentarnos de la Palabra de Dios, empezamos a ver una imagen noble y honorable de nuestra vida, dejamos de ver nuestros defectos y empezamos a ver cosas buenas en nuestra vida, lo que tenemos malo dentro de nosotros empezamos a ver que se transforma en algo bueno.

“Porque el reino de los cielos será semejante a un hombre que al emprender un viaje largo, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro, uno. A cada uno dio conforme a su capacidad y se fue lejos.” (Mateo 25:14-15)

Para aprender a disfrutar esta vida, a la manera de Dios, debemos tener en cuenta varias cosas, una de ellas es tener claro quién es Dios y lo que ÉL desea para nosotros. Si continuamos leyendo los versículos siguientes del pasaje anterior, nos daremos cuenta que el único que no multiplicó los talentos fue un hombre negativo, que vivía de las presunciones, de temores, y finalmente no tenía claro quien era Dios y lo que tenía para él. Cuando conocemos la imagen real de Dios de un Padre amoroso que sólo sabe amar, que es bueno y que es fiel aunque en ocasiones nosotros no lo seamos, entonces sabremos apreciar más nuestra vida.

Para aprender a disfrutar esta vida, a la manera de Dios, debemos establecernos metas altas. Una meta alta es un reto que necesita la intervención de Dios para poder lograrlo, la vida se disfruta cuando hay algo que desarrollar, cuando hay algo que nos apasiona. La vida mediocre es la de cuidar lo poco que tenemos para no perderlo todo; la gente muchas veces deja de orar porque se sienten desalentados, han estado pensando en metas tan altas, que sienten que no las alcanzarán y deciden dejar de orar. Para ver resultados en nuestra vida necesitamos disciplinarnos, esforzarnos, orar, clamar, hoy podemos cambiar cosas en nuestra vida sin necesidad de esperar a mañana, cuando nos fijamos metas altas estamos desarrollando nuestra fe; la incredulidad llega por las metas bajas y mediocres.

Para aprender a disfrutar esta vida debemos rodearnos de la gente correcta. Alejémonos de gente negativa, aprendamos a trabajar para lograr cosas y no para poner excusas. Nosotros no nacimos para ser negativos sino para ser positivos.

Para aprender a disfrutar esta vida consagremos nuestra vida a Dios. Determinemos que nuestro estilo de vida le agrade a Dios todo el tiempo, de tal manera que cuando la gente nos vea sientan esa consagración que tenemos. Que cuando hablemos a la gente sientan la autoridad de parte de Dios. Esto es determinante, porque cuando decides vivir para Dios, ÉL nos va a dar de acuerdo a nuestro corazón y ello traerá felicidad plena a nuestra vida.

Dios les bendiga grandemente.

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