Fue por la fe

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Hebreos 11: 29-34

Fue por la fe que el pueblo de Israel atravesó el mar Rojo como si estuviera pisando tierra seca, pero cuando los egipcios intentaron seguirlos, murieron todos ahogados. Fue por la fe que el pueblo de Israel marchó alrededor de Jericó durante siete días, y las murallas se derrumbaron. Fue por la fe que Rahab, la prostituta, no fue destruida junto con los habitantes de su ciudad que se negaron a obedecer a Dios. Pues ella había recibido en paz a los espías. ¿Cuánto más les tengo que decir? Se necesitaría demasiado tiempo para contarles acerca de la fe de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y todos los profetas. Por la fe esas personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir a filo de espada. Su debilidad se convirtió en fortaleza. Llegaron a ser poderosos en batalla e hicieron huir a ejércitos enteros.”

En ocasiones pasamos por crisis tan fuertes y permitimos que se agranden que pareciera que nos ponemos de rodillas ante las mismas; pero resulta que las crisis vividas en Cristo siempre estarán llenas de oportunidades, ya que cuando enfrentamos toda crisis de esa manera estamos hablando de un cambio importante y favorable en nuestra vida.

El pasaje del día de hoya nos habla de las grandes proezas que fueron hechas con motivo de la fe. En este mismo capítulo, en el versículo 1, la fe es definida como “la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve” (RV60). De ahí que, una crisis es una excelente oportunidad para que cada uno de nosotros fortalezcamos nuestra fe. Muchos de nosotros –debido a ello– tratamos de llevar nuestra vida “a nuestra manera” y, como es obvio, no nos da ningún resultado positivo.

Es en los momentos de crisis cuando entendemos que nosotros somos vulnerables y que necesitamos ayuda de manera urgente, porque aunque haya gente a nuestro alrededor y que nos ame –inclusive con el ánimo de ayudarnos– no es suficiente, ya que la ayuda que necesitamos es superior a cualquier fuerza humana, y es ahí cuando comienza realmente a moverse en nuestro corazón esa medida de fe y comienza a germinar, porque cuando estamos sin Cristo sólo nos movemos en nuestra propia fe.

Si aprovechamos la crisis para fortalecer nuestra fe, la crisis tiene los días contados. Rahab, la ramera, estaba en medio de una crisis tremenda cuando invadieron su pueblo y los iban a matar a todos, pero ella tuvo fe y pensó que aunque fuera una prostituta, si levantaba su mirada al cielo y le tendía la mano a los siervos de Dios, tendría bendición ella y su familia; y así fue: la historia registra que todo el pueblo murió, con excepción de esta mujer y su familia.

Qué importante es entonces fortalecer la fe; dejemos de estar mirando hacia el suelo, pues ahí no esta la solución, porque la solución está arriba, cuando buscamos de Dios. Por eso, una crisis es una buena oportunidad para fortalecer nuestra fe porque todo lo que venga y sea para Dios nos conviene, ya sea ayunar, orar, ir a la iglesia, etc., porque es allí donde encontramos el fortalecimiento de la fe, y cuando la fe se fortalece no nos va a llevar a buscar soluciones para la crisis, sino nos va a llevar a FORTALECER NUESTRA RELACIÓN CON DIOS.

Cuando entramos en crisis cometemos el grave error de involucrar a nuestra familia, aunque no queramos, lo cual termina con el tiempo dividiéndola. Cuando leemos todo el capítulo 11 del Libro libro de Hebreos notamos que las promesas de fe que la gente vivía para su propia vida, eran promesas que tenían que ver con su familia. Rahab –la ramera-, se salvó ella y su familia; Moisés fue colocado en el agua, solo por la fe de su mamá para salvarle la vida. Y así hay otros ejemplos en la Palabra donde vemos que en momentos de crisis la unidad familiar se convierte en un elemento contundente para que la fe pueda fluir de forma poderosa, pero si permitimos que nuestra familia se quebrante va a ser muy difícil que salgamos de la crisis en la que nos encontramos.

En momentos de crisis la fortaleza que da la unidad familiar es un punto muy importante para salir adelante; sin embargo, en algunas ocasiones, en lugar de fortalecer esos lazos familiares permitimos que entre la división y la contienda en medio de nosotros. Recordemos lo que dice el Salmo 133 de que el Señor sólo envía su bendición donde hay unidad y donde hay armonía.

Salir de una crisis implica que sea derramada en ese lugar la bendición de Dios y la vida eterna de Dios, pero si algo está ahí resquebrajado Dios se detiene a esperar que le coloquen una vasija buena, y los únicos que tenemos el poder de colocar una vasija buena en un momento así es justamente quienes estamos atravesando por dicha situación: nosotros. Por eso en momentos de crisis es fundamental el poder reconciliarnos, Dios no trae bendición para uno solo. Tenemos otro ejemplo en Abraham, cuando el Señor promete que les dará un hijo, como pareja, porque estaban juntos en ello; por eso, la familia se constituye en un elemento trascendental para que nosotros podamos entender lo que significa la fortaleza en una verdadera relación. No podemos pretender salir de las crisis dejando la familia a un lado.

Hay muchas personas económicamente bien que estarían dispuestas a pagar lo que fuera para tener una familia, incluso, para poder si acaso ser feliz. Si en medio de esa crisis la persona aprovecha y empieza a restaurar su relación de pareja, porque entiende que es parte de una familia, y por lo tanto, necesita ser restaurado, quizás comprenderá igualmente que puede ser parte del mismo problema y parte de la solución también.

La principal oposición para salir de las crisis es el temor y el creer que no hay futuro para nosotros. Si Dios nos confió una familia, es porque ÉL nos puso la capacidad y el corazón para sacarla adelante; si Dios nos confió sueños es porque nos dio la capacidad y el corazón para conquistarlos; no debemos temer, la crisis actual es un tiempo de ejercicio, y ejercitarse o crecer duele, pero de esa crisis saldremos tan fuertes que seremos imparables.

Recordemos siempre que en Cristo Jesús somos fuertes y ninguna crisis puede permanecer por siempre, porque nosotros estamos condenados a la victoria en Cristo Jesús.

¡Aleluya!

¡Hoy tendremos esa convicción y esa certeza, porque Dios nos da ese Don de la fe!

Dios les bendiga grandemente.

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