Salmo 19: 12-14 (NTV)
“¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas. ¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados. Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh SEÑOR, mi roca y mi redentor.”
Es maravilloso ver como el Señor honra a un pueblo agradecido; por ello, mientras seamos agradecidos, invariablemente seguiremos avanzando en nuestra fe y seguiremos recibiendo bendiciones. Hay muchas formas de vivir nuestra vida, pero hoy tenemos que tener presente que la mejor forma de vivir es con gratitud. Sin embargo, no la vivimos de esa manera.
Seamos sinceros y reconozcamos que siempre vivimos quejándonos, y cuando lo hacemos le restamos fuerza y alegría a nuestra vida, por tanto, si continuamos quejándonos nunca vamos a obtener nada bueno a nuestra vida y menos multiplicaremos lo que ya tenemos; por ello, donde quiera que haya queja –sea en nuestra relación de pareja, empresa, escuela o iglesia, etc.–, siempre habrá divisiones, porque la queja en lugar de sumar, divide.
Otra forma en la que vivimos es con soberbia, y no hay mayor soberbia que vivir creyendo que lo que tenemos es por lo mucho que nos hemos sacrificado, pero cuidado, porque vivir de esta manera nos va distanciando de gente valiosa, comenzando por Dios nuestro Señor:
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” (Santiago 4:6 RV60).
Nunca la soberbia generará unidad o prosperidad, ni nos permitirá estar en lugares de bendición, porque, como ya explicábamos, malamente creemos que todo lo que tenemos es por nosotros mismos y, por consiguiente, no tenemos nada que agradecerle a nadie.
No hay mayor bendición que vivir con gratitud. En la Palabra de hoy el salmista le pide a Dios que lo guarde de cometer pecados, y que solamente en su corazón haya la oportunidad de hablar con gratitud; y es que la gratitud refleja el estado del corazón (Mateo 12:34), porque es un hecho que no podremos hablar nada distinto de lo que hay en nuestro corazón; si en nuestro corazón gobierna el materialismo y no Cristo, el Señor dijo claramente que no podemos servir a dos señores a la vez.
La razón por la cual hay queja y soberbia en nuestra vida, es porque estamos sirviendo al materialismo. Muchas personas vivimos amargados porque solo nos importa lo material, y cuando vivimos así lo menos que queremos es agradar a Dios, más bien lo que nos importa es el solucionar nuestros temas materiales. Nos levantamos y acostamos pensando solamente en nuestro asunto material, y no en agradar a Dios.
Podemos leer la Biblia, orar, hacer nuestro devocional personal, etc., pero si no analizamos cuál es la verdadera intención de nuestro corazón, entonces todo aquello será en vano, porque lo que nos mueve realmente es lo material y no precisamente el agradecer a Dios por todo lo que somos y todo lo que tenemos.
En este Salmo vemos al rey David reconociendo su fragilidad y pidiéndole a Dios que lo cuide de la ingratitud, la queja y la soberbia; un hombre como él, de tal estatura de fe al Señor, reconoce que necesita ayuda divina. En ocasiones habemos personas que expresamos que ya no necesitamos nada, que ya conocemos del Señor, que oramos, que vamos a la iglesia, etc.; entonces creemos que con eso es más que suficiente; sin embargo, vivimos frustrados porque no recibimos lo que anhelamos y es que en nuestro corazón no está precisamente el amor de Dios, sino el materialismo motivado por nuestra soberbia y egoísmo.
La pregunta es:
¿Cuál es la primera intención de nuestro corazón?
Aquel joven rico que hacía buenas obras y que creía en Jesús –puesto que le seguía– cómo tenía su corazón ¿Ya estaba arrepentido, a tal punto de que su primera motivación era el amar a Dios por encima de todo?
Ojo, podremos cumplir todos los mandamientos de Dios, pero si lo material sigue mandando en nuestro corazón, entonces ello nos va a dominar y amargar la vida. El demonio sabe quiénes nos encontramos así y nos trata de entristecer porque no tenemos lo que anhelamos, porque no tenemos esto o aquello. Porque si lo que nos mueve es lo económico, entonces cuando no lo tenemos ¿Qué sucede?
La Palabra dice que de la abundancia del corazón habla la boca. Así que si la primera intención de nuestro corazón es Dios, entonces hablará bendición (Proverbio 18:20), pero si son las riquezas, entonces tarde que temprano resultará hablando maldición.
Debemos querer entonces la bendición de Dios, porque es la que enriquece y no añade tristeza con ella (Proverbios 10:22); pero la bendición de Dios es más grande que un milagro. La gente normalmente se queda con el milagro, y luego vuelve atrás porque es ingrata e inestable en todo; por eso en el libro de Santiago Dios nos advierte que no seamos como las olas del mar que van de un lado a otro, tenemos que aprender a ser personas estables, pero para ello es necesario empezar por ser agradecido.
Cuando uno aprende a ser agradecido, donde la primera intención del corazón es agradar a Dios, entonces viene el gozo y la libertad, y cuando hay libertad “seremos como los que sueñan”, porque primero se es feliz, para poder ser próspero en todas las áreas de la vida.
Tenemos el ejemplo de los leprosos en Lucas 17: 12-19, quienes primero recibieron la Palabra de Jesús, la obedecieron, se encaminaron hacia los sacerdotes (Vr. 14), y mientras iban, fueron limpiados; la pregunta sería ¿Por qué iban a presentarse al sacerdote? La Ley decía que cuando eran libres de lepra, como señal de gratitud debían llevar una ofrenda al sacerdote; de estos nueve eran judíos y uno samaritano, este último que no sabía de las Escrituras fue el único que regresó a agradecer a Jesús, mientras los otros nueve –que sí sabían de ellas– olvidaron agradecerle-; y entonces el Señor reclama por qué no volvieron todos a agradecerle (Vr. 17-19).
Así habemos personas, decimos creer en Dios pero no somos agradecidos, incluso hemos visto milagros de Dios y no somos agradecidos. La gente agradecida va más allá del milagro, porque quieren quedarse con el Señor Jesús; esa es la gran diferencia con respecto a la gente ingrata, quienes se quedan con el milagro y hasta allí llegan; porque si se les llama para servir a Dios, entonces ponen miles de excusas para hacerlo.
Jesucristo reclama dónde ha estado nuestra gratitud –al igual que hizo con los leprosos–, siendo que nos ha bendecido en gran manera; pero quien es agradecido con Dios es bendecido en gran manera, como lo fue este leproso que se regresó a Cristo para darle las gracias por su milagro; y el Señor ve que a este hombre –extranjero-, no lo movían ni religión, ni tradiciones, sino el agradecimiento sincero a ÉL. Habemos personas que sólo somos movidas por religiosidad o tradiciones. Debemos anhelar a Jesucristo, y no solamente sus milagros.
El Señor nos da nuevas fuerzas, nuevas oportunidades y un nuevo favor, todo por ser agradecidos; Jesús está disponible para nosotros para sanar cualquiera que sea nuestra “lepra”, porque todo aquel que aprende a ser agradecido nunca más volverá a enfermarse ni espiritual, ni emocional, ni físicamente, ni financieramente; pero recordemos que lo primero que debemos elegir en nuestra vida cada día, es agradecer a Dios y vivir solamente para ÉL, confiando en el Señor, para que ÉL restaure nuestra vida siempre.
Dios les bendiga grandemente.
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