Salmos 81:11-16
“»Pero no, mi pueblo no quiso escuchar; Israel no quiso que estuviera cerca. Así que dejé que siguiera sus tercos deseos, y que viviera según sus propias ideas.
¡Oh, si mi pueblo me escuchara!
¡Oh, si Israel me siguiera y caminara por mis senderos!
¡Qué rápido sometería a sus adversarios!
¡Qué pronto pondría mis manos sobre sus enemigos!
Los que odian al SEÑOR se arrastrarían delante de él; quedarían condenados para siempre. Pero a ustedes los alimentaría con el mejor trigo; los saciaría con miel silvestre de la roca».”
Por siempre los hombres han buscado el principio de la historia, nuestros orígenes como humanidad. Pero lo que a nosotros debe importarnos es el concepto de Dios, pues para eso somos cristianos, lo somos porque hemos entendido que quien escribe nuestra historia es el Señor, por ello el versículo de hoy que nos muestra cómo es vivir sin reconocer que nuestro origen esta íntimamente relacionado con Dios nuestro Señor.
La Biblia nos muestra que detrás del curso de la historia humana estuvo, está y seguirá estando Dios; el punto fundamental sobre el cual gira la historia es espiritual, es el Espíritu de Dios quien obra a través de los hombres y no se pueden entender los acontecimientos humanos si primero no reconocemos este hecho.
Una de las declaraciones más significativas que se han escrito en la Biblia fue lo que Dios le dijo a Noé: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3 RV60), esto es así porque el Espíritu de Dios contiende con el hombre limitando el mal de manera que la vida humana continúe.
Dios retiene las fuerzas destructivas de los acontecimientos humanos, pero al final la paciencia de Dios se acaba y llega un momento en el que Dios le dice a una nación o a una persona: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”, y cuando Dios deja de lado a su Espíritu, que es la fuerza que controla la vida, todo colapsa y entonces es cuando tienen lugar las catástrofes y su juicio cae sobre la humanidad.
Cuando Joel dijo:
“Los campos están arruinados, la tierra quedó desnuda. El grano está destruido, las uvas se secaron y se acabó el aceite de oliva.“ (Joel 1:10 NTV)
Es porque estaba diciendo: Dios está detrás de todo esto.
Y luego dice:
“Proclamen un tiempo de ayuno; convoquen al pueblo a una reunión solemne. Reúnan a los líderes y a toda la gente del país en el templo del SEÑOR su Dios y allí clamen a él. El día del SEÑOR está cerca, el día cuando la destrucción viene de parte del Todopoderoso. ¡Qué terrible será aquel día!” (Joel 1:14–15 NTV).
No fue algo que pasó por casualidad sino que Dios estaba detrás, no era un simple capricho de la naturaleza sino que sucedió en obediencia al mandato de Dios que obra por medio de las leyes naturales que gobiernan la vida humana y si aprendemos la lección ahora, nos ahorraremos todos los problemas que nos acontecerán cuando el Señor diga: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”, como señal del final de su paciencia y comienzo del juicio.
Joel estaba dejando muy claro que la mano de Dios está permitiendo que sucedan catástrofes para que el pueblo sea consciente de que la vida tiene un fundamento espiritual y no es sencillamente un ciclo de dormir, comer, beber y conseguir el dinero para poder hacerlo, ya que detrás de todas las cosas habituales de la vida se encuentra la mano controladora del Espíritu de Dios.
Es necesario que despertemos y asumamos el hecho de que Dios nos está hablando, que Dios desea bendecirnos, levantarnos y ponernos en lo alto, pero desgraciadamente muchos de nosotros no estamos dispuestos a escuchar y ese es el problema, y es por ello que Dios nos sacude con algo para obligarnos a escucharle.
¿No les ha pasado que mientras estábamos viviendo tranquilamente y todo nos iba bien, de repente nos cambian las circunstancias negativamente y entonces tuvimos que tomar conciencia que Dios quería hablarnos?
Seamos sabios y estemos atentos a lo que Dios quiere hablarnos. Pongamos a Jesucristo como fundamento de nuestra vida, porque sin la gracia de ÉL, nada, absolutamente nada podremos hacer y, consecuentemente, nuestras circunstancias no serán las más apropiadas.
Dios les bendiga grandemente.
Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.