Poder del Espíritu (segunda parte)

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1 Reyes 19:3-9 (NTV)

“Elías tuvo miedo y huyó para salvar su vida. Se fue a Beerseba, una ciudad de Judá, y dejó allí a su sirviente. Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, SEÑOR; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron». Entonces se acostó y durmió debajo del árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». Elías miró a su alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse. Entonces el ángel del SEÑOR regresó, lo tocó y le dijo: «Levántate y come un poco más, de lo contrario, el viaje que tienes por delante será demasiado para ti». Entonces se levantó, comió y bebió, y la comida le dio fuerza suficiente para viajar durante cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte Sinaí, la montaña de Dios. Allí llegó a una cueva, donde pasó la noche.”

Ayer hablábamos de cómo Elías terminó escondiéndose en una cueva por temor a las amenazas de Jezabel, no obstante de haber tenido la ayuda de Dios frente a los sacerdotes adoradores de Baal.  También hablamos de cómo en la actualidad muchos de nosotros también corremos a escondernos en cuevas en lugar de buscar a Dios nuestro Señor. Así es.  Una cueva es todo aquello que nos aleja de Dios.

¿Qué clase de cuevas existen? Estoy seguro que muchos de nosotros hemos caído a escondernos en cuevas de diferente tipo.  Comentemos algunas.

Sin ninguna duda, vivir en temor es una cueva.  Una terrible y espantosa cueva.  El temor es una fe en sentido negativo. El temor tiene que ver las condiciones en que está nuestra fe. Preguntémonos, en qué condición está nuestra fe?  Realmente nuestra fe corresponde o es congruente con lo que terminamos haciendo o terminamos decidiendo ante situaciones adversas en nuestra vida?  Realmente nuestra fe está en ese nivel de mover montañas?

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13 RV60).

“Al que cree, todo le es posible” (Marcos 9:23 RV60).

Dependiendo de en qué condiciones esté nuestra fe, en ese nivel podremos alcanzar o no las promesas que Dios tiene para todos nosotros.  El botón que acciona la Palabra de Dios es precisamente nuestra fe.

Vivir en el pasado puede ser otra cueva.  Recordemos y tengamos siempre presente que Jesucristo nuestro Señor hace nuevas todas las cosas.

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: «¡Miren, hago nuevas todas las cosas!». Entonces me dijo: «Escribe esto, porque lo que te digo es verdadero y digno de confianza».”  (Apocalipsis 21:5 NTV).

No podemos vivir de nuestro pasado.  Ya hace un par de días aprendimos que, así como la esposa de Lot, podemos convertirnos en “estatuas de sal” si miramos atrás, si hacemos de nuestro pasado, para bien o para mal, nuestro diario vivir.  Así es.  Vivir de nuestro pasado no nos permite avanzar en la vida.

Otra cueva puede ser la costumbre.  El vivir en base a lo que siempre hemos hecho por rutina o por experiencia propia nunca nos va a permitir crecer en cualesquiera de las áreas de nuestra vida.  Vivir en la costumbre o rutina nos hace movernos de nuestras capacidades personales y no en la capacidad de Dios.  Vivir en la costumbre o rutina nos hace movernos en nuestras fuerzas  y no en las fuerzas de Dios. Dios se agrada de los humildes que reconocemos que sin Cristo nada podemos hacer.

Los orgullosos vivimos de la misericordia de Dios, porque ÉL nos confía lo necesario para sobrevivir, pero con los humildes de corazón es otra cosa.  Vaya que sí.  A los humildes Dios les da lo grande, lo privilegiado.  Las grandes promesas están reservadas para el humilde y noble de corazón.

Nuestros prejuicios son otra terrible cueva. Habemos personas que tomamos decisiones basadas en prejuicios y suposiciones. Hacemos o dejamos de hacer algo por lo que alguien nos dijo: “Para que vas a presentar el examen de admisión si no lo vas a aprobar”. “Para qué vas a esa empresa, seguramente ya contrataron a alguien”. Ustedes pueden darme más y mejores ejemplos.

No podemos tomar decisiones en base a prejuicios o suposiciones.  No nos permitamos vivir en la cueva de los prejuicios. El propósito de Dios no se cumple en quienes vivimos en cuevas.  Si Jesús le ganó a la muerte y en Cristo conquistaremos cosas mayores, entonces por qué nosotros no?

El conformismo es otra desafortunada cueva.  Vaya que muchos seguidores de Cristo somos así.  No la pasamos orando y orando y orando y orando y nada.  Nada de acción diría yo.

Es más, algunos tendenciosamente usamos la Palabra de Dios para sustentar nuestro conformismo, pasividad o inactividad.  Como lo leen.  La Palabra dice: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho.” (Filipenses 4:6).

Que tristeza que usemos la Palabra de Dios para justificar nuestro conformismo y nuestra mediocridad. NO PODEMOS SENTARNOS A ESPERAR A QUE DIOS HAGA LO QUE NOSOTROS TENEMOS QUE HACER.

Yo conozco un siervo de Dios que quiere orar para todo

¿Hemos recibido lo que le hemos pedido a Dios?  Gloria a Dios!!!  Pero qué sigue? ¿Hace cuánto que tenemos lo que tenemos o hace cuánto que hacemos lo que hacemos? ¿Cuándo iremos a más? Dios nos lleva de victoria en victoria, no es así?  Y luego?

Recordemos que la comunión con Dios trae luz a nuestra vida; recordemos que caminar bajo las fuerzas de Dios es que lo que nos permite avanzar; recordemos que el único indispensable en esta vida es Dios nuestro Señor; recordemos que hay siete mil más que están dispuestos a llevarse la bendición que nosotros estamos despreciando por estar escondidos en una cueva. Salgamos de nuestra cueva, seamos luz  para el mundo.

 

Dios les bendiga abundantemente

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