Salmos 150:1-6 (NTV)
¡Aleluya!
Alabad a Dios en su santuario; alabadle en su majestuoso firmamento.
Alabadle por sus hechos poderosos; alabadle según la excelencia de su grandeza.
Alabadle con sonido de trompeta; alabadle con arpa y lira.
Alabadle con pandero y danza; alabadle con instrumentos de cuerda y flauta.
Alabadle con címbalos sonoros; alabadle con címbalos resonantes.
Todo lo que respira alabe al SEÑOR.
¡Aleluya!
Existen mil razones para alabar a Dios:
Por las obras de su poder, por las proezas y maravillas que Dios ha llevado a cabo en el reino de la naturaleza, pero sobre todo las que ha hecho en el reino de la gracia, por las que nos exhorta Pedro en 1 Pedro 2:9 a anunciarlas.
Por la gloria y majestad de su propio Ser, por su grandeza, la cual así debe ser la medida de nuestra alabanza, podemos estar seguros de que, por mucho que le alabemos, nunca le alabaremos suficiente, aun cuando ÉL se digne aceptar nuestras alabanzas.
La mejor música para los oídos de Dios son los afectos sinceros y devotos, no una cuerda melodiosa, sino un corazón melodioso: con fe, amor, gozo, confianza y respeto; que promuevan los intereses del reino de su gracia y que vivan en gozosa expectación del reino de su gloria.
Vayamos y Alabemos al Rey, vayamos y Adoremos a Papá Dios.
Dios les bendiga grandemente.
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