¡Hombres bienaventurados!

>
Proverbios 28:13-14

“El que encubre sus pecados no prosperará; Más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; Más el que endurece su corazón caerá en el mal.»

Si queremos que haya una mejora significante en nuestra vida no podemos encubrir nuestros errores; en la medida que encubrimos nuestros errores y no los reconocemos, nosotros mismos estaremos siendo los causantes de no poder prosperar. No es el culpable ni nuestro cónyuge, ni nuestra mamá o papá, ni nuestros hermanos, ni nuestros profesores, ni nuestro jefe, ni nadie. Nosotros mismos seremos la causa de no poder avanzar.

En la medida que reconocemos nuestros errores y con sencillez y humildad de corazón estamos dispuestos a entender que no somos perfectos, pero podemos mejorar, en esa medida nuestra vida va a ser diferente.

Como un principio en nuestra vida necesitamos resistirnos a ser orgullosos, debemos tener el orgullo lejos de nosotros, no permitamos que sea nuestro diario vivir; es incomodo cuando alguien nos hace ver nuestros errores, pero es mejor que seamos humildes y reconozcamos nuestro error, porque en esa medida en que reconozcamos nuestros errores y los saquemos a la luz vamos a prosperar.

«Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.» (1 Pedro 5:5)

En la medida que seamos sencillos las puertas se nos abrirán; cuando respetamos a la gente, sobre todo, los que están por encima de nosotros, en esa medida se abrirán las puertas, pero si somos altivos, soberbios, rebeldes, beligerantes, muchas puertas se estarán cerrando delante de nosotros.

Ahora bien, no es suficiente con reconocer que tenemos un error o un pecado, nosotros necesitamos confesar nuestros pecados, necesitamos pedir perdón.

Si nosotros estamos haciendo daño con nuestro pecado necesitamos pedir perdón; si estamos siendo desobedientes con papá o mamá o estamos haciendo lo incorrecto en nuestro trabajo, debemos pedir perdón a la persona herida, debemos pedir perdón a la persona ofendida, debemos pedir perdón a la persona agraviada.

Es importante tener en cuenta esto y ojalá nunca se nos olvide: cuando uno pide perdón, debemos saber pedirlo. Muchos de nosotros no sabemos pedir perdón, o el mismo orgullo no nos permite pedir perdón de la manera correcta.

Pedir perdón conlleva humildad, pedir perdón conlleva tener el corazón libre de culpa y condenación para poder hacerlo. Pedir perdón es un acto auténtico de amor hacia quien ofendimos o agraviamos, pedir perdón conlleva valor, y mucho. Si reconocemos con honestidad nuestros errores tengamos la seguridad de que tendremos la humildad, pero sobre todo el valor, para pedir perdón.

Si queremos ser mejores cada día debemos tener el perdón como un requisito, no como una opción. Nosotros no somos perfectos ni somos mejores que los demás, nunca podemos pensar eso. Lo importante no es ser mejor que los demás, sino ser mejores que uno mismo cada día.

Debemos aprender a ser sencillos de corazón. Habemos personas con títulos, posiciones, nombramientos, etc., que por ningún lado se nos encuentra humildad en nuestro corazón y a donde llegamos generamos problemas.

Hay personas que nos jactamos de ser súper «buenas» ante los ojos humanos: “Yo no bebo, no fumo, no le hago mal a nadie, etc.”, típicas frases que usamos; pero se nos olvida que nuestras actitudes también ofenden a los demás y por consiguiente también están mal: somos orgullosos, mentirosos, manipuladores, hipócritas, aduladores, etc.

¿Quién está más lejos de Dios, los que pecamos mucho o los que pecamos poco? ¡Estamos a la misma distancia! Debemos sacar esas actitudes incorrectas de nuestra vida. ¡Debemos ser personas que bendigan a otras, no que contaminen a otras!

Ahora, no solo basta con reconocer que cometemos errores, no solo basta con aceptar y confesar nuestros errores, es necesario apartarse de los errores y el pecado, es necesario arrepentirse.

El arrepentimiento es una decisión radical. Desgraciadamente nos dura poco el arrepentimiento porque caemos en el error de pensar que nadie nos ve, cuando el problema real no es que la demás gente nos vea o no nos vea, el problema es que se nos olvida que quien nos ve es Dios, se nos olvida que la prosperidad que viene después de pedir perdón, confesar nuestros pegados y arrepentirnos, nos la da precisamente Dios nuestro Señor.

Nunca se nos olvide que cuando nadie nos ve, es cuando más debemos portarnos bien, porque es cuando más honramos o cuando mas ofendemos a Dios nuestro Señor.

Dios les bendiga abundantemente.

Recibe gratis en tu e-mail las reflexiones de El Principio.