«Confía en el SEÑOR de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas.»
Nos pasamos la vida culpando a otros de nuestros fracasos y errores, nos pasamos la vida culpando a otros de nuestras insatisfacciones y frustraciones, nos pasamos la vida culpando a otros de lo que nos pasa o no nos pasa, pero principalmente nos la pasamos culpando a Dios.
Siempre buscamos pretextos para no hablar, para no hacer, inclusive para no pensar. Porque nos gusta nuestra zona de confort.
Vamos arraigando sueños, proyectos, pensamientos, impulsos e ideas, qué se yo, infinidad de cosas, esperando que las circunstancias cambien para poder empezar a hacerlo, cuando lo importante e indispensable es un cambio primero en nosotros.
Si, un cambio en nuestra manera de pensar, un cambio en nuestra manera de ver, un cambio en nuestra manera de escuchar, un cambio en nuestra manera de hablar, un cambio en nuestra manera de hacer, un cambio en nuestra manera de dar.
No podemos gozar de un salario si antes no trabajamos, no podemos recibir honra si no honramos, no podemos encontrar si no buscamos, no podemos crecer si no nos alimentamos, no podemos recibir bendiciones si no hay obediencia y fe en nosotros.
No perdamos el tiempo buscando fórmulas mágicas que puedan resolver todos y cada uno de los retos o problemas que tenemos delante de nosotros, no. Porque no existen.
Si vivimos en desesperación tomaremos decisiones desesperadas, si vivimos en angustia tomaremos decisiones precipitadas, si vivimos en afán tomaremos decisiones equivocadas. Si vivimos alejados de Dios viviremos vulnerables al enemigo juntamente con nuestra familia.
Acudamos a Quien es el Principio y Fin de todas las cosas, acudamos a Quien tiene el control de todo, y ya ahí, delante de Dios nuestro Señor, en intimidad, oremos y busquemos la comunión con nuestro Padre, oremos y pidamos de la preciosa gracia de su Hijo Jesucristo, oremos y pidamos del poder de Su Espíritu Santo, y entonces, hagamos las circunstancias.
Dice la Palabra que no confiemos en nuestro propio entendimiento o en nuestra propia prudencia; por el contrario, nos dice que cuando nosotros anteponemos a Dios en todos nuestros caminos, es decir, cuando lo anteponemos a ÉL en todo lo que hacemos, Dios es fiel para enderezar nuestra vereda, Dios es fiel para allanar nuestra senda, Dios es fiel para corregir nuestro actuar, pero permítanme decirles que esto solo tiene lugar cuando se está caminando, cuando se está actuando, cuando se está accionando.
Dios les bendiga grandemente.
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