Prediquemos sin hablar

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1 Pedro 3:1-2 (NVI)

“Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa.”

En lo particular fue un versículo que durante un tiempo me hizo entrar en una gran lucha, fue en el tiempo que mi esposo no conocía de Jesucristo, era en un tiempo en el que nos encontramos –como dice la Palabra– en yugo desigual, y sí que había guerra entre nosotros, yo “cristiana” y él no, aquello era un campo de batalla.

Sé que hoy en día muchas mujeres están pasando por ese campo de guerra, donde la lucha con su pareja es constante, ya que por un lado está la “espiritualidad” y nuestra errónea postura de quererlos cambiar (con nuestras fuerzas) y por otro lado ellos en su “carnalidad” a no dejarse.

Sin lugar a dudas este es un versículo que a muchas de nosotras las mujeres nos puede ocasionar un conflicto en nuestro corazón, sobre todo a aquellas que han estado orando para que su esposo se acerque más a Dios (no para que se haga “cristiano”), ya que es difícil poder sujetarse a alguien que no tiene a Dios como autoridad.

En el versículo de hoy el Señor nos habla bien claro de la sujeción que debe de haber en nosotras las mujeres para con nuestros esposos, pero primeramente aclaremos que la Biblia nos habla de sujeción como espíritu de sumisión, por el cual nosotras reconocemos de manera voluntaria que Dios puso a nuestro esposo como cabeza de nuestro hogar. Es un acto de fe.

¿Es fácil someterse a otra persona? Claro que no.  Llega a ser complicado cuando nuestro temperamento se junta con la necedad, y estos chocan con nuestro cónyuge quien no conoce de Dios.

En estudios anteriores hemos hablado de nuestro rol como edificadoras  (Proverbios 17) y hablamos también acerca de la mujer necia que con sus manos (actitudes) destruye lo que Dios nos ha llamado a edificar.

Regresando al versículo de hoy, veamos que nuestro Dios nos dice que nuestros esposos son ganados no por lo que les podemos decir, sino por nuestra conducta, entonces de nada vale que les recitemos la Biblia si estamos siendo incongruentes con lo que dice la Palabra de Dios.  Entendamos que siempre lo que van a ver son nuestros actos, nunca lo que decimos. En ocasiones nos ganan las circunstancias y enojadas o desesperadas hablamos lo que no debemos y NO hacemos lo que debemos.

La mejor forma de ministrar a una persona que no conoce de Dios, y más a los de nuestra casa, es dando un buen testimonio, es demostrando con hechos lo que Dios quiere que hagamos con nuestras vidas.

También nos dice que para que sean ganados sin ninguna palabra. ¿Pero cómo es eso? Claro que tú lo sabes mujer.  Aunque nos cueste mucho tenemos que callar, disponer nuestro corazón a orar  para poder esperar y comprobar la grandeza de Dios en la vida de nuestros esposos.

Amiga, tal vez la situación por la que estás pasando trata de rebasarte y de robar tus fuerzas, tal vez tu pareja no quiere saber de Dios en estos momento, tal vez estás pensando que no hay esperanza para ese corazón duro. Hoy te entrego esta Palabra que el Señor nuestro Dios me entregó hace años, Palabra que abracé, creí y espere, misma que en su tiempo Jesucristo cumplió.

“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne.  Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.” (Ezequiel 36:26-27 NVI)

El tiempo no se desperdicia, en tanto llega la promesa de Dios, ÉL mismo también estará tratando con nosotras, trabajará en nosotras el Espíritu de sumisión, amor, perdón y paciencia, y sin duda alguna Dios nuestro Señor nos dará gracia a los ojos de nuestro esposo.

Recordemos siempre la Palabra de Dios obre nuestras vidas:

“Bueno es el SEÑOR con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente que el SEÑOR venga a salvarnos. (Lamentaciones 3:25-26 NVI)

“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones!  ¡Yo seré enaltecido en la tierra!»”  (Salmo 46:10 NVI)

Dios las bendiga grandemente.

Erika

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