¡El enojo no es de Dios!

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Efesios 4:26-27 (NTV)

“Además, no pequen al dejar que el enojo los controle. No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo.”

Existe algo que trae graves consecuencias a nuestra vida, particularmente a nuestra salud, y es el enojo o la ira.    Las consecuencias de la ira, como el rencor y el resentimiento, no se forman de la noche a la mañana, se forman por dejar pasar el tiempo, germinando entonces frustración, tristeza, angustia, ansiedad, etc.

Existe un refrán popular que dice “el que se enoja pierde”, y sinceramente tiene mucho de verdad. Es imprescindible que nosotros seamos libres de resentimientos, de rencor y de ira, pues de no ser así nos causaremos muchos problemas y pérdidas innecesariamente.

Hoy en día nos hemos confundido al decir que la persona tiene carácter cuando la misma es intransigente y no es así.  Cuando uno lee la Palabra de Dios uno aprende que el carácter no es ese.  Según psicólogos han planteado diferencias en cuanto al temperamento y al carácter, se dice que con el temperamento nacemos y el carácter se forma.

En el mundo, como lo hemos aprendido en otras ocasiones, las reglas para conducirnos son muy diferentes a las de Dios nuestro Señor.  Y en el tema del carácter no es la excepción.  Cuando uno no tiene el carácter de Cristo, entonces estaremos hechos para perder y no para ganar, porque nuestro carácter no es suficiente para ganar, pues necesariamente debemos formar en nosotros el carácter de Cristo.

Uno de los mayores problemas del ser humano, en cuanto al carácter se refiere, es precisamente la ira o el enojo.  De hecho, como ha todos nos ha de constar, hay personas que por enojo no sólo han sufrido lesiones o lastimaduras en su cuerpo sino que han destruido matrimonios o noviazgos, han perdido trabajos, han deteriorado su salud, han ofendido o difamado, simple y sencillamente  por estar enojados.

La misma Palabra de Dios nos dice en Proverbios 17:1 que mejor es un bocado seco y en paz, que tener contiendas en casa llena de provisiones.  Por supuesto que si. A nadie le gusta llegar a casa y encontrar a alguien molesto aunque te reciba con un buen plato de comida; es preferible que no haya comida pero encontrar a alguien que irradie paz.

La Palabra dice “…No permitan que el sol se ponga, mientras siguen enojados…” y eso es una gran verdad.  Para que podamos ser libres de nuestro enojo es necesario no esperar a que llegue el siguiente día sin  resolver lo que le causó el enojo, ya que si no resolvemos esa situación le estaremos dando el lugar a Satanás para que empiece a maquinar en nuestra mente.  En otras palabras, si nos quedamos con el enojo y no lo sometemos a Cristo y no lo resolvemos y dejamos que el día termine así, entonces el problema que quizás era pequeño y sin importancia, el día de mañana lo veremos más grande.

Todos sabemos que no hay peor cosa que discutir con una persona iracunda o enojada porque nunca le dan la razón a alguien, pero recordemos que la Palabra nos dice que “…la blanda respuesta quita la ira…”.  Cuando alguien está enojado le debemos responder con palabras blandas,  con palabras suaves, sin un tono agresivo, palabras llenas de amor, palabras que impliquen empatía a la solución a la que queremos llegar con esa persona, ya que por el contrario, si contestamos con  palabras ásperas, lo  único que vamos a lograr es más ira, más enojo y vamos a perder.  Asociemos la ira o el enojo con la pérdida de alguien o algo, y les aseguro que empezaremos a cambiar.

Este es un mensaje para ponerlo en práctica hoy.  Sabemos que enojarse es fácil y controlarse es muy difícil, pero con la ayuda de Dios podemos llegar a ser personas que dejemos de perder por enojarnos.  Solo la Palabra de Dios  puede cambiar nuestra vida, solo ÉL puede hacer cosas en nuestro corazón que nosotros solos no podríamos.

Si escuchamos más, si hablamos menos y si nos enojamos menos, si somos bondadosos, compasivos y perdonadores, entonces tendremos resultados plenos en todo lo que hagamos y dejaremos de perder.

Si hay algo de lo que no puedo orgullecerme es de mi carácter. Cuando conocí a Jesucristo me di cuenta realmente de lo que era y cómo era.  Me avergoncé mucho de mi mismo y me avergoncé más delante de mi familia.  Cristo me confrontó con el espejo de Su Palabra, Cristo me hizo ver cómo era mi carácter.

Todos los días debemos acudir a la presencia del Maestro para llenarnos de Su gracia, porque sin duda alguna solo Su gracia puede quitar toda esa basura que hay en nosotros, solo Su gracia nos limpia de toda impureza y de todo equivocado carácter, Su presencia consume lo que somos para ser cada vez como ÉL.

Dios les bendiga abundantemente.

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