“Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa. Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones. Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca.”
No cabe duda que Dios nuestro Señor instituyó la iglesia a través de Jesucristo su hijo, esto es, Dios hizo de todos sus hijos el cuerpo de Cristo, y precisamente Sus hijos, quienes buscamos e hicimos de Jesucristo nuestro Señor y Salvador. Todos nosotros somos la iglesia de Jesucristo, somos el cuerpo de Cristo, y no los templos, ni las denominaciones, como nos lo han hecho creer a lo largo de nuestra vida.
Ya en otras ocasiones les he escrito sobre el testimonio de Dios en mi vida, de cómo fue mi encuentro con Jesucristo. A lo largo de estos últimos once años mi esposa y yo hemos encontrado todo tipo de congregaciones, desde aquella que busca establecer una visión humana por sobre el evangelio de Jesucristo, otra que por no quedarse atrás lleva el evangelio de Jesucristo a un nivel mediocre y conformista, así como otra que, por el contrario, busca un nivel tal de excelencia humana que dejan a un lado lo más importante: el amor que Jesucristo siente por Su iglesia, ese amor del buen Pastor sobre sus ovejas.
En fin. No existen las congregaciones perfectas y nunca ha sido nuestra intención encontrarla porque no existe y nunca nos hemos movido buscándola. Sin embargo, estoy totalmente convencido que fueron precisamente todas esas experiencias lo que nos llevó a mi esposa y a su servidor iniciar con este proyecto que Dios puso en nuestro corazón y que es EL PRINCIPIO. Inicialmente con un ciclo de conferencias y después con esta página en Facebook que, a lo largo de estos dos años, Dios nos ha dado el enorme honor y honra de ver como ÉL ha obrado en la vida de miles de personas hablando a su corazón cada día. Sí, como lo leen, cada día hay testimonios de lo que Dios hace.
Hoy precisamente cumplimos dos años de haber iniciado con este proyecto. Se dice fácil, pero no lo ha sido. Hemos librado muchas luchas con nuestra salud, con la burla de familiares y conocidos, en fin, pero lo importante es que por sobre todas las cosas Dios ha sido bueno con nosotros y nos ha dado la fe para hacer de Jesucristo nuestro escudo y nuestra fortaleza. Nos ha dado la sabiduría para poder salir abantes de ello. Y seguimos en la pelea, porque esto nunca termina.
“Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos.” (Hebreos 4:12 NTV)
Esperé precisamente esta fecha para reflexionar sobre la importancia de congregarnos a fin de buscar fortalecernos en el cuerpo de Cristo. Lo que realmente nos ha movido como familia para buscar congregarnos ha sido encontrar un evangelio genuino acorde a la Palabra, un evangelio que confronte nuestras vidas y nos haga reflexionar sobre lo bueno o lo malo que estamos haciendo y en lugar de ello nos lleve a hacer lo correcto. Buscamos esa sana doctrina. Buscamos líderes y siervos de Dios que sean congruentes con el evangelio y con lo que dicen y hacen. Nunca hemos buscado perfección, repito, porque no existen las congregaciones perfectas. Y les digo que “buscamos” porque aun cuando está en nuestro corazón el enorme y firme propósito de servir a Dios, mi familia y yo necesitamos de un guía espiritual, de una cabeza espiritual aquí en la tierra. Si bien Cristo es mi cabeza y el centro de nuestra familia, también es cierto que necesitamos un líder y guía espiritual a quien recurrir y de quien sentir ese apoyo, ese abrazo, esa palmada en la espalda.
Doy gracias a Dios por habernos llevado al lugar correcto. Ni mejor ni peor. Para nosotros, simplemente el correcto. Doy gracias a Dios por poner delante de nosotros a nuestros Pastores Luis e Ivonne, un par de personas comunes y corrientes como ustedes y como yo, un par de siervos que no buscan agradar a la gente sino a Dios nuestro Señor, un matrimonio real y no de ensueño, unos siervos de Dios vulnerables como ustedes y como yo, que se enferman, que tienen luchas, que batallan todos los días como cualquier mortal, y que su grande vulnerabilidad e incapacidad es lo que precisamente los hace instrumentos de bendición para la congregación que Dios les ha entregado.
No idolatro ni pongo adjetivos en ellos, ni me interesa quedar bien, simplemente he sido testigo de cómo Dios les ha mostrado que para predicar el evangelio de Jesucristo Su hijo no se necesitan poderes sobrenaturales ni cualidades extraordinarias, ni títulos ni nombramientos apantallantes. Lo que sí Dios les ha dado es esa empatía que se necesita para poder entender y valorar a quienes acudimos frecuentemente a cada reunión, y que se traduce en una congruencia entre el evangelio y lo que hacen, sumado –claro está– al deseo inmenso de servir a Dios, lo que pudimos encontrar tanto en ellos como en quienes colaboran con ellos.
“Así que podemos decir con toda confianza: «El SEÑOR es quien me ayuda, por tanto, no temeré. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?». Acuérdense de los líderes que les enseñaron la palabra de Dios. Piensen en todo lo bueno que haya resultado de su vida y sigan el ejemplo de su fe.” (Hebreos 13:6-7 NTV)
Nunca había hecho comentarios en este sentido, cada quién es libre de hacer lo que quiera, pero si debemos saber que tenemos el deber de congregarnos para buscar fortalecer el cuerpo de Cristo. Hoy en día es menester hacerlo ante los acontecimientos actuales que estamos viviendo. Tenemos que fortalecernos y hacer una unidad como iglesia y cuerpo de Cristo. No para defender a Dios, porque ÉL no necesita que lo defiendan, ni para defender tal o cual religión, porque eso es de los hombres, sino para hacer familias poderosas en Dios, para hacer de nuestros hijos personas correctas y temerosas de Dios, para que a su vez ellos hagan lo propio con su descendencia.
“Si tú sirves a Cristo con esa actitud, agradarás a Dios y también tendrás la aprobación de los demás. Por lo tanto, procuremos que haya armonía en la iglesia y tratemos de edificarnos unos a otros.” (Romanos 14:18-19 NTV)
Nunca dejemos de congregarnos. Efectivamente, Dios está en todas partes y no necesitamos ir cada domingo a la reunión para buscarle, claro que no. Eso es nuestro deber de todos los días. Pero es importante congregarnos, repito, para fortalecer el cuerpo de Cristo, para fortalecer Su iglesia.
Dios les bendiga grandemente.
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